¿Quién mató a Eyvi Ágreda?
Probablemente la primera respuesta que venga a tu mente sea que a Eyvi la mató Carlos Hualpa. Ese tipo que seguramente estaba “loco”, porque para quemar viva a una mujer en pleno transporte público, hay que estar mal de la cabeza, ¿verdad?
Tal vez pienses que se trata de un hecho aislado, muy terrible y extremo, que está lejísimos de pasarte a ti o siquiera a alguien que conoces y quizás, por eso mismo, no estás haciendo nada por erradicar los comportamientos que nos llevan, como sociedad, a permitir que cosas como estas sucedan todos los días.
A Eyvi Ágreda la mató el machismo, ese que está inmerso en la base de lo que define lo femenino y lo masculino. Esas conductas y estereotipos que inculcamos a nuestros hijos desde que nacen, esas creencias que los limitan, los encasillan y que pueden terminar por convertirlos en agresores o víctimas.
Ponte a pensar en todas las veces en las que les dijiste a tus hijos que los hombres no lloran, que tienen que ser valientes, que no está bien que jueguen con muñecas o que les interese más el baile que los carros. ¿Qué cara pondrías si tu hijo te dijera que le gusta la poesía y que no le atrae el fútbol? Date cuenta y haz un esfuerzo por no decirle a tu hija que las niñas tienen que ser delicadas, deja de leerle solamente el cuento que dice que “se casaron y vivieron felices para siempre”, en lugar de darle ejemplos de mujeres que “vivieron felices para siempre” sin una pareja sentimental. Deja de hacerle creer que solo va a ser feliz y sentirse realizada cuando se case o tenga hijos. Deja de justificar al niño que la “molesta” porque seguramente se siente atraído por ella. Diles, a ambos, que el amor no hiere, no acosa, no mata.
¿Quién mató a Eyvi Ágreda? El machismo. Y la única manera de erradicarlo es educar a nuestros hijos en igualdad, respeto y amor por ellos mismos y por los demás. Para eso, papás, debemos empezar por nosotros: por dejar de pensar que los hombres deben ser los únicos en pagar las cuentas; por dejar, como mamás, de cargar con todo el peso de la crianza de los niños; por empezar a agregar a los papás a los grupos de whatsapp del colegio; por ser voluntarios, como papás, para ser los delegados del aula; por salirse de los grupos de amigos que envíen videos o imágenes en los que se utilice el cuerpo de las mujeres como objeto sexual; empecemos repartiendo equitativamente las labores del hogar; dejemos de llamar “maricones” a los hombres sensibles o “marimachas” a las mujeres aguerridas…
Aceptemos que el Perú tiene un problema gravísimo: el machismo. Sólo así podremos asumir que algo debe cambiar y tal vez entonces podamos aspirar a tener una sociedad más justa para nuestros hijos, una educación con enfoque de género y políticas públicas que no permitan que se nos denigre o asesine todos los días.