¿La maternidad nos hace guerreras?
Estoy convencida que sí, que la maternidad nos hace guerreras.
Desde el primer día de concepción se desata una guerra en nuestros cuerpos.
La vida que crece en nuestro vientre lucha, desde el inicio, porque nadie le quite su lugar; mientras que en nuestro cuerpo las alarmas se encienden y empieza la pelea…
Aunque aún no lo sepamos ese embrión se instala y se aferra a todos los agentes que vienen a desterrarlo. Fiel a su instinto, ese pedacito de tu corazón, resiste como un soldado en primera línea.
Y tú y yo, aún sin saber, sentimos que algo pasa en nuestro cuerpo, indagamos sobre qué podría ser… hasta que una ecografía o una prueba de orina confirma, lo que quizás esperabas o lo que jamás imaginaste (como fue en mi caso).
Desde ese momento hasta el final del embarazo el cuerpo pasa por un sinfín de cambios, no sólo físicos también emocionales. ¡Uf! Las hormonas te juegan en contra y sí, efectivamente, eres una guerrera.
Defiendes tu trinchera con todas las armas que tienes, porque sabes que esta contienda debes ganarla.
Pero los miedos acechan tu mente y, a veces, te paralizan…
Aunque todos te digan que pienses en cosas hermosas, en lo que tienes a tu alrededor, a veces, esto no es suficiente. Y el llanto te acompaña por horas, incluso días, se convierte en tu mejor aliado pero a la vez en tu mayor desafío.
¿Por qué lloras tanto?, te cuestionas y no tienes la respuesta. Y otra vez el miedo te inunda y te dice que eso no le hará bien a tu bebé y eso te hace sentir peor. Piensas que eres una mala madre, que si no puedes controlar tus emociones ahora ¿cómo será el día que tengas a tu bebé en brazos?, ¿qué pasará cuando su llanto te despierte?, ¿qué harás cuando le dé fiebre por primera vez?, ¿cómo reaccionaras cuando debas sujetar sus piernas para las primeras vacunas?. Esa vocecita en tu cabeza te repite una y otra vez: ¿vas a poder con ello?, ¿estás preparada para esto? y tú, en medio de las náuseas y las emociones a flor de piel, sigues sin hallar respuesta.
Quizás, el consuelo al que uno se aferra es pensar que todo llegará en el momento justo y mientras las decisiones que tomes vengan del corazón, desde ese amor profundo que todas las madres dicen sentir al ver a su hija o hijo, todo estará bien para ustedes, para la familia que decidiste formar.
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