Lamar, la yegua víctima de la violencia en La Parada
Quizá es para detenerse a pensar qué tan avanzados estamos en materia de civilización y educación. Aunque nuestro país crece en varios aspectos, la violencia desatada hace menos de una semana en La Parada nos pide reflexionar sobre este tema.No solo rechazamos el ataque de unos seres humanos a otros, sino la violencia contra animales, en este caso caballos, que también sufrieron las consecuencias del cobarde ataque de un grupo de vándalos.
Impactó ver a Lamar, la yegua de 12 años, que con la pata gravemente lesionada se encontraba en medio del caos. Al no poder expresarse, nadie imagina el dolor que le debió haber provocado esa pata fracturada. Si se le sacrificó de inmediato fue para que no sufriera más.
Fue una fractura irreversible. Y aunque muchos puedan pensar que no era necesario sacrificarla, tenemos que explicar que sí lo era pues no hubiera podido recuperarse. Se trata de un animal cuadrúpedo que no hubiera podido vivir con solo tres patas. Necesita las cuatro para correr, caminar y dormir.
Enyesar o poner clavos a un caballo es imposible, pues para ello sería necesario inmovilizarlo. Cuando las personas sufren una fractura en el pie tienen que reposar por un tiempo, después usar muletas para ayudarse y finalmente seguir tratamiento de rehabilitación. Todos estos pasos son difíciles de cumplir con un animal de cuatro patas, que no racionaliza que debe “descansar”, que no puede tener un período de reposo y que lleva consigo un promedio de 400 kilos de peso.
El caballo siempre está en movimiento o parado (posición en la que incluso duerme) en sus cuatro patas, por lo que no había forma de que esa pata pudiera soldar.
No era ni es recomendable que la Policía Nacional del Perú dispusiera de sus efectivos montados a caballo en este tipo de operaciones. No solo porque estos cuadrúpedos no deberían cumplir rol de intervención policial cuando hay casos de violencia desbocada como se notó en las imágenes; sino porque si ese caballo cayera al intentar huir podría caer encima de cualquier persona y aplastarla.