Una breve historia sobre el glifosato
En la década de 1950, la empresa Stauffer Chemical Co. sintetizó un grupo de moléculas llamadas ácidos aminometilfosfónicos (a-AMF). Su fin era quitar el sarro de las tuberías y calderas de agua caliente residenciales y comerciales gracias a su capacidad de capturar metales como el calcio, magnesio, entre otros. Fueron patentadas en 1961.
Por aquella época, Monsanto también se dedicaba a fabricar sustancias químicas con fines industriales. Trabajaba con los a-AMF para generar su propia línea de productos de ablandamiento de agua y patentó algunas moléculas.
En 1967, el doctor John Franz, quien laboraba en Monsanto desde 1955, fue transferido de la división orgánica —donde generó un par de patentes— a la división agrícola. Su función era desarrollar un nuevo herbicida después de nueve años de resultados infructuosos.
Franz se puso a sintetizar diferentes a-AMF y probar su efecto sobre las plantas. En 1970 observó que uno de estos compuestos lograba inhibir su crecimiento. Era la n-fosfonometilglicina, que en el mundo del hampa se le conoce como glifosato.
Al año siguiente, Franz solicitó su patente junto a diversas formulaciones para su uso como herbicida. Así, en el año 1974, surgió el RoundUp®. La patente ya expiró y, en la actualidad, muchas otras empresas lo producen y comercializan.
El glifosato ingresa a través de las hojas y se distribuye por toda la planta, especialmente, en los meristemos (los lugares de crecimiento). Se une a la enzima EPSP, indispensable para producir tres aminoácidos esenciales para las plantas, y la inactiva. Aquí radica su eficacia y su efecto alcanza a muchas especies. Por ello, ha sido el herbicida más utilizado en el mundo.
Los mamíferos no tenemos la enzima EPSP, por ello, su toxicidad es baja. En ratas, el LD50 —cantidad requerida de una sustancia para matar al 50% de los individuos expuestos— es de 3,8 a 5,0 gramos de glifosato por kilogramo de peso del animal (g/Kg). Como referencia el LD50 del etanol es 7 g/kg; del Ajinomoto®, 16,6 g/Kg; del ibuprofeno, 0,6 g/Kg; y, de la aspirina, 0,2 g/Kg. Cuanto menor es el valor del LD50 mayor es la toxicidad porque se requiere menos cantidad de un compuesto para provocar la muerte.
Estos valores son referenciales porque no sería ético hacer un experimento para determinar el LD50 del glifosato en seres humanos. Si este valor fuera similar al de las ratas, cien personas deberían ingerir veinte cucharadas de glifosato (unos 300 g) en polvo cada una para que cincuenta de ellas murieran.
El LD50 suele ser empleado para decir que un compuesto es más seguro que otros que son consumidos a diario. Sin embargo, este valor no evalúa los efectos que una sustancia puede generar en el organismo tras una exposición puntual, frecuente o prolongada; que no necesariamente llevan a la muerte pero sí afectan la salud.
Como parte de mi trabajo hago inspecciones y colecto muestras de hojas de diversos campos de cultivo. Muchas veces me ha tocado ingresar a parcelas durante fumigaciones con herbicidas a base de glifosato (Fuego®, Destructor®, Rango 480®, entre otros). El olor es característico, pero terminas acostumbrándote. Al cabo de unos minutos ya no lo percibes, aunque recuerdas que sigues inhalando sus aerosoles cuando empieza un escozor en los ojos.
Sabes que es necesario utilizar lentes y mascarillas protectoras. Y, si eres el fumigador, un mameluco y guantes. Nadie los usa. ¿Por qué? Es cierto que muchos carecen de equipos de protección, pero su principal excusa es la incomodidad.
Llevar todo ese equipamiento bajo un sol implacable en los valles costeros o con una temperatura de 35 grados en la selva, lo hace realmente inviable. Para ellos es más práctico amarrar un polo mojado sobre la nariz y boca. Creen que la intoxicación solo se da si lo aspiran o ingieren. Pero cuando terminan la faena y se disponen a almorzar bajo la sombra de un árbol, se lavan las manos con el agua del canal de regadío. La misma agua que usan para diluir los pesticidas y lavar sus envases y tanques de fumigación.
¿Qué efecto tiene el glifosato en la salud de estas personas? Es muy difícil saberlo. Los estudios realizados reportan asociaciones y correlaciones con diferentes enfermedades. Lo difícil es determinar la contribución del glifosato a este problema porque los agricultores están expuestos a otros agroquímicos más tóxicos como el metomilo (con LD50 de 0,04 g/Kg en ratones).
Es por ello que la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) catalogó al glifosato dentro del Grupo 2A como “probablemente cancerígeno para humanos“. Según esta categoría, la evidencia de cáncer en seres humanos por exposición real al glifosato es “limitada” pero en animales experimentales es “suficiente”.
Las categorías del IARC son confusas —y también aprovechadas por opositores a los agroquímicos para pedir el retiro del producto— porque no evalúan el riesgo de exposición ni la cantidad necesaria de un compuesto para causar cáncer, como sí lo han hecho otras agencias.
El etanol, por ejemplo, pertenece al Grupo 1 porque se ha demostrado que causan cáncer, pero nadie ha pedido sacar al pisco del mercado a pesar de que en una botella de 750 ml hay 240 g de esta sustancia.
Las botellas de pisco, a diferencia de los envases de glifosato, indican que “tomar bebidas alcohólicas en exceso es dañino”. Es decir, tienen una advertencia. Y es por esta razón que Monsanto —ahora Bayer— afrontan más de 13 mil juicios en diversas partes del mundo.
No los acusan que el RoundUp® —su producto estrella— haya provocado cáncer a diversas personas, sino que nunca lo advirtieron a los usuarios. Tres juicios han concluido y la multinacional deberá pagar millones de dólares de compensación.
Como pueden ver, los juicios que perdió Bayer no fueron porque se demostró que el glifosato provoque cáncer, sino porque la empresa no advirtió este riesgo a los usuarios; más aún cuando ellos lo sabían desde hace tiempo. Esto se supo tras la revelación de los “Monsanto Papers“, una serie de correos y documentos de la transnacional que fueron desclasificados por orden judicial.
Aquí se evidenció algunas prácticas de Monsanto para ocultar datos, generar campañas de desacreditación e influir en opiniones científicas; prácticas muy comunes en muchas empresas y organizaciones sin fines de lucro a nivel mundial.
Determinar si un producto causa cáncer es un tema científico y no legal. Hay estudios que asocian y correlacionan el uso del glifosato con ciertas enfermedades, entre ellas, el cáncer. La evidencia no es concluyente por eso no forma parte del Grupo 1 de la IARC como sí el etanol y las carnes procesadas.
Prohibir su uso no sería una buena alternativa. Es muy fácil exigir esto cuando tus ingresos no dependen de la agricultura. Las malezas afectan los rendimientos de los cultivos. La labranza evita su aparición, pero erosiona los suelos. El deshierbe manual se puede hacer solo en pequeñas parcelas o huertos.
Si se saca al glifosato del mercado será reemplazado por otros productos más tóxicos. Lo que se debe hacer es regular adecuadamente su uso, fiscalizar las buenas prácticas de manejo de agroquímicos y asesorar adecuadamente a los agricultores.