Primeros productos genéticamente editados no serán regulados
El 30 de octubre de 2015, el profesor Yinong Yang de la Universidad Estatal de Pensilvania, consultó al Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal de los Estados Unidos (APHIS) si los champiñones (Agaricus bisporus) que desarrollaron en su laboratorio serían evaluados antes de ser autorizados para producirlos comercialmente. ¿Qué tenían de especial estos champiñones? Fueron editados genéticamente.
Los champiñones son unos hongos muy apreciados en la gastronomía mundial. Cuando están frescos y recién pelados son de color blanquecino, pero a medida que pasan los minutos se van oxidando. Esto se debe a una enzima llamada Polifenol Oxidasa (de cariño PPO) que, utilizando el oxígeno del aire, transforma ciertas moléculas presentes en el hongo en pigmentos de color marrón. A muchas personas —sobre todo a los gringos— les desagrada ese color y los desechan. Considerando que millones de personas en el mundo mueren de hambre, desperdiciar alimentos por tonterías como esta es inadmisible.
Hay muchas formas de evitar que los champiñones se oxiden. Una es prepararlos como cebiche. El ácido cítrico presente en los limones inhibe la acción de la PPO. Sin embargo, no a todo el mundo le gusta el cebiche, y menos si es de otra cosa distinta al pescado. Por ello, el profesor Yinong Yang y su equipo utilizaron una nueva herramienta molecular llamada CRISPR/Cas9 para desactivar la enzima PPO directamente en el hongo.
Hemos hablado mucho del sistema CRISPR/Cas9 en el blog [aquí, aquí, aquí]. Lo que permite esta herramienta es editar cualquier gen de un organismo de manera muy precisa, sin necesidad de introducir genes o características de otras especies. Los organismos generados usando esta tecnología no son transgénicos.
En el caso del champiñón, los investigadores norteamericanos usaron esta herramienta para eliminar entre uno y 14 nucleótidos del gen que codifica la PPO, con el fin de volverlo inservible. Para entenderlo mejor, imagina que la palabra “HONGO” representa a la enzima PPO. Esta palabra es codificada por una secuencia de nucleótidos llamado gen que puede ser así: ATT-CGT-ATC-GCA-CGT (cada triplete codifica cada letra de la palabra “HONGO”). Utilizando CRISPR/Cas9 podemos eliminar uno, dos, cinco o más nucleótidos de un gen de manera específica. Digamos que eliminamos tres: ATC. La secuencia resultante sería ATT-CGT-GCA-CGT y codificaría solo “HOGO”. Esta palabra —que representa a la PPO editada— no tiene sentido ni significado alguno. Es inservible. De esta forma se logró desactivar la enzima y obtener un champiñón que no se oxida (o, siendo más precisos, que tarda mucho más en hacerlo).
La respuesta del APHIS (algo así como el SENASA del Perú) fue que no veía razones para que este champiñón editado genéticamente sea regulado como si fuera un transgénico. No había integración de material genético externo que podría convertir al champiñón en una plaga. Aún falta saber si la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) tomarán la misma decisión que APHIS. Todo indica que sí puesto que el sistema regulatorio en Estados Unidos se basa en la seguridad e inocuidad del producto final, sin importar cómo fue desarrollado.
Si quisiéramos obtener el mismo resultado de la forma convencional (sin usar la ingeniería genética), tendríamos que utilizar la radiación gama—u otro agente mutagénico— para alterar la estructura ADN y esperar que el gen que codifica la enzima PPO sea dañado y desactivado. Sin embargo, debido a lo aleatorio e impredecible del proceso, muchos otros genes —algunos esenciales— también podrían ser alterados, provocando efectos no deseados en el organismo.
El caso de este champiñón —que si bien la mejora es más estética que funcional— demuestra el gran potencial que tiene el sistema CRISPR-Cas9 en la agricultura. Podemos acortar el tiempo que demanda el desarrollo de nuevas variedades mejoradas, así como también, reducir enormemente todos los costos asociados. Esto permitirá que más instituciones públicas —con recursos limitados— puedan utilizar la tecnología para solucionar problemas locales que no son de interés de las grandes empresas biotecnológicas.
Para terminar, la empresa DuPont Pioneer ha utilizado el sistema CRISPR/Cas9 para desarrollar un maíz con mayor contenido de almidón a través de la desactivación del gen Wx1. Al igual que en el caso del champiñón, APHIS ha decidido no regularlo por no considerarlo un transgénico ni una plaga. Solo queda esperar la decisión de la EPA y la FDA.