Erling Haaland viene de marcarle al PSG en Champions y al Bremen en la Bundesliga. (Foto: AP)
Erling Haaland viene de marcarle al PSG en Champions y al Bremen en la Bundesliga. (Foto: AP)
/ Peter Steffen
Jorge Barraza

A treinta años de su debut futbolístico, a Roy Keane le costaría jugar hoy. Centrocampista enérgico y ganador, sin duda, aunque su grado de crispación y brutalidad no encajarían en el reglamento actual ni en la forma civilizada en que se entiende hoy el juego. No obstante, mientras reinó la estulta permisividad arbitral, fue capitán del Manchester United y de la Selección de Irlanda. Si en el presente creemos que Sergio Ramos es un zaguero duro y bravucón, es simplemente porque no recordamos a Roy Keane, un cuerpo infestado de violencia. Aparte, fuera del campo Ramos es un sujeto sociable, hasta simpático.


El 27 de septiembre de 1997 el Leeds venció 1-0 al Manchester United en Elland Road. En un roce no casual, Keane le tiró una zancadilla al noruego Alf-Inge Haaland, del Leeds, pero falló y se torció una rodilla, lo que le produjo una grave lesión: rotura de ligamento cruzado anterior. Creyendo que estaba fingiendo un golpe, Haaland increpó al irlandés, que se quejaba en el suelo. Aunque el rival no tuvo culpa alguna (al contrario, fue su aviesa intención), Keane lo acusó y prometió que la venganza sería terrible. ¡Lo fue…! Esperó casi cuatro años. El 21 de abril de 2001, en un clásico que el United igualó de local 1 a 1 con el Manchester City (Haaland ya jugaba para los ciudadanos), Keane aprovechó una pelota dividida y acabó con la carrera deportiva del defensa noruego: le partió la rodilla con un planchazo criminal. La tarjeta roja, las cinco fechas de suspensión y las 150.000 libras de multa no alcanzaron a purgar el daño cometido. Pese a las intervenciones médicas y a varios intentos por volver, Haaland no lo logró. Alcanzó a jugar a medias cinco partidos, advirtió que no podía y se retiró.

Keane nunca pidió perdón. Peor: aseguró que volvería a hacerlo (¿estará orgulloso…?); Haaland, deshauciado para seguir peloteando, se volvió a Stavanger, su ciudad, a trabajar en lo que fuera. Y la suerte comenzó a sonreírle. Lo cuenta: “Noruega era un país pobre, pero se descubrió petróleo y las cosas cambiaron”. Justamente Stavanger pasó a ser la capital nacional del oro negro y él se convirtió en director de desarrollo de una empresa petrolera, mientras su pequeño Erling, que había nacido en Leeds en tanto él militaba en el club que ahora dirige Marcelo Bielsa, empezó a darle a la redonda. También en su hijo encontró petróleo. El niño, que tenía sólo nueve meses de vida cuando su padre recibió aquella agresión, es hoy un gigantón de 1 metro 94 señalado como la revelación del fútbol europeo.

El nombre de Erling salió a la luz el 30 de mayo último: Noruega trituró 12 a 0 a Honduras en el Mundial Sub-20 y él anotó nueve goles, récord en cualquier tipo de Mundial. Y con apenas 18 veranos. “¿Quién es Haaland…?” fue la pregunta universal. Porque, por flojos que fueran los hondureños, nadie marca nueve veces en un partido. A partir de entonces los medios internacionales comenzaron a ocuparse de él cada semana. “¿Y cómo es…?” fue la pregunta general.

Tiene la figura del 9 antiguo, esos tipo tanque metidos en el área; sin embargo, sus características son bien distintas: es veloz, movedizo, un centrodelantero zurdo que se sale a los costados, muy combativo en la disputa del balón. Y ve el arco… Comenzó viéndolo en el ignoto Bryne FK, club vecino a Stavanger. Apenas una temporada en Segunda con el Bryne a los 16 años y el primer salto: el Molde FK pagó 200.000 euros por el joven Haaland. Allí fue dirigido por Ole Gunnar Solskjaer, el noruego más célebre sobre el verde césped, quien hoy está al frente del Manchester United. En el Molde registró sus primeros veinte goles en Primera División y un subcampeonato noruego. E inmediatamente -todo ha sido meteórico para él- un brinco mayor: al Red Bull Salzburgo por 5 millones de euros. Y en un año en Austria la fama lo tapó. En realidad, en los últimos seis meses. Anotó 28 goles en 22 partidos (8 en Champions League) y fue elegido futbolista del año en la patria de Mozart. Haaland fue el apellido de moda en los despachos de los grandes clubes de Europa en los últimos tres meses…

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…Y la noticia más relevante previa al despuntar enero fue que Erling, hoy con 19 años, se convirtió en el gran fichaje invernal: el Borussia Dortmund pagó por él 20 M€ al RB Salzburgo y se lo aseguró hasta junio de 2024. Juventus pujó fuerte, quería juntarlo con Cristiano Ronaldo; Ole Gunnar Solksjaer viajó a Austria para convencerlo de ir al United, pero al final la persistencia del Dortmund triunfó. Veinte millones parecieron pocos por semejante promesa de crack, sobre todo porque el dueño del Red Bull es Dietrich Mateschitz, el ultramillonario magnate de las bebidas energéticas, a quien ese número no le mueve una pestaña. Pero la cláusula de rescisión era baja y la decisión estaba en manos de Haaland padre y de Mino Raiola, el superpoderoso agente del chico (también de Paul Pogba, Ibrahimovic, De Ligt, Verratti, etc.). En Alemania dicen que el Dortmund se lo quedó, además de entusiasmarlo con su proyecto, porque accedió a pagarle 8 millones adicionales a Alf Ingle Haaland y 15 a Raiola. Este, un ítalo-holandés que no cobra comisiones por los pases, sino que fija una suma altísima para decidir a qué club lleva sus pupilos, está en guerra con el Manchester United. “No llevaría a nadie más allí, el United es capaz de arruinar al mismo Pelé”, dijo.

Erling también aceptó porque el Dortmund estaba clasificado para los octavos de final de la Copa de Europa y significaba militar por primera vez en un equipo que arrastra 82.000 seguidores en cada juego de local. Saber o no saber comprar es el éxito o la ruina de un club de fútbol, el punto más importante de cualquier institución. Y en tal rubro el Dortmund podría dar clases a todos los demás. Se llevaron a Lewandowski, de Polonia, por 4,5 M€; a Marco Reus, del Borussia Moenchengladbach; a Gundogan, del Nuremberg; a Matt Hummels, del Bayern Munich, siendo un jovencito; a Aubameyang, del Saint Etienne; a Dembelé, por quien pagaron 15 M€ al Rennes y lo vendieron en 140 al Barcelona; a Jadon Sancho, birlado al Manchester City… La lista de aciertos es larga. Son los mejores ojeadores y reclutadores: buena calidad a precios accesibles.

La respuesta de Erling: 12 goles en apenas 8 juegos con el Dortmund. Conste que no son 8 completos, en algunos entró un ratito. En verdad, los anotó en 529 minutos, o sea en 5,87 encuentros. Un promedio bestial. Lleva 40 goles en lo que va de temporada en 30 presencias. En rigor, por minutos ha jugado 22 partidos en total, lo que le daría una media de casi 2 goles por juego.

Es un surgimiento casi extraterrenal, una revelación rayana en el asombro, como el fútbol no registraba desde hace tiempo. ¿Y si este es el próximo Balón de Oro…? Se saltaría todos los pasos. Falta la definición de los títulos, desde luego, pero eso no depende de un sólo jugador sino de un equipo. Simplemente, preguntamos: hasta hoy, ¿quién ha hecho más para merecerlo…?

Lo notable de este grandulón es su velocidad. En un contraataque frente al PSG corrió 60 metros en 6,64 segundos; el récord mundial de 60 metros planos en atletismo es de 6,34. Muestra una voracidad y un entusiasmo fenomenales, busca el arco siempre y tiene una cualidad extraña en un centrodelantero: baja y ayuda a marcar, roba balones. Hace todo en favor del equipo.

Vericuetos de la vida... Tras el hachazo de Keane que derribó a papá Alf brotó este retoño.

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