Siria: “Nuestras bombas son más inteligentes que las tuyas”
Los cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU que intervienen en el conflicto deben respetar sus propias resoluciones. En Siria, las coaliciones pretenden minimizar las bajas civiles a la vez que maximizan la muerte de terroristas. Ninguna de las partes en conflicto está dispuesta a asumir la responsabilidad de la destrucción de escuelas y hospitales.
Por Michiel Hofman, especialista en Asuntos Humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF)*.
Un número estremecedor de civiles están siendo asesinados y heridos en Siria. Y está sucediendo con una responsabilidad mínima para los Estados involucrados, en particular para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la mayoría de cuyos países miembros apoyan a los bandos enfrentados en la guerra. En el juego diplomático de acusaciones cruzadas ha surgido un nuevo tipo de carrera armamentística. En el pasado, las potencias de la Guerra Fría salían de su rutina para afirmar: “mis bombas son más poderosas que las tuyas”. Hoy, esas mismas potencias discuten sobre a quién pertenecen las bombas más inteligentes.
El ataque del pasado lunes 15 de febrero sobre el hospital apoyado por Médicos Sin Fronteras (MSF) en Idlib, Siria, acabó con la vida de 16 pacientes y 9 trabajadores del centro. Turquía fue rápida en señalar al gobierno Sirio y a sus aliados como responsables, Rusia negó su participación mientras que el Gobierno de Damasco culpaba a la colación liderada por Estados Unidos.
El cielo de Siria está congestionado con dos coaliciones militares diferentes: el Gobierno sirio respaldado por Rusia, y la coalición liderada por Estados Unidos, que incluye a otros dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Reino Unido y Francia. Ninguna de las partes del conflicto está dispuesta a asumir la responsabilidad de la destrucción de escuelas, hospitales y otros lugares protegidos. Aun así, son devastados con una frecuencia terrible. Necesitamos un órgano de investigación independiente para esclarecer los hechos.
La semana pasada, John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, afirmó que Rusia estaba usando “bombas no guiadas” en Siria, lo que venía a decir que los ataques aéreos de Estados Unidos eran más inteligentes y no podrían haber causado bajas civiles.
Para MSF, resulta difícil dar crédito a esta afirmación. En octubre, un ataque aéreo de Estados Unidos destruyó el hospital de Trauma de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz, Afganistán.
Entre octubre y enero otros tres centros de salud apoyados por MSF en Yemen fueron atacados. Posteriormente se confirmó que dos de estos ataques habían sido realizados por la Coalición liderada por Arabia Saudí, que opera con equipos de Reino Unido y cuenta con asesoramiento de Estados Unidos. Todos estos ataques han sido presentados como “errores” lo que indica una falta de precisión, o peor, una falta de respeto por las estructuras médicas.
En Siria ambas coaliciones pretenden minimizar las bajas civiles a la vez que maximizan la muerte de terroristas, con escaso acuerdo sobre qué constituye un terrorista o un moderado. Los hospitales que MSF apoya en Siria están privados de cualquier protección posible. Estos centros no pueden ser claramente identificados como hospitales ni pueden compartir sus coordenadas GPS. En 2012, el Gobierno sirio aprobó una ley anti-terrorista que declaró ilegal la asistencia humanitaria a la oposición, incluyendo la atención médica, forzando a la mayoría de las estructuras médicas a trabajar bajo tierra y a operar sin registro médico gubernativo. En consecuencia, quienes bombardean pueden afirmar, a conveniencia, que no tenían conocimiento de que se trataba de un hospital.
Los datos médicos de los centros médicos apoyados por MSF revelan el sobrecogedor coste humano del conflicto: 155.000 heridos de guerra fueron atendidos en 2015 en 70 hospitales que solo cubren una porción de terreno relativamente pequeño. Entre el 30 y 40 por ciento de los heridos fueron niños o mujeres, lo que supone una muestra obvia de que los civiles no están protegidos de los ataques.
Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU presentan sus fuerzas aéreas como fuerzas humanitarias que luchan contra terroristas, comprometiéndose a usar los mismos aviones tanto para arrojar bombas como para lanzar alimentos en los enclaves sitiados. Pero la población en las zonas sitiadas está muriendo, fundamentalmente, por las heridas de guerra y la falta de atención médica. En términos prácticos, el goteo alimentario es poco más que un ejercicio de relaciones públicas.
Los civiles son asesinados y los hospitales son destruidos, mientras que quienes tratan de huir se encuentran atrapados en zonas sitiadas en Siria o bloqueados en las fronteras turcas y jordanas. Los cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU que intervienen en el conflicto deben respetar sus propias resoluciones y asegurarse de que sus ejércitos y sus aliados militares comienzan a poner en práctica las resoluciones que aprobaron por unanimidad.
*Este artículo ha sido publicado originalmente en The Guardian