Rusia 2018, el Mundial donde la tecnología equiparó al talento
Los primeros partidos vistos en Rusia-2018 marcan una tendencia: Muchas sorpresas, pocos expulsados y bastantes penales. En medio de al menos los dos últimos ítems mencionados, aparece el VAR, mesiánico y solemne, algo reformulado respecto a su primera versión donde unos sujetos que eran una especie de ‘jueces sin rostro’ metidos al fútbol, le contaban al árbitro a través de un audífono qué cosa debía cobrar, etapa que parece empezar a ser superada. Lo cierto es que el VAR ya cambió la perspectiva del jugador. En verdad, cambió la del fútbol mismo.
Hoy los futbolistas saben que se acabó el codazo ‘solapa’, el foul artero disimulado por un cínico: “¡pero si fui al balón!”, dicho con descaro. El VAR desviste sin prisa pero sin pausa toda intención oscura, y entonces aquellos futbolistas de habitual conducta delictiva razonan ya dubitativamente ante la posibilidad de ‘gomear’ a un rival, como los árbitros ante un ‘off side’. Es decir, ante la duda se abstienen. Evitan las ‘malas artes’ porque entienden que detrás de toda manifestación ‘artística’ de esa naturaleza bajo la cual antes ‘todo parecía un accidente’, habrá ahora una cámara siguiéndolos y una roja empotrada contra su cara.
Yo, opositor como era al VAR en su etapa primigenia, lo veo por estos días con menuda simpatía. Primero, porque se ha sumado la posibilidad de que el árbitro pueda observar por sí mismo la acción en una pantalla y no guiarse por lo que le cuentan unos tipos desde una torre. Ahora puede decidir en base a lo que ve, para eso está. Y segundo, porque se viene descontando el tiempo que corresponde al final de los partidos ante las paralizaciones extras que requiere el atender el aporte de esta tecnología. Hoy se adicionan cinco, seis minutos y nadie objeta, porque la justicia tiene un precio que se paga cómodo: apenas con tiempo cronometrado de justa reposición.
Contrariamente a lo recién expuesto, la cifra de penales sancionados sí parece redoblarse con el VAR: 10 en 16 encuentros de la primera fecha. De hecho, el que le tocó ejecutar a Cueva fue cobrado gracias a la tecnología, como varios más. Y es que en este punto sí el VAR no es disuasivo. El jugador que infracciona entiende que igual, evitar goles con una falta, sí es el último recurso. Solo hay que tratar que no sea violenta para no recibir una roja. Un penal en vez de gol, alarga la agonía tal vez, pero puede valer la pena en algunos casos. Pregúntenle sino a daneses e islandeses. Total, en una de esas, no entra.
¿Y el talento dónde está?
Finalmente, cabe preguntarse: ¿Por qué tantas sorpresas en este Rusia-2018? Bueno, simplemente la tecnología está nivelando el fútbol. Más allá de que al final en los mundiales siempre la Copa es para los mismos, hoy el talento de los favoritos está siendo contrarrestado con el estudio científico, con los programas informáticos de análisis que te dicen hasta qué desayunó tal o cual adversario.
Así entonces, un día le dijeron al central Araujo, el de nuestra selección, que su nivel de salto (me niego a escribir saltabilidad, lo siento, nada de neologismos conmigo) era idéntico al de Suárez y Cavani, justo en la previa del duelo ante Uruguay en Lima, el que ganamos, por cierto. Lo contó tiempo después él mismo, y claro, la verdad si te dicen una cosa como esa sales a la cancha más convencido que ‘Karate Kid’ luego de una sesión de ‘encerar-pulir’ con el señor Miyagi. Ese tema, el del estudio científico del rival y de las propias posibilidades, explica resultados como la derrota de Alemania ante México, la igualdad de Brasil ante Suiza y el que Argentina haya resignado un empate ante Islandia, equipo donde el arquero es cineasta de profesión, el entrenador odontólogo, los dos delanteros cirujanos y uno de los volantes asegura no conocer quiénes son Mandzukic o Suárez. Si no te enterneces con eso, es que tienes el corazón de piedra
Hoy existen programas de análisis que te dicen que determinado jugador toca 35 veces la pelota por partido, que recorre 8 kilómetros durante él y tres de ellos a 25 kilómetros por hora, que con el ojo derecho visualiza el 75 por ciento de sus opciones de pase, mientras que si mira con el izquierdo falla dos de tres, y que cada vez que pierde una pelota, se demora en promedio 47 segundos en volver a tenerla. Con ese nivel de precisión que linda con la esquizofrenia estadística, un entrenador cualquiera pronto tendrá grandes posibilidades de controlar a Messi, Neymar y Cristiano juntos. Y eso, hasta jugando solo con 9 hombres.
¿Habrá más sorpresas una vez finalizada la fase de grupos? Una o dos, quizá. No esperen más. Los chicos avanzan a punta de estudio, sí, pero, al final, la película mundialista de cada cuatro años tiene siempre el mismo final…. Por ahora
En un par de mundiales más, quién sabe…