La logística empezó el mismo jueves a la medianoche, apenas Colón logró el pase a la final. Ni bien se supo que jugaría el título de la Copa Sudamericana a partido único en Paraguay, la mente, que viaja a la velocidad de la luz, empezó a organizar la caravana de miles de hinchas sabaleros. Hay 45.000 entradas disponibles y ya se desató la locura por conseguir una. Va a haber aviones charter, buses, autos… Algunos van a desandar en moto los 867 kilómetros que separan Santa Fe de Asunción, donde se jugará la final el próximo 9 de noviembre frente a Independiente del Valle. “Y otros se largarán hasta en bicicleta”, dijo el presidente rojinegro José Vignatti. Es la alegría grande de un cuadro chico: Colón va por su primer título en 114 años de historia. Una vida de ascensos, descensos, pletórica de pasión también.
Al borde de un camino cualquiera de Santa Fe, sobre el rancho más humilde, se yergue un palo con una banderita roja y negra. Colón es “el club del pueblo”, el de Carlos Monzón, su hincha célebre. Y cuando se dice Colón se dice jugadores. Fueron muchos buenos. De su cuna surgió Hugo Villaverde, el mejor zaguero derecho argentino que este cronista vio. En 1975, Villaverde hizo pareja con Enzo Trossero, otro crack con una personalidad arrasadora, y arriba deleitaban dos zurdas de oro: Ernesto Juan Álvarez, “Cococho”, y Carlos Ángel López. Dos pinceles. Gemelos de César Cueto. Del vivero colonista salió Hugo Ibarra, extraordinario lateral derecho, luego multicampeón con Boca. Era un canto a la pelota bien jugada Colón. Que se ufana de su popularidad, indiscutida, pero aún busca su bautismo de gloria.
Enfrente estará otro Pulgarcito, Independiente del Valle, que volteó en el camino a tres grandes de Sudamérica: Universidad Católica de Chile, Independiente de Avellaneda y Corinthians. Es un club fundado en 1958 el ecuatoriano, aunque virtualmente nuevo, digamos refundado a través de un cambio de licencia. Lleva sólo diez años en Primera División, pero en ese lapso ya golpeó fuerte sobre la mesa, primero llegando a la definición de la Libertadores en 2016, en la que cayó ajustadamente frente a Atlético Nacional y ahora con esta otra final. En aquella otra campaña también volteó muñecos bravos: Boca, River, Pumas de México, Atlético Mineiro. Si debiéramos definirlo en cuatro palabras, diríamos que es un cuadro sin miedo. Por todo ello se ganado a pulso el rótulo de El Matagigantes. A Corinthians, un urso con un presupuesto 19 veces mayor (96 millones de dólares contra 5) lo eliminó, ganándole 2-0 en San Pablo, además. Como cuando derrotó a Boca en La Bombonera 3 a 2.
De aquella brillante campaña del 2016 no quedó nadie en el equipo del valle quiteño. Todos fueron transferidos. Armó un plantel nuevo. Es el club del Ecuador que mejor trabaja en inferiores. “El 60% de las selecciones juveniles ecuatorianas son jugadores de Independiente”, comentan colegas de la Mitad del Mundo. “Trabaja como ningún otro en las formativas, ofreciendo las mejores instalaciones y profesionales a los jóvenes, y contención y apoyo a los chicos y a sus padres, por eso todos quieren ir a Independiente del Valle”, agregan.
Son dos propuestas distintas. Colón llega a través de la mística, de su tradición y de la mano de un técnico interesante, Pablo Lavallén. Independiente del Valle mediante una estructura que funciona a semejanza europea. Pero los dos le están mostrando a todos los demás equipos pequeños o humildes del continente que sí se puede. Como pudo Once Caldas en 2004 (un milagro futbolístico) o el Estudiantes de Zubeldía a finales de los ’60. En todos hubo mucho trabajo, sueños, capacidad y también osadía para intentarlo. Hay que atreverse.
La Copa Sudamericana tendrá un campeón inédito y, para quien gane, la historia ya no será igual. El beso de la victoria les cambiará para siempre el futuro. Crecerán, subirán un escalón en el ránking de la consideración general, se autoexigirán, serán más fuertes, obtendrán más recursos. La Sudamericana es la hermana menor de la Libertadores, aunque otorga una jugosa recompensa económica al vencedor: 12.775.000 dólares sólo en premios de la Conmebol, más las taquillas e ingresos adicionales. Pero, sobre todo, es hermoso ganarla, da prestigio. De conquistarla, Colón e Independiente del Valle tendrán la mayor repercusión de su existencia. Sumarán nuevos hinchas. Corinthians es el segundo club con más fieles en Brasil y uno de los más populares del mundo con 28 millones de torcedores, pero su vida mutó en 2012; tras coronarse en la Libertadores entrevistamos a su presidente Mario Gobbi; nos dijo: “Ahora nace otra era para el club, es un antes y un después de la Copa”.
Colón es una muestra de que se puede intentar, aún manejando números modestos, e Independiente del Valle ratifica los frutos extraordinarios que da el semillero, formar talentos. Nadie siente más la camiseta que el jugador de la casa, que después de dar lo mejor en el club porque transita la edad en que anhela demostrar, es un activo transferible por el cual se pueden ingresar millones. Son un ejemplo para el resto de los clubes de la región.
La UEFA acaba de aprobar, el martes último, la creación de su tercer torneo continental: la Liga Conferencia, que comenzará en 2021. Similar a la Liga de Campeones y a la Liga Europa, pero focalizado en los clubes más pequeños y de las asociaciones menos poderosas, que no pueden competir mano a mano con los colosos de España, Inglaterra, Alemania, Italia, Portugal. Es otra idea excelente. En el Viejo Continente al menos 40 de los 55 países miembros tienen un fútbol de segundo y tercer nivel. O cuarto, caso Andorra, Chipre, Luxemburgo, San Marino, Liechtenstein, Islas Feroe, Malta, Kosovo, Gibraltar.
La Liga Conferencia tendrá un carácter muy inclusivo. El deseo de todos es competir en el campo internacional. Medios que nunca logran entrar en Champions o Europa League tendrán competencia con sus vecinos. Viajarán, llenarán su estadio, vivirán una ilusión... Es prometedor. Suena democrático. El campeón de la Conferencia entrará directo a la Europa League del año siguiente. No hay pierde. Como no lo hay en esta final de Sudamericana.
Tal vez Conmebol, fuera de Brasil y Argentina, deba estimular más a los equipos de los otros países otorgándoles más cupos, que el triunfo se extienda como un manto sobre el mapa del continente y se reparta más. Eso haría crecer a todos.