La Flor es un pueblo joven situado en el distrito de Carabayllo, a unas dos horas al norte del centro de Lima, que se transforma cada noche. De día se puede ver la mayoría de las viviendas de ladrillo, el centro de salud y varios centros educativos, entre ellos la I.E. 3054 ‘La Flor’, comedores públicos y un parque en los alrededores que sirve como recreación para los vecinos. Pero todo cambia luego de ocultarse el sol.
Sin embargo, actualmente enfrentan un grave problema de inseguridad. A partir de las 9 p.m., los vecinos temen salir a las calles por la alta frecuencia de robos. Generalmente los realizan bandas delictivas en motos y vehículos. Esto ocasiona un gran sentimiento de inseguridad en la comunidad.
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Antes no era así. Los inicios de La Flor se remontan en la década de 1960, cuando Rita Castro, una de las residentes más longevas, llegó a la zona. “Cuando yo vine, en el año 1964, ya había gente; yo tenía un familiar que estaba acá en el año 60. En esos tiempos había poca gente. El dirigente fundador fue un señor llamado Víctor Mojaico, quien se encargaba de entregar terrenos”, comparte Rita, recordando cómo al inicio la población era mínima y se necesitaba que los nuevos habitantes se quedaran a vivir allí. A lo largo de los años, la comunidad fue creciendo y organizándose, formando una identidad solidaria y unida.
Actualmente, la situación de La Flor es preocupante. Según la comisaría de la zona, los robos con motos y otros vehículos a motor son constantes, reportándose de 6 a 7 casos al día. Los vecinos han notado un aumento en la delincuencia, sintiendo un cambio drástico con respecto a años anteriores, cuando podían caminar por las calles sin temor.
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“Estábamos sentadas afuera de mi casa cuando se acercaron dos hombres bien vestidos. Nos pidieron que les entreguemos nuestros celulares, y en ese momento, nos quedamos en shock”, cuenta María, una estudiante de 14 años víctima de un asalto. Este tipo de incidentes ha generado un ambiente de desconfianza y miedo entre los residentes, quienes evitan salir de sus casas y se abstienen de denunciar a las autoridades, debido a la falta de acción y a la complejidad de los trámites.
Ante tal situación, la comunidad ha tomado medidas para mejorar su seguridad. Los vecinos han instalado tranqueras y cámaras de vigilancia en las entradas del barrio, iniciativa que ha sido bien recibida por los residentes. Según uno de los involucrados en la instalación de estos elementos, “hubo algunos incidentes en la zona, por lo que se decidió poner tranqueras y cámaras para reducir la frecuencia de robos”. Además, se han organizado turnos semanales entre las familias para el mantenimiento de estos dispositivos de seguridad.
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Antes, los chicos pasaban el día jugando en la calle, paseando por el parque con amigos, sin preocupaciones. Sin embargo, los primeros asaltos comenzaron a surgir, y aunque al principio eran escasos, despertaron preocupación en la comunidad. Los vecinos empezaron a evitar estar todo el día en la calle, especialmente en la noche. Con el tiempo, los robos se volvieron más frecuentes, y la comunidad, sin saber cómo enfrentar la situación, decidió instalar una tranquera para impedir el acceso de vehículos motorizados al barrio.
Aun con la tranquera, la vida sigue. Los jóvenes van a estudiar por la mañana y sus padres salen a trabajar. Hacia el final de la tarde, algunos niños juegan en la calle. Sin embargo, cerca de las 9 de la noche, el recordatorio de que aún no nos sentimos seguros hace que todos regresen a sus casas. Los mayores encuentran en la puerta de sus casas un lugar seguro para conversar. Al estar en grupos y con vías de acceso restringidas casi no se ven incidentes de asaltos.
Esto ha tenido una muy buena repercusión en la seguridad de la comunidad, “se nota una considerable disminución de robos, así también el ingreso de vehículos desconocidos y personas sospechosas”, destaca Dayana, una vecina de La Flor. Ante esto, la comunidad se aferra a la esperanza de que, poco a poco, su localidad pueda recuperar la tranquilidad y la seguridad que tanto anhelan.
Informe realizado por los Corresponsales Escolares Mathías Daniel Timoteo Flores, Dulce Nataniel Cruz, Ismeldy M. Damián Guevara, Juan Mathías Toledo Mendoza, Jean Paul Ibarra Sánchez de la Institución Educaativa 3054 "La Flor" de Carabayllo, con la asesoría del docente V. Julián Zorrilla Penalillo y la mentoría del periodista de El Comercio Ángel Hugo Pilares.
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