A mi compañero: gracias por ser el papá que eres
Al nacer tu bebé también nacen los miedos. Miedos e inseguridades que antes no conocías.
Aún recuerdo cada detalle del sábado 26 de febrero, día que nos dieron de alta. Mientras transitaba por los pasillos de la clínica sentada en una silla de ruedas y con mi bebé en brazos, las inseguridades me acechaban. Una a una se alojaban en mi cabeza.
Cuando mi compañero –a quien va dirigido este post– sostuvo mi mano para subir al auto sentí que no estaba preparada para ir a casa. Pensé: no sé bañar a Alba, no sé cambiarle bien el pañal, no sé sacarle el chanchito. El pánico me invadió.
Él con la serenidad que lo caracteriza –que a veces se puede confundir con frialdad– sostuvo mi antebrazo y me impulsó a pararme de esa silla, en silencio me decía: esto lo vamos a hacer juntos, no puedes anclarte a esa silla, a tus temores.
A pesar de que la clínica queda bastante cerca de nuestra casa y en carro llegamos en 8 minutos (con tráfico), ese día el camino se hizo eterno. Manejaba súper lento mientras veía por el espejo retrovisor los músculos de mi rostro tensarse. Le había pedido que no vaya a más de 20 km.
Al llegar a nuestro hogar estaba muerta de miedo, él solo me observaba y me atendía. Recuerdo bien los primeros 21 días en los que tuve un bajón hormonal y la tristeza intentó opacar la felicidad de ver a mi bebé. Durante esos primeros días, mientras los tres nos conocíamos y, a pesar de mi naturaleza de querer controlar todo (obviamente la llegada de mi hija me mostró que no podía controlar nada), él permanecía en silencio y atento a cualquier detalle.
En aquellos días, él me daba más amor, a su manera, pero yo no lo veía. Yo solo veía a Alba (algo muy natural en esta primera etapa). Él mantuvo la casa en orden, me preparó el desayuno y la cena, algo que aún hace si es que el trabajo o las olas no se interponen.
Cuando empezamos a escribir nuestra historia recuerdo que le dije: por si acaso yo no quiero tener hijos, te lo digo porque no sé cuál sea tu plan. Pero mientras decía eso, en mi mente algo pasó y agregué: bueno, no es que no quiera, estoy más para el no que para el si. De alguna manera, sentí que con él sí quería un hogar (con o sin hijos), me provocaba verlo en cada amanecer y anochecer. Él respondió: está bien, pienso igual que tú. Ya veremos más adelante. Pero ese futuro se hizo presente al poco tiempo.
Y si bien nuestro camino estuvo y está lleno de puro conocimiento, altibajos, momentos mágicos con Alba, risas y discusiones; todos han sido transitados con amor y aprendiendo a comunicarnos. Una vez leí que nos hemos acostumbrado a escuchar al otro para responder y no para sostener. Algo que venimos aplicando a nuestro día a día.
Este año festejamos nuestro primer todo, como siempre digo. La llegada de nuestra hija, nuestro primer aniversario, mi primer Día de la Madre, su primer Día del Padre y muchas fechas más con nuestra familia de tres humanos y un perro.
Y aunque nos cueste ver una película juntos porque él prefiere la ciencia ficción o algo más científico y yo, pelas de fin de semana, que simplemente me hagan reír, no me imagino vivir esta hermosa aventura con nadie más. Incluso, cuando para él todo tiene una temperatura y tiempo específico en la cocina y me repita constantemente: los huevos duros se hacen en siete minutos. Una vez que el agua hierve los colocas despacito, con ayuda de una cuchara, para que no se rompan y esperas siete minutos.
Sé que no te gustan las efemérides, ni siquiera celebrar tu cumpleaños, pero mientras veo a Alba, a ti y a Lukas dormir me provocó decirte en estas líneas: ¡Gracias por ser el papá que eres!
Gracias por cambiarle tan bien el pañal a Alba, por entender mis tiempos (aunque te cueste), por decirme siempre que soy una buena mamá y abrazarme en mis momentos de crisis.
Gracias porque nunca quisiste “completarme” ni “rescatarme”. Gracias por respetar mis espacios, mis momentos de estrés, mis miedos, mis errores y mis aciertos.
Gracias por no querer cambiarme, por amar mis luces y mis sombras; y gracias por impulsar cada idea que viene a mi mente ¡Feliz primer Día del Padre, mi amor!
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