MIGUEL VILLEGAS @prakzis
Los tiempos han cambiado. Ahora el más pequeño es, en realidad, el más grande de todos. Se llama Messi y ahora juega de Messi, ya no tanto de Maradona. Es un enorme mérito para el país donde Diego concede milagros y hace que las aguas se abran. Siete Mundiales después de aquel título del mundo en México 86, un futbolista puede por fin jugar haciendo uso de su apellido. Messi es Messi. Y eso que todavía no son campeones.
Messi llega a Brasil 2014 así: envuelto en un aura de divinidad a la que solo le sirve ganar la Copa del Mundo para seguir con su vida normal. Es lo que dice la crítica. Es lo que le pide la gente. Y es lo que obligan sus 4 goles en Brasil: con Messi Argentina gana y pasa, suma y clasifica, sin él es una incógnita. Desde México 86 no había un futbolista que fuera, por sí solo, todo el equipo. Es la condena que deben sufrir los perfeccionistas: hacen de todo, y todo lo tienen que hacer bien.
Con Argentina pasa igual. Son sinónimos casi. Está tan obligado el equipo de Alejandro Sabella a llegar a la final del torneo que eso no importa tanto cómo saber cuáles son sus argumentos. Y la verdad, son muy discretos: 1) Tiene una defensa central que sufre cuando le juegan al ras, cuando la pelota vuela más que el jugador (Nigeria, por ejemplo). 2) Sus laterales sufren el efecto Zanetti: tienen que ser potentes y definidores, astutos para la marca, líderes, y Zabaleta y Rojo no lo son. 3) Sin Agüero, difícil responder qué pasaría si se lesiona Messi.
Pero Messi está entero.
¿Qué tipo de jugador estamos viendo en Brasil? Una de las revoluciones que ha generado el argentino es la aparición de un nuevo ‘9’ en el orden mundial. Un centrodelantero que retrocede, un medio ofensivo que pisa el área, un goleador que volantea. Como en su tiempo, Pelé y Maradona. No solo se ha instalado en la historia por sus récords goleadores sino por la forma en que los ha conseguido. De extremo por derecha en sus inicios en Barcelona, fue convirtiéndose en un punta que llega con el mismo olfato que un Zlatan o un Drogba. Argentina lo convoca y es como si citara a diez. Ese hoy es su plus, su real valor. Con Messi en el campo, Argentina es candidato natural, gigantesco.
Esa es mi conclusión: a Messi no se le discute más en la selección Argentina. Ya no. Se le protege, tanto que al segundo partido Sabella le puso a Gago como teniente en el medio y entonces sí, Messi fue el todocampista del que habla Ángel Cappa. Los argumentos contra Suiza llevan el sello del mejor jugador argentino. Su técnico en la selección parece haber entendido que con un jugador así solo sirve crear un equipo alrededor suyo. Como Argentina en México 86. Y parece que entendió que a este hombre de 1,69 m hay que definirlo no por lo que mide sino por su tamaño. Y en eso, es el más grande (definidor) de todos.