En este mes hace 9 años partió un pilar del metal: Chuck Schuldiner, un maestro para siempre.
Este año no terminará sin recordar a uno de los más importantes músicos de la historia del metal: el genial Chuck Schuldiner. Es difícil poder decir algo interesante o novedoso acerca de algo tan socorrido por personas que tuvieron conocimiento directo de la persona, por eso he preferido narrar mi relación personal con la obra de Schuldiner que, supongo, es un buen ejemplo de cómo nos hemos relacionado y tomado contacto con Death. 1988, tengo 14 años y estoy en segundo de secundaria (en un colegio adventista, para más señas). Llevo un año escuchando metal sistemáticamente. La radio pone temas de heavy metal comercial y glam. Canal 27 comienza a transmitir videos musicales toda la tarde, entre ellos el video del Ultimate Revenge. Como adolescente ansioso de conocer más y más sobre metal veo todo lo que ponen. De hecho en ese concierto aparecen bandas que no he oído antes y que son mucho más extremas de lo que he escuchado hasta entonces. Me impresionan dos bandas en particular: Forbidden con su performance vocal de alto nivel y Death, que toca de una forma que nunca antes había oído. Me gusta, pero aún no conozco a nadie a mi alrededor que sepa más de la banda
1989, acabo de cumplir 15 y he conocido más gente que oye metal en otros colegios, allí un amigo fanático de Mercyful Fate me presta varios cassettes, entre los cuales está el “Leprosy” y me dice “es la banda que me dices del “Ultimate Revenge”. Disco excelente. Debo, sin embargo, acostumbrarme al sonido gutural de esa voz maligna pero profunda que parece reinterpretar todo lo que hasta ese momento significaba el metal para mí. Hay algo en ese tipo de pelo negro medio ondulado, flaco y casi estático en el escenario, que hace que uno tome en serio ese estilo. Llama la atención lo complejo de la parte instrumental, años oyendo thrash me acostumbraron a un planteamiento directo, agresivo y veloz, muy veloz sin más. Ahora la velocidad se desacelera en favor de una complejidad técnica que hace una buena combinación con el planteamiento vocal gutural. Oigo extemporáneamente el “Scream bloody gore”, me gusta, pero el “Leprosy” me parece otra cosa. Tendré en cuenta a Death en adelante para siempre.
1990, año complicado para el metal por la enormidad del talento conjunto alcanzado en todos sus estilos, “Painkiller”, de Judas Priest; “Seasons in the abyss”, de Slayer; “Rust in peace”, de Megadeth; “Act III”, de Death Angel; “Twisted into form”, de Forbidden. En medio de tanta grandeza, el “Spiritual Healing” de Death brilla como una estrella de primera magnitud en el firmamento metálico. Este disco es una obra maestra de la técnica musical metalera. Para esta época el deaht metal ya no es un movimiento subterráneo centrado en los demos y el tape trading international, el sonido death irrumpe en el metal, desplaza al thrash metal del centro de atención extrema y varias bandas comienzan a grabar discos siguiendo la estela de Death (y Possessed). Sin embargo Death deja atrás a todo el nuevo género con este disco (recuerdo el parche de casaca “The reality is brutality and brutality is Death”).
1991, una serie de problema intestinos desarticulan Death en plena gira. Es el fin para siempre de la formación “clásica” (algo relativo en Death, pues esta formación cambiaba bastante, incluso en los 80). Ahora será necesario ver cómo continúa este proyecto. Chuck Schuldiner recluta a los músicos de Cynic, una excelente banda de death metal técnico pero de reducida audiencia, y juntos sacan a la luz la perfecta continuación del “Spiritual Healing”, “Human”. Un disco nuevamente por delante de todo el death metal. Para mí queda claro, el cerebro creativo de Death es Chuck y mientras él pueda llevar a cabo sus ideas con el apoyo instrumental de buenos músicos, no hay nada de qué temer.
Con los años se suceden “Individual thouth patterns” (1993, qué tal título para un álbum de death metal), “Symbolic” (1995) y finalmente “The sound of perseverance” (1998). Los integrantes cambian en estos discos, pero la línea directriz se mantiene, Chuck Schuldiner sigue creando y cada vez es más osado. El grunge y la onda de los 90 no le hacen ninguna mella. Decide orientarse hacia un metal más progresivo y sale a la luz Control Denied, una nueva banda que al parecer da por terminado el ciclo de Death y lanza un genial “The fragile art of existence” (1999), esta vez apelando a un vocalista de heavy metal tradicional, Tim Aymar (hoy en los geniales Pharao, quizás lo mejor de la segunda ola del power estadounidense).
A lo largo de toda esta carrera artística es indiscutible que Schuldiner es un genio mayor dentro de la música; sus ideas y propuestas han estado a la vanguardia del metal desde su aparición con los demos de Mantas en 1983. No es que sea un gran instrumentista, en ese aspecto es eficiente y preciso pero no un genio, sino en el plano compositivo. La inteligencia armónica que exhibe desde sus primeros trabajos y que va madurando conforme amplía sus influencias le han permitido que cada lanzamiento irrumpa e influencie sin restricciones a cientos de bandas. No olvidemos, Death es una de las pocas bandas sin ningún paso en falso en su trayectoria; todo lo editado bajo ese nombre es valioso sin reservas. No tienen un “Loud” ni un “Diabolous in música” ni un “Risk” ni un “Generation swine”, tampoco un producto ortodoxo pero autocomplaciente y reaccionario como “Louder than hell” (Manowar). Todo en Deatth importa. Además Chuck consigue eso sin abandonar el metal. Death cambia pero dentro de los parámetros del metal, sin subvertirlo, sino renovándolo. ¿Si eso no es genialidad, qué lo es?
De allí que su muerte en 2001 sea una tragedia de proporciones para el metal. Me enteré navegando por Internet en la universidad. Sabíamos de su enfermedad pero todos teníamos esperanzas en su recuperación. Leí la noticia “anoche Chuk Schuldiner falleció”. Un golpe, no podía creerlo y pasé varios días pensando en lo que habíamos perdido. Un hombre que apenas estaba en sus treintas, ¿hasta dónde podría haber llegado con 20 ó 40 años más de vida? Grandes nombres del metal han muerto (curiosamente la mayoría aún vive, a pesar de los años) pero o su influencia fue más focalizada o su mayor trabajo ya estaba realizado. Me pongo a pensar en el gran, el inmenso Ronnie James Dio y pienso en su muerte como en el algo terrible, sin embargo a su edad el grueso de su aporte ya estaba hecho y su herencia, en buenas manos. En el queridísimo Cliff Burton, quizás además de gran instrumentista una de las mejores personas de la escena de su época (según común opinión), pero que cuya contribución se limitó, en términos prácticos, a dos discos, importantes claro, pero en los que él era una pieza dentro del engranaje total y no el cerebro en sí. Pero el caso de Chuck es otro, un talento compositivo mayor en clara fertilidad, acabado por el azar de la muerte que nos lo arrancó antes de que su trabajo estuviese realmente coronado. Su herencia aún tiene algo para dar, un inédito trabajo con Control Denied que, luego de diez años, al fin verá la luz en 2011.
Para el anecdotario quedan sus disputas personales con Kam Lee o Rick Rozz. Sus brotes de hiperexigencia, quizás algunas poses de divo (sobre las que no hay acuerdo en sí) y los desencuentros con Slaugther (Can). No será recordado por eso, sino por el metal que hizo, amó y renovó. Pensemos en su contribución y volvamos a aquilatar su trabajo.