Avalanch, la pasión por un supergrupo
No soy un fanático de Avalanch, ni del power melódico en general, con las excepciones de rigor (la mayor de ellas debe ser Blind Guardian), sin embargo siempre he admirado la capacidad de ese estilo para aventurarse sin complejos en el preciosismo sonoro, su talento para sumergirse en orgías melódicas sin descanso, la enorme capacidad instrumental que deben tener sus cultores para conseguirlo y, también, el fanatismo y fidelidad de sus seguidores. El power es en general un importante puntal de la comunidad metal, donde sea que esta exista.
Por ello la llegada de Avalanch generaba expectativa. Si bien es cierto no se encuentra entre los gigantes del género, que en los 90 tomaría propio cuerpo, supo desde la región de Asturias en España irse abriendo un sendero a base de persistencia y talento. Poco a poco con diversos cambios de alineación fueron creando un repertorio efectivo y unos seguidores constantes, a ellos contribuye sin duda que se expresan en castellano y eso hace más accesible sus letras en España y América Latina, regiones en las que tienen más fans. Por supuesto, la música es suficientemente buena como para que puedan despertar entusiasmo en otros medios lingüísticos también, de allí que a lo largo de los años hayan podido tocar en importantes festivales de Europa y hayan girado por Estados Unidos, aunque con evidente menor impacto.
Sin embargo, de la alineación española de Avalanch que años atrás existiera y diera forma al nombre, hoy solo queda su guitarrista fundador, Alberto Rionda, principal letrista del grupo y quien le da legitimidad a que la actual formación pueda seguirse llamando así. Hoy en día Avalanch es lo que se conoce como un supergrupo, una banda formada por personalidades de la música cuya trayectoria ya está cimentada previamente. No nos equivocamos al decir que en esta alineación brilla como supernova Mike Terrana, baterista de docenas de proyectos y nombres famosos, entre los que destacan sus trabajos con Yngwie Malmsteen, Tony McAlpine, Roland Grapow, así como su prolongada participación en la carrera de los destacados progresivos Artension, por mencionar solo lo más deslumbrante de este hombre (para los que deseen saber algo más sobre sus participaciones les recomiendo The Ferrymen, otro proyecto power progresivo que este año lanza su segunda trabajo). Es simplemente un gigante. A él se suma alguien como Dirk Schlächter al bajo, miembro histórico de Gamma Ray; Jorge Salán, guitarrista de Mago de Oz, y el teclista Manuel Ramil, antiguamente miembro de los españoles Warcry, banda que tiene su historia con Avalanch también. En las voces en esta gira ha venido Jorge Berceo de la banda Zenobia, un cantante muy competente y que fue presentado como un sustituto temporal de Israel Ramos, miembro fijo. Si cuentas con esta gente, tienes que lucirla y a eso apostó Rionda durante la noche.
El show: Blizzard Hunter
El concierto comenzó con la espectacular presentación de los nacionales Blizzard Hunter quienes tocaron por algo más de 40 minutos un compacto set en los que brillaron más sus nuevos temas recientemente aparecidos en un poderoso EP, A Lesson in time, (que dentro de poco comentaremos). Ya no es cosa de sorprenderse con la calidad de la banda, sin embargo hoy en día yo me atrevería a afirmar que Blizzard Hunter es la más destacada banda de heavy metal tradicional de nuestro país, no solo hoy sino en general tomando en cuenta toda el trayecto histórico y con el perdón de los clásicos que el Perú hayan sido y sean aún. No es solo que la performace de Sebastián Palma sea hoy en día ya irreprochable (felizmente ha ido dejando de lado algunos excesos en sus movimientos y en sus tonos vocales más altos) sino que en sí la ejecución instrumental es realmente superior. Esta vez quisiera llamar la atención sobre su actual guitarrista, Ramón Lau, cuya precisión se ha vuelto vital para la ejecución de la banda. Además en esta ocasión pude ver mejor a Bruno Gadea, su baterista. Un hombre que sabe marcar con contundencia y que da la seguridad que una banda que se maneja profesionalmente necesita para estar tranquila y desenvolverse en el escenario. La banda estuvo brillante y el sonido, de primera. En la parte de atrás tenían un puesto con su mercadería, polos, tazas, Cd’s y cassettes. Muy bien, eso es importante para una agrupación, mover su mercadería.
El área de estacionamiento del Festiva estaba dividida en dos secciones, que separaban los dos precios de las entradas, como no es un espacio tan grande desde la segunda sección todo se veía con mucha claridad. El escenario lucía muy bien iluminado, se notaba una mayor inversión en ese aspecto que en el promedio de shows que se realizan en el local, que valgan verdades puede ser muy oscuro. Así, alrededor de las 10 de la noche empezaron a subir los Avalanch y dio comienzo su show.
Avalanch
Algo que se hizo evidente es que la zona de la batería destinada a Mike Terrana estaba especialmente iluminada y el hombre brillaba como un sol, en medio de los tambores y platillos que golpeaba con firmeza y maestría. La gente, fanática de la banda, coreaba y conocía muy bien las letras (no era mi caso). Solo algún tema me resultó familiar. Debo confesar que mi mayor problema con Avalanch es el toque pop común a muchos de sus temas, lo que en sí no es criticable, pero me impiden terminar de conectarme. Igual, tampoco es que se trate de una banda de pop, se mantiene dentro de las formas melódicas del metal.
La interactuación de la banda con el público fue totalmente profesional. Alberto Rionda no lucía muy grande en el escenario pero proyectaba simpatía, alegría, comodidad, satisfacción; daba la impresión de haber pasado un buen rato en el país. De hecho se trata del inicio de la gira así que estaba con todas las ganas. Se dirigió en un par de momentos a la audiencia, cayó bien en particular cuando bromeó sobre que Berceo aún no había tenido tiempo para aprenderse todos los temas y pidió que cantáramos a su lado por si se había olvidado de la letra de uno, de paso pidió un saludo de todos para Israel, cantante permanente de la banda y que se infiere se estaría recuperando de algún problema de salud. Berceo cantó a continuación uno de los más sentidos y suaves temas del grupo.
Es destacable la excelente presencia y desenvoltura escénica de este hombre, que sin ser el vocalista oficial de la banda, desplegó una enorme energía y carisma. Siguiendo la tradición de Mercury hizo cantar y corear a la gente, jugó con el auditorio, lució cual capa una bandera peruana con el símbolo de Avalanch, que el club de fans le había llevado (también hizo flamear una enseña venezolana de los fans de dicha nacionalidad presentes en el evento) y el culmen de toda esta exhibición fue cuando hacia el final del show, bajó del escenario y caminó entre el público; la gente le rodeó mientras él se desplazaba e incluso se acercó a la segunda zona para poder cantar con ellos. Algo muy apreciable por cierto.
Los demás integrantes no se quedan atrás en esto, si bien es cierto no bajaron del escenario lo que ya habría sido un exceso, sí tocaban en constante dinámica con la gente. Ramil, el teclista, que no aparece constantemente en todos los temas, se mantenía en el escenario animando a la gente. Creo que Schlächter fue otro de los de más vinculación con la gente, mostrando, más allá del obvio profesionalismo, un ánimo bastante divertido y relajado, de maestro con décadas a cuestas en los mejores escenarios de Europa y el resto del mundo.
Quizás lo más memorable desde mi perspectiva fue el trabajo en los solos. Mike Terrana se despachó uno de aquellos que no solemos ver por estos lares. Duró muchos minutos en los que además de hacer los redobles enérgicos correspondientes, trató crear una experiencia sonora. Llegó un momento en el que tocó los parches con las manos, al estilo John Bonham. Memorable. Su ejercicio culminó a los sones del tema clásico de la cinta Rocky, mientras el hombre bajaba de la tarima a recibir el homenaje unánime del público (creo que más de uno se animó a ir al concierto al enterarse que era él quien estaba tocando). El bajista Rick Schlächter también se animó con un solo, lo que es particularmente desafiante pues el bajo es un instrumento de menor brillo y cuyas diferencias cromáticas son más complicadas de captar. Sin embargo fue un ejercicio espectacular, que en mi opinión rivalizó con el de Terrana, sobre todo por la menor espectacularidad que tiene su instrumento. Jorge Salán también ejecutó un muy breve solo, que yo catalogaría de efectivo. Me hubiera gusta que intentara un duelo batería versus teclados o versus guitarra, al estilo de los viejos shows de Malmsteen. Pero lo hecho estuvo muy bien.
Sobre los temas ejecutados, era conocido de todos que se trataba de la gira promocional del último álbum, El Secreto, así que se trató de darle bastante espacio a esos temas. Se tocaron varios clásicos también, pero menos que en giras anteriores. De entre estos destacó Pies de Barro, Delirios de grandeza y la gran Torquemada, entre otros. Se echó en falta, al menos para mí, Ángel Caído, que fue ampliamente solicitada por el público a puro grito.
Sobre los aspectos técnicos del concierto debemos decir que el sonido sin lugar a dudas fue excelente. Tanto por el equipamiento, como por el manejo en consola. La banda trajo su propio sonidista y es evidente que sabe hacer su trabajo. El apartado iluminación estuvo muy bien, por encima del promedio de los shows en Festiva, se ve que hubo un despliegue especial en este caso. Sobre la asistencia, podríamos decir que fue moderadamente buena sin exagerar: unos 350 como máximo, en un recinto que pueda dar cabida a más de 800. Así que se vio bastante espacioso. Considerando las asistencias que se dan en Lima y el precio de las entradas, no anduvo mal pero estuvo lejos de un agotado, algo que dicho sea de paso me hubiera sorprendido de suceder, acá ni Judas Priest ha sido agotado (como odio la cumbia).
En definitiva fue un evento de buen nivel, con un supergrupo que ofreció un show superior y a la vez coherente para una audiencia muy específica del metal. Esperamos que otros públicos del metal reciban espectáculos de este nivel.
Las fotos que son de lejos lo mejor de esta nota son gracias a mi querido camarada el gran Ricardo Choy Kifox.