Mentores y mentados
Tengo once mentores, pero creo que ninguno de ellos sabe que lo es. Son hombres y mujeres que, en el transcurso de mi carrera, me han apoyado, han creído en mí y, en más de una ocasión, me han dado un buen jalón de orejas. Ante dudas o problemas, siempre he acudido a ellos por un consejo, una visión diferente o para reforzar alguna idea o iniciativa.
Son personas a las cuales soy y seré absolutamente leal. Ellos han moldeado mis conductas y actitudes y sin su presencia, de seguro, hubiera cometido muchos errores y demoras. Algunos han sido mis jefes, o los jefes de mis jefes. Otros han sido clientes y amigos. Alguno fue un ejecutivo que conocí al ayudarlo a recolocarse. De otro tuve el privilegio de ser su coach: él me iba dando lecciones de vida mientras yo lo ayudaba a ser mejor líder. Otros son amigos o compañeros de trabajo a quienes respeto y con los cuales siempre estaré agradecida por su apoyo y sinceridad.
Aprendí de Herminia Ibarra, profesora de la Universidad de Harvard a quien tuve la suerte de conocer, que mantener esas relaciones ES mi responsabilidad. Por ello, he tratado de perder pocas oportunidades de aprender de ellos y, sobre todo, de entender sus perspectivas frente a problemas, retos, o sencillas realidades de la vida diaria.
¿Cómo llegué a “nombrarlos” mis mentores? Creo que el factor común entre todos es que alguna vez mostraron interés en mi desarrollo y crecimiento o levantaron su pulgar a mi favor. Alguno me ha criticado duramente y lo sigue haciendo de vez en cuando. Si bien no siempre es un trago fácil de pasar, su consejo es transparente y desinteresado.
He devuelto el favor, creo, apoyando a jóvenes a los que he dado orientación o consejo. He seguido de cerca la carrera de varios de ellos y sus triunfos son para mí un motivo de silencioso orgullo. Creo que ninguno de ellos ha asumido su condición de mi mentado, pero cada cierto tiempo me dan una llamada y me ponen al día en sus avances o en sus ocasionales derrotas.
Creo que este sistema es muy positivo, y por eso me preocupo cuando escucho a algunos decir que no necesitan mentores. Me preocupan también esos programas de mentoría forzada que a veces imponen las empresas. Creo que la relación entre mentores y mentados se debe de forjar naturalmente; entre simpatías, respetos y valores en común. Como bien dice la profesora Ibarra, es tarea del mentado encontrar y preservar la relación con sus mentores, dándole la enorme importancia que tiene para desarrollar una carrera competitiva. Ella propone diez responsabilidades del buen mentado:
1.- Es leal y confiable.
2.- Hace que su mentor quede bien.
3.- Siempre hace más que lo que se le pide.
4.- Hace que sea fácil ser honesto con él.
5.- Reconoce los riesgos que toman los mentores por él.
6.- Tiene una agenda de aprendizaje clara.
7.- Da tanto como recibe- sigue la “Ley de la reciprocidad”.
8.- Usa el tiempo y recursos de su mentor selectivamente.
9.- Se responsabiliza por el manejo de la relación.
10.- Añade valor al mentor porque tiene su propia red de contactos.
¿Cuántos mentores tiene usted?