Las nubes noctilucentes son las más altas del mundo. Conocidas también como nubes mesosféricas polares, son poco frecuentes, pero se pueden ver en el norte y sur del planeta entre las latitudes 50° y 70°.
Estas nubes aparecen a 89,5 kilómetros por encima de la Tierra, en la mesosfera, justo en el borde del espacio, y emiten un resplandor blanco y azulado.
Las algodonosas nubes cúmulus tienden a flotar a sólo un kilómetro y medio de la superficie terrestre. La más alta de las nubes comunes, el fino y ralo cirrus, sólo alcanza unos 13 kilómetros de altura.
¿Qué hace a las nubes noctilucentes tan diferentes a las nubes ordinarias, y por qué se forman?
MAR LUMINOSO Las nubes noctilucentes fueron descubiertas hace relativamente poco.
El primer registro de un avistamiento fue hecho en 1885 por el británico Robert Leslie, quien le escribió a la revista Nature, diciendo que un mar de nubes de color blanco plateado luminoso yace por encima del cielo crepuscular ordinario.
Leslie dijo que el extraño brillo parecía pintura fosforescente, y señaló que a pesar de que deben haber recibido su luz del Sol, no es fácil pensar que haya sido así, ya que en el cielo oscuro parecen más brillantes y pálidas que las nubes bajo una Luna llena.
EL DESCUBRIMIENTO DEL KRAKATOA Las nubes noctilucentes le deben sus primeras observaciones a una erupción volcánica en el otro lado del mundo: la del Krakatoa, en 1883.
El volcán entró en erupción con la fuerza de mil bombas nucleares, disparando una nube de polvo 80,5 kilómetros hacia el cielo. Esto provocó años de actividad atmosférica inusual, incluyendo increíbles puestas de Sol y la Luna de color azul.
Las nubes noctilucentes casi seguro que existían antes de 1883, aunque, que se sepa, nadie había escrito sobre su naturaleza única.
La palabra noctilucente proviene del latín y significa noche brillante, y estas nubes etéreas sólo pueden verse en el verano después de la puesta del Sol.
Esto se debe a que el Sol todavía está iluminando las nubes noctilucentes, mientras que el observador está en la oscuridad, lo que proporciona el contraste necesario para ver este fenómeno ópticamente tenue, explica Mark Hervig, científico investigador en el GATS, una empresa que las ciencias de la atmósfera.
Su trabajo ha ayudado a explicar muchos de los misterios de la creación y composición de las nubes noctilucentes.
Las nubes noctilucentes se componen de pequeñas partículas de hielo, le dice Hervig a la BBC, y explica que sólo se forman por debajo de los -120C°. Esto ocurre en verano, cuando la atmósfera se encuentra en su temperatura más fría y el aire caliente de abajo se enfría rápidamente al expandirse hacia arriba, permitiendo que se formen las nubes noctilucentes.
CAZADORES DE NUBES Las nubes noctilucentes han sido observadas y estudiadas durante todo el siglo XX y se han visto cada vez con mayor frecuencia en el XXI.
Pero ¿por qué parecen ser cada vez más comunes?
Tom McEwan, que dirige una página de internet de observadores de nubes noctilucentes desde 1995, dice: Los avistamientos son sin duda más frecuentes, pero hay que ver si esto se debe a una actividad fuerte de las nubes noctilucentes o es el resultado de una mayor conciencia del fenómeno entre los astrónomos y aficionados.
Los observadores ordinarios ahora pueden registrar las nubes con facilidad con el uso de cámaras digitales.
Incluso las cámaras digitales compactas básicas logran capturar los detalles finos de las nubes noctilucentes, explica McEwan. En la actualidad hay una red de este tipo de cámaras, operadas automáticamente por programas informáticos, distribuidas en todo el hemisferio norte, que captan resultados muy interesantes, cuenta.
POLVO EXTRATERRESTRE Los más grandes conocimientos sobre las nubes noctilucentes, sin embargo, han venido del espacio mismo.
En 2007, la NASA lanzó el satélite Aeronomía de Hielo en la Mesosfera (AIM, por sus siglas en ingés) con el propósito específico de reunir más datos sobre las nubes noctilucentes.
El satélite estaba equipado con cámaras y detectores para observar pequeños detalles dentro de las nubes.
El equipo de Hervig se valió de una herramienta llamada Ocultación Solar para el Experimento de Hielo (SOFIE) a bordo del satélite y pudo ver que cada uno de los cristales de hielo contenía un poco de polvo.
Ese polvo no es volcánico, sin embargo: es extraterrestre.
En 2012, el equipo de Mark Hervig confirmó que el polvo proviene de los miles de pequeños meteoros que se queman en la atmósfera todos los días y dejan rastros vaporizados.
Las partículas tienen el mismo tamaño que las que el Krakatoa habría lanzado a la atmósfera en 1883.
El polvo proporciona la superficie necesaria para que el agua forme pequeños cristales de hielo.
Estos cristales son cientos de veces más pequeños que los que podrían formarse en las nubes más bajas.
Su tamaño pequeño explica el color azul de la nube, dado que a esta escala los cristales dispersan la longitud de onda de la luz azul más fácilmente.
Los instrumentos anteriores no eran lo suficientemente sensibles como para detectar las capas de hielo, ópticamente delgadas, que el AIM mide sin ningún problema, dice Hervig.
SOFIE fue el primer instrumento del satélite en medir el humo meteórico de la estratósfera y la mesósfera, y proporcionó las primeras mediciones de humo continuas durante años, explica Hervig.
Esto les permitió ver que aparecían patrones y también descubrieron que esas nubes están presentes en el Círculo Polar Ártico durante casi todo el año.
FUTURO NUBLADO A pesar del poder de la misión AIM y los montones de datos que recogió, las nubes noctilucentes todavía albergan misterios y contradicciones entre lo que se espera de ellas y lo que realmente hacen.
Los experimentos anteriores han mostrado una reducción en las nubes noctilucentes durante los períodos de mayor actividad solar, debido al aumento del calor y la destrucción del vapor de agua, dice Hervig.
Sin embargo, durante el máximo solar actual, las mediciones del AIM muestran un aumento de actividad de las nubes noctilucentes.
El equipo ahora está investigando si esto se debe al aumento de los gases de efecto invernadero.
El aumento de metano produce más vapor de agua en la mesosfera, y se cree que el aumento del dióxido de carbono enfría la mesosfera, dice Hervig. Ambos efectos producen más nubes noctilucentes.
El equipo también encontró que el tubo de escape del transbordador espacial aumentó la presencia de las nubes noctilucentes. Con el programa del transbordador nos interesa observar qué cambios se producen y entender los efectos de la nueva generación de vehículos de lanzamiento, dice Mark Hervig.