El 2020 trajo consigo muchos retos, pero también muchas sorpresas. La pandemia del Covid-19 nos tomó desprevenidos y las primeras reacciones ante la incertidumbre se vieron reflejadas en los productos más cotidianos: el alza de precios; la crisis del papel higiénico (cuando las personas se abastecían exageradamente); las largas colas en los supermercados; entre otros. En suma, un sinfín de eventos desafortunados.
Había productos básicos que eran indispensables para pasar el tiempo en confinamiento, sin duda. Pero a esto se sumaron la desesperación y la incertidumbre sobre cuándo terminaría la cuarentena y qué pasaría en adelante, lo cual provocó una inestabilidad notable en el sector comercio. Muchos comerciantes, desde la hora cero, prefirieron continuar con su labor diaria y cumplir de todas formas con las medidas sanitarias establecidas por el estado. Había que seguir trabajando.
Veinte años atrás, un grupo de migrantes puneños del municipio de Unicachi abrieron un complejo comercial -con el mismo nombre que bautiza dicha localidad- en el distrito limeño de Comas. Con el tiempo, este mercado se convirtió en el más importante de la zona y ya son siete los centros de abastos repartidos por Lima que llevan su marca. Una identidad propia y un espacio dedicado a dar vitrina a productores del ande son parte de la cultura de los mercados Unicachi. Este grupo de corresponsales visitó la sede de La Victoria para comprobar cómo se manejan las operaciones durante la pandemia.
En marzo de 2020 muchos comerciantes del mencionado centro de abastos Unicachi se encontraban sorprendidos por todas las ventas que comenzaban a llegar, tal y como nos comenta la vendedora de abarrotes Haydee Lourdes Pumaleque, natural de la provincia de Azángaro, en Puno. Sin embargo, el cambio que representaría la pandemia impactaría rápidamente con el paso de los días. “Después de que habíamos estado vendiendo bien, de pronto no podíamos conseguir mercadería; ya no podíamos hacer nuestro trabajo, los precios ya no eran los mismos. Toda la cadena aumentó en cuanto a costos más altos, y eso nos afectó”, cuenta. Con esfuerzo y una estrategia rápida, Pumaleque y cientos de otros comerciantes de la cadena pudieron mantener a flote sus negocios.
¿En qué se basa la identidad de estos mercados? Nuestro equipo de corresponsales pudo conversar con uno de los fundadores, el empresario Edgar Arhuata, quien nos cuenta sobre su experiencia al frente de esta cadena de negocios y las dificultades iniciales. “Cuando dejé mi casa en Unicachi a los ocho años no había agua ni desagüe, tampoco había luz, menos teléfono. Mi padre me trajo a Lima, y aquí teníamos familia: tíos, primos, todos comerciantes. Cuando nos juntábamos para compartir comida o danzas de pronto en un determinado momento alguien manifestó la idea de comprar un terreno para hacer un mercado propio, en lugar de trabajar en lugares alquilados”, sostiene Arhuata. Ese fue el comienzo.
Otro de los miembros fundadores, Justo Coarita, continúa. “La creación y fundación de esta cadena de mercados no ha sido una tarea fácil, ni surgió de la noche a la mañana. Fue muy importante saber cómo crear una conexión con los comerciantes, brindarles nuevas oportunidades de trabajo y crear un ambiente seguro y amigable”, indica. Esa filosofía se hizo más evidente durante la pandemia.
Delia Felipe Castellanos, vendedera de verduras y tubérculos natural de Huancavelica, lleva más de una década trabajando en la sede de La Victoria. “Yo lo siento (al mercado) como mi casa. Ni en mi propia casa paso tanto tiempo; acá estoy en la mañana y en la tarde también”, nos comenta mientras atiende a los clientes que empiezan a llegar. La mayor parte de la gente que acude a diario a estos establecimientos son personas que viven en zonas cercanas. “A los clientes también hay que tratarlos como familia”, finaliza la señora Delia. Los gestos más sencillos se vuelven los más importantes cuando los tiempos son difíciles. Esa es una de las grandes lecciones que la pandemia ha dejado por aquí.