Testimonios desde la frontera de Grecia
Un aumento de la vigilancia en la frontera por parte de las fuerzas especiales y de la policía macedonia ha provocado que más de 2.000 personas que se dirigían hacia el norte de Europa se hayan quedado bloqueadas en la localidad griega de Idomeni, situada en la frontera helena con la Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM). Algunas de ellas estarían tratando, ahora, de cruzar por otros puntos fronterizos.
La mayoría de las personas atendidas por el equipo médico de Médicos Sin Fronteras (MSF) están huyendo de la guerra y la violencia en Siria, Afganistán e Irak. Algunas se encuentran en situación de especial vulnerabilidad dado que se trata de personas mayores o con discapacidad, mujeres embarazadas y niños menores de cinco años. Muchos viven en condiciones precarias, en el monte o en la estación de tren, y carecen de refugio, alimentos o acceso a instalaciones de higiene.
MSF facilita, desde abril, consultas médicas, apoyo psicológico y artículos de primera necesidad. En las próximas fechas, MSF reforzará sus actividades en la zona con el despliegue de un equipo móvil adicional.
Muhammed y Sarah son dos de las cerca de 2.000 personas que se han quedado bloqueadas en Idomani, en la frontera de la Antigua República Yugoslava de Macedonia y Grecia, cuando intentaban entrar en el país heleno.
Muhammed*
Muhammed* tiene 18 años y huyó de Idlib (Siria) después de resultar herido en una explosión. Afirma estar preocupado por el viaje que tiene por delante:
“El traficante nos mintió. Nos dijo que cuando se alcanza Grecia es muy fácil llegar a otros países de la Unión Europea (UE), que solo era cuestión de sacar un billete y viajar a otro país.
Cuando llegué aquí me di cuenta de que no es así y que tengo que ir caminando, que no hay otra manera. Estoy muy nervioso sobre el momento de cruzar porque he escuchado muchas historias de gente a la que han golpeado. Mi principal preocupación en este momento es que si me sucede algo, mi familia no sabrá lo que me ha pasado. Me han dicho que hay que atravesar Macedonia y que, una vez llegue a Serbia, todo va a estar bien. Que te dan los papeles y que puedes utilizarlos para ir a Hungría.
Desde allí pasas a Austria y ya está hecho. De todas formas, no me arrepiento de la decisión de abandonar Siria. Si estuviera allí, tendría que estar luchando en el ejército o estaría muerto. Y no puedo volver a Turquía: si vuelvo atrás, no habrá nada para mí”.
Sarah *nombre ficticio
Sarah, de 20 años de edad, viene de Wakiso (Uganda). Está embarazada de seis meses y viaja con su hermana Bárbara, el bebé de ésta y un amigo ugandés. Han tenido que soportar un largo y peligroso viaje:
“Nuestro padre fue asesinado en Uganda por una tribu vecina en una disputa de tierras. Algunas personas nos ayudaron a llegar a Kenia porque conocían a nuestro padre y pensaban que nos iban a matar a nosotros también. Alguien entonces nos dijo de ir a Turquía y de ahí a Grecia.
En Turquía nos embarcamos en un pequeño bote inflable con otras 45 personas. Cuando habíamos recorrido una pequeña distancia, nos dimos cuenta de que el agua estaba entrando en el barco. Tratamos de llamar a la guardia costera pero no venían. El agua ya había entrado dentro de la embarcación y nos estábamos mojando, incluso los bebés. Pensamos que aquí había terminado todo. Nadie sabía qué hacer. En ese momento, cada uno se puso a rezar. Todo el mundo estaba llorando porque el barco se hundía y una persona sufrió un ataque al corazón.
De repente, vimos la luz de una gran antorcha y fuimos rescatados por unos griegos que llegaron en un bote. Fue como si hubiera visto a Dios allí mismo. Después, nos llevaron al hospital. Me proporcionaron algunas medicinas y ropa nueva para el bebé de mi hermana. Incluso nos dieron comida.
Cuando nos recuperamos tomamos un barco grande a Atenas y luego un tren a Tesalónica. Desde ahí no es fácil conseguir transporte que nos traiga hasta aquí, así que tuvimos que hacer a pie todo el camino. En la frontera, la policía nos localizó y arrestaron a mi hermana y a mi amigo. A mí me dejaron ir porque estoy embarazada. Después de un tiempo, dejaron ir a mi hermana y a mi amigo también.
Estamos viajando con algunos sirios. Son muy amables con nosotros: algunos hablan inglés, así que nos podemos entender. Nos dan agua y nos ayudan con el bebé. Tenemos mucho miedo de cruzar la frontera con Macedonia porque escuchamos que allí violan a las mujeres. Pero no podemos volver a África ahora”.
Copyright de las imágenes: © Alessandro Penso