Más historias....
Y aquí van cinco relatos más: “La cucaracha o cuento sin nombre”, “La figura”, “El bote”, “Invisible, pero no inexistente” y “Los perros y el parque”. Invitamos a nuestros lectores a seguir enviándonos historias de 600 palabras, las cuales seguirán apareciendo en las siguientes horas y días…La cucaracha o cuento sin nombre
El hombre abrió la puerta y entró al cuarto de hotel con la mujer que tenía cogida por un brazo.
El clic de la puerta cerrándose detrás de sí lo tranquilizó. El cuarto estaba oscuro, pero un alfiler de luz del día entraba delgado por una abertura de la cortina y se posaba sobre un pedacito de la alfombra que él se imaginaba que era roja. Podía oler el sudor del cabello de la mujer, bajó el mentón para olerle también el cuello que temblaba. Metió la mano que tenía libre dentro del bolsillo de su pantalón de lino, pasó los dedos sobre el delgado cañón de la pistola automática que llevaba dentro y recordó que nunca había disparado un arma de fuego.
Él caminó a tientas y arrastró a la mujer hacia donde se imaginaba que estaba la cama que él quería que estuviese cubierta de terciopelo. En la penumbra del cuarto pudo sentir que la mujer había empezado a sollozar y parecía decir algo que él no podía entender porque ella se ahogaba al hablar; sobre la mano de él caía algo húmedo, babas y llanto, pensó él y sonrío. Chocó con la cama que él imaginó que era de tamaño matrimonial y sintió que su corazón estaba a punto de llegar a su estómago; una erección personal, pensó.
- Por qué no te sacas el short –le dijo él al oído. Su voz sonaba calmada y lenta, pronunciada casi palabra por palabra.
Él podía oír a la mujer sollozar mientras tanteaba sobre la cama para apoyarse. Luego él escuchó caer sobre la alfombra lo que pensó que era el short. Él sintió la boca seca y se pasó la lengua por los labios.
- El resto –dijo él.
Parado en medio de la oscuridad él escuchó caer una prenda más otra prenda; incapaz de moverse para no ahuyentar una pajarita hermosa o un pez que ha mordido la carnada, el hombre empezaba a sentir la alegría de ver llover las monedas de una máquina tragamonedas; moneda tras moneda, cada una cayendo entre sus manos con cada vez más alivio, más plenitud; no más carencia, no más sed, no más espera, pensó él. Estaba feliz.
Un teléfono celular empezó a timbrar con el ringtone de La Cucaracha. La mujer paró de llorar. Silencio. La cucaracha una vez más. El hombre sintió que en todo el cuarto, en todo el hotel, en toda la calle, en todo el balneario, en todo el mundo había el mismo ringtone: la cucaracha, la cucaracha, la cucaracha. El hombre intentaba colocar más monedas a su tragamonedas mental, jalaba la palanca; nada, vacío, desolación. Se desplazó hacia la entrada de la habitación, tanteó sobre la pared, encontró el interruptor y lo presionó: sobre el filo de la cama estaba la mujer desnuda con la cabellera algo húmeda, encorvada, con el bikini entre las pantorrillas, restregándose los ojos con una mano y con la otra apoyándose sobre el filo de la cama.
El hombre puso el arma automática sobre la mesa de noche, caminó hacia la ventana, corrió la cortina; afuera el día era blanco y enceguecedor, cerró los ojos y aspiró el soplo dulce y suave de las olas del mar y se preguntó qué iba a hacer con un arma que no podía disparar y que descansaba sobre la mesa de noche de un hotel al costado de una mujer que él siente que lo mira en silencio y que él se imagina que se sube el bikini y se cubre los pechos con una mano mientras trata de no reírse de él.
Javier Farfán Cedrón
DNI 26695879
La Figura
Esa noche desperté de una pesadilla. Ya ni siquiera recuerdo que fue lo que soñé. Un sueño era nada comparado con lo que estaba a punto de sucederme.
La pesadilla no me hizo gritar, lo que sí consiguió fue que mi habitación, inundada de silencio y oscuridad se tornara tenebrosa. A mis ocho años no tuve otra reacción y, todo empeoro cuando algo comenzó a moverse. La madera del closet parecía estirarse, no hacia ruido. Pero algo salía de la madera como si saliese de una piscina. Una forma se dibujaba, oscura, oculta, pero no lo suficiente para ser indetectable, es más, ahora, diría que su intención era que pudiera verle ahí, erguida frente a mí, la figura de una persona.
Dije para mis adentros “Que suerte que no me he movido” y también “¿podrá ver que mis ojos están abiertos?”, “¿Sabe que lo estoy viendo?”, “¿Quién es?”, “¿Qué hace aquí?”, “¿Es una mujer?”, “¿Es un hombre?”, “¿Qué hago?”.
No podía distinguir realmente su género. No encontraba ningún rasgo que me ayudase a identificarle. Era la silueta de una persona sin duda, pero, ¿quién era?
La figura permanecía tan inmóvil frente a mí que en medio del pánico no sabía si era tonto pensar que no me estaba mirando, que no se había dado cuenta que estaba despierto, que no me haría daño.
¿Qué debía hacer? Pensé, “Si grito es probable que me haga algo antes de que llegue papá. Ni siquiera debe estar despierto. Esta persona está mucho más cerca.”
Decidido a no moverme y seguir actuando trate de meterme bien en la cama, ya que la pesadilla me sobresalto y había terminado un poco destapado y apoyando mi cabeza y parte de mi espalda sobre el cabezal de la cama. Mi temor más grande se volvió realidad al ver que la cabeza de la forma seguía mi inútil intento por devolverme a una posición de descanso sin ser notado. Estaba mirándome, y seguía mis movimientos.
Traté con todas mis fuerzas controlarme. Una parte de mi me decía que era irracional controlar el temblor de mi cuerpo. ¿Para qué?, si me estaba viendo. Quise, por lo menos, que no supiese que estaba consciente de su presencia, y por otro lado, sabía que mis esfuerzos eran inútiles.
La situación se prolongó por un breve periodo que se sintió tan eterno como debería de sentirse la llegada de la muerte. La figura comenzó a moverse. Dejo de mirarme y empezó a examinar mi habitación. Extendía su mano a veces, como queriendo coger los cuadros o las chucherías que todo niño tiene, pero no parecía terminar de animarse a tocar nada.
Siguió recorriendo el lugar hasta que se ubicó a los pies de mi cama. De repente se agacho. Casi no podía verlo. Solo el borde de su cabeza me era visible desde la posición en la que me encontraba. Luego de un rato, opté por incorporarme lentamente para ver que hacia.
Le vi arrodillado, de perfil. Extendía su mano hacia un bulto que no supe reconocer encima de mi escritorio. Lo alcanzó, y en ese mismo instante mi padre entró por la puerta y el bulto cayó dejando tan solo un suelo iluminado donde había estado la figura.
Pude distinguir miedo en los ojos de mi padre. Se llevó una ingrata sorpresa al entrar en mi habitación. Ya más confiado por su presencia me incorporé hasta estar sentado, y pude divisar en el suelo a mi mochila, aplastando a una serpiente que aún se retorcía por liberarse.
Al instante mi padre entró y corrió hacia mí. Me levanto en brazos y me saco tan rápido como pudo de la habitación. No sin que pudiese notar en los trazos raros que puede adquirir el barniz en la madera de mi closet a la figura. Estaba ahí, su forma me fue inconfundible. Aquellos trazos del maestro carpintero que hizo esa puerta y que no debían tener ningún significado me mostraban a la figura que vi al librarme de mi pesadilla, solo que en la madera, daba la impresión que algo salía de su espalda. Parecían alas.
Jean Paul López Franco
DNI 44804777
El bote
Pasando por la playa cerca del ovalo, Jean diviso en la orilla un barquito, miren allá volteamos casi juntos, allí hay un barco, Javier dijo, eso no es un barco es un bote, tamare estos huevones como si nunca hubieran visto uno, bueno estamos cerca de la punta, Balo se fue a mear.
Atilio tomo la iniciativa, ayúdenme pes carajo, lo siguió el cabezón, huevo también tomo un extremo Balo y Javier tomaron los remos, yo decidí ir más atrás para ver si venia o se acercaba alguien entonces escuche un ruido, muy cerca de ahí estaba una caseta de diarios se sintió una cerradura abrirse me puse alerta ,mientras mis amigos se reían y festejaban al dar vuelta al bote y arrastrarlo hacia la orilla, de ese lugar salieron 2 hombres nunca me voy a olvidar del temor , no se muevan grito uno de ellos.
Yo me quede inmóvil ,detrás mío sentí que las risas pararon y la chacota se esfumo como las olas al golpear el peñasco, Así que son pendejos no, dijo el otro hombre que era menor ,el mayor un tipo muy alto le corto y dijo, ya se jodieron cerca está la correccional, estos nos quieren joder, al instante pensé, yo tengo carrera ,soy muy veloz, en esos tiempos mis propios amigos me decían eso, que yo corría como Cheetara aquella heroína de los Thundercats incluso era más rápido que Javier que era el más veloz antes que yo le quitara el trono barrial de velocidad.
Decidí, me las tengo que jugar voy a salir corriendo por en medio de los 2, solo correré, no parare hasta llegar a la Punta, lo único que me preocupo en ese momento fue mi hermano, al ser el más pequeño y no tener velocidad temía que lo agarraren y de ahí me masacre mi viejo por dejarlo solo si es que salía de esta, a la mierda ya cada uno baila con su pañuelo.
Corrí y corrí como nunca lo había hecho.
Dimos la vuelta al ovalo sin ir a esa playa ,nos metimos por la parte que corretearon a Jimmy, por el muelle escuchamos unos ladridos, era Oliver el perro, Atilio estaba agachado por debajo de uno de ellos, muchachos gritó ‘toy aquí’ hace rato, me escondí, puta, Paco felizmente corriste, yo salí de pronto comenzamos a tirar piedras y nos fuimos. Nos sentamos en la playa, Javier decidió vigilar, yo me tendí en las piedras recuperando el aliento y el susto a la vez, de pronto me pare y dije voy a buscar a mi hermano ,iré a esa playa , no seas huevón me dijo Javier, estás loco te van a chapar, si voy no jodas es mi hermano ,nadie más me replico, subí hacía la calle doy la vuelta a la izquierda y veo viniendo de abajo a Balo, el huevo y mi hermano, mi semblante cambio me dio risa verlos, todos estaban bien y venían comiendo unos chups de fresa, pacoooooo pacooooooo, hola ,hola muchachos, me volvió el alma al cuerpo fui a encontrarlos nos reímos y abrazamos a la vez.
Eran ya las 7, la adrenalina había sucumbido, las olas estaban tranquilas, decidimos darnos un chapuzón y olvidarnos un momento del mal rato pasado, tanto era el miedo que al regresar a casa teníamos que pasar por esa playa, juntamos nuestras ultimas monedas, tomamos la 76, cuando el micro paso por ahí nos escondimos, todos menos uno, Jean levanto la mitra, el bote está ahí, parece que no está roto porque hay gente, Paco si tu no corrías terminábamos presos esa madrugada.
Santiago García Yáñez
DNI 25845662
Invisible, pero no inexistente
Recordaba que hacía casi 30 años desde aquel incidente que invisible ante todos, no fue inexistente.
Era el comienzo de una tarde, y la niña de 3 años estaba mirando fijamente aquel espejo. El espejo se encontraba en el salón de estar de la casa pequeña que había albergado nada menos que dos travesuras previas, nº 1 una subida con zapatos al mostrador de la cocina, en busca de chocolate o cualquier secta del mismo, y nº 2 un uso del colchón de la cama de la abuela como tabla de surf sobre las escaleras.
No había nada particularmente sospechoso aquel día, solo que al parecer había ocurrido lo que pocas veces ocurría, algo tan magnífico como un eclipse: habían dejado a la niña sola en casa, y sabiendo lo inusual de esas circunstancias, instintivamente había dejado que la atracción la llevara al espejo que flotaba enigmático mientras iba reproduciendo imágenes. Aquel frío y ostentosamente dorado rectángulo era considerado un intruso por la niña, debido lo intrigante de su comportamiento, ya que ella no sabía cómo es que ese objeto podía sostenerse tan firme y tan alto sin ningún tipo de ayuda. Así que en medio de un breve instante dejó de estar paralizada enfrente de él para valientemente tomar un silla y elevarse a su altura, pudiendo mirarlo frente a frente, ojo a ojo, nariz a nariz.
En aquel momento, en un arrebato indómito sostiene al espejo con sus pequeñas manos, levantándolo y alejándolo de ella para empujarlo despóticamente hacia la pared, como una especie de defensa de la intimidad, pero al sentir su gran peso, se asusta, y aterrorizada teme soltarlo, ya que en su embrionaria concepción de la física sabe que lo que podría acontecer al soltarlo: ¡el asesinato del monstruo de vidrio y de pan de oro!, se rompería en tantos pedazos que no le alcanzarían los dedos de las manos y pies para contarlos.
Luego de varios extensos minutos en esa misma posición que mostraba cómo el peso del espejo iba cayendo sobre sus débiles manos y brazos, así como el frío contraste del sudor de sus extremidades versus la lisa montaña que robusta de imágenes le estaba aplastando lentamente sus ánimos de lucha, el espejo dibuja la bruta burla de una mirada congelada y un debilitamiento acumulativo.
Mientras iba perdiendo las fuerzas, cansada ya de aquel peso tormentoso que significaba cargar el espejo, imaginó todas las posibles excusas que daría a los propietarios del inmueble.
No importaba si hacía brillar la carta de la inocencia e ingenuidad frente a sus jueces Papá y Mamá. También existía la clara oposición argumentativa que sus hermanos mayores harían, ya que estaban exponencialmente más entrenados en el arte de evitar castigos y destapar ¨mal comportamientos¨. Derrotada y sin nada más que repensar, la niña abrió sus manos. Dejando de atrapar al espejo y devolviendo sus brazos al cuerpo, ella dejó ya que esa inútil carga la abandonara por fin, resuelta a afrontar las duras consecuencias de tan augusta y desafortunada travesía.
Segundos después quedó maravillada al ver al rectángulo salpicar algunos pálpitos lentos, volviendo siempre a una pared que le exigía mantuviera su postura.
Ella, dejando de estar afligida, baja asombrada de la inmensa silla y extrañada ante aquel encantamiento, decide descifrarlo volviendo su mirada a la pequeña sombra que hacia el espejo con la pared, aquel místico encuentro ,escondía una brillante cuerda y un soldado inagotable de metal, aquel clavo solemne que, sacrificado, tomaba al monstruo y lo convertía en ventana de reflejos.
Abriendo los ojos aún más, dejó salir su primera carcajada de carácter monologo.
Shadi Cerpa
DNI 41509518
Los perros y el parque
Me visto bacán, o sea, me van a ver, y salgo a pasear a mi perro nuevo. No sé qué pasa pero desde que salgo con él me siento como que más seguro de mí mismo, las chicas me miran o lo miran a él que es lo mismo, y me siento regio, bacán, grande, joven, fuerte y sano como lo es él.
Realmente no lo amo, pero es importante que todo el mundo se dé cuenta que me llevo muy bien con él, que me ama porque soy capaz de ser amado, y ellas no pueden ser ajenas a esta evidente atracción de parte mía; soy cuidadoso con su baño, con sus vacunas y con su comida, porque así quiero mostrarme, limpio, ordenado y cuidadoso, si por mí fuera me pasaría el día paseando al perro, me siento bien, me da motivo para salir a la calle a ver a la gente y sobre todo para que la gente me vea a mí, claro que nunca falta algún atorrante que finge que no me ve y claro que no sé qué voy a hacer cuando se ponga viejo o feo, estoy seguro que lo voy a querer para siempre, pero en verdad no sé qué voy a hacer, aunque ahorita no puedo preocuparme porque estoy por salir a pasear(me)lo con su correa nueva que está re bacán.
POSDATA.
Me rebelo, contra aquellos que sacan al perro a cagar al parque.
Los parques son para los niños, para los viejos, para que los jóvenes chapen, pero a los niños no los dejan jugar, o si los dejan no pueden jugar tranquilos por temor a infectarse.
Los dueños de los perros se pasean muy orondos con sus canes, como si ellos, los animales, fueran una prolongación de ellos mismos y les permitieran superar sus complejos de inseguridad y su pequeñez personal.
O sea, seré yo feo pero mi perro es de raza, o sea ni siquiera bonito, sino de raza, o sea estoy a la moda, y todos al ver al perro me ven a mi, o sea a ellos, y el ego de estos pequeños se ve acrecentado, se eleva un poquito y hasta por ahí pueden atreverse a hablar con alguna otra paseada que lleva al perro como adorno de ella misma.
Y finalmente me compré un perro, o mejor, le compre un perro a mis hijos, como así, pues usando la estrategia de los propios vendedores, ya que la oposición de mi querida esposa, como no podía ser de otra manera, siempre fue férrea. El gancho es que te dejan cargarlo, te dejan agarrarlo cuanto quieras te dejan hacer sufrir al animal mientras tú dices “que bonito” si eres mujer, o “yo sé de razas y este parece fino”, si eres hombre.
Hoy, el perro ya creció y mis hijos sólo lo buscan para molestarlo. El menor lo “marca” cual si fuera un rival en la cancha, hace lucha libre con él. Evidentemente el pequeño perro acepta todo eso moviendo la cola, mi hija, en cambio, se limita a humillarlo, lo viste con ropas de muñeca, aunque sea macho, lo peina, quiere dormir con él, y pésima combinación, le hecha desodorante y perfume, el resultado, es desastroso, pero como en el primer caso, el perro acepta gustoso.
Soy el único que lo saca a correr al parque, y ciertamente me siento bacán, me miran y comparan a sus bichos con mi hermoso cachorro, que, ciertamente, me hace sentir un poco más joven aunque, a decir verdad, muy pocas veces recoja yo sus cacas.
Álvaro Javier Novoa Allagual
DNI 07833842