Golpe de estadio
“Que no me exijan ni m… que se vayan a la m…”. Clic. Ahí, en Matute, muy cerca de una persona responsable del equipo, pude escuchar lo que Gustavo Costas le dijo cerca de las 9:30 a.m. cuando llegó al club y vio todo lleno de policías y con el ambiente tan denso y cargado como en una refinería. El argentino dio la orden de suspender el entrenamiento y provisionalmente los jugadores fueron citados directamente al aeropuerto para volar a Huaraz y no perder por W.O. ante Sport Áncash.
Arriba, en las oficinas, el descalabro total y de mi parte sentí vergüenza ajena de que todo esto ocurriera en el club que uno quiere y del que no espera nada a cambio.
No me corresponde tomar partido ni por uno ni por otro bando de estos socios que están sujetando con mandíbulas espumosas la más tradicional de las camisetas peruanas de lado a lado. En cambio siento tranquilidad porque desde mi posición de periodista estoy mucho más cercano a los hinchas y amigos que me llamaron para preguntarme por la situación del plantel y el partido de mañana en Recuay, que de los dirigentes que se me acercaron para contarme sus versiones y “facilitarme” información para hundir a sus adversarios. Me queda claro que estos tipejos no tienen solución. Que con su dinero se compren una vida nueva.
Julio Arango es vicepresidente del club y se sintió con derecho a ingresar al estadio con personal de seguridad (calificativo generoso) para tomar el poder con el pretexto de que Pocho Alarcón había sido suspendido en sus funciones por 45 días por la Junta Calificadora y enviado a Disciplina; ¿el motivo? Supuestamente haber protagonizado un acto de violencia junto al director Christian Gonzales en el que se habría agredido a la secretaria que no quiso recibir una carta notarial del resto de directores que le exigían al presidente una sesión urgente de directorio.
Entonces a Arango lo convencieron de que encabece el golpe (queda claro son decisiones de los líderes de Alianza por el Cambio) y tuvo el respaldo de toda esa portátil de hombres que componen el directorio, seguramente de enorme prestigio profesional, pero de escaso conocimiento de lo que es el manejo de un club de fútbol.
Mientras tanto Pocho Alarcón llegó al club preparado para lo que sería un día victorioso ya que por la noche (esta noche) presidiría (¿o presidirá?) la asamblea de socios que tanto esperaba para borrar a la totalidad de su directorio gracias a los poderes que anteriores nefastos dirigentes le facilitaron para tener mayoría.
Entiendo que el directorio pretenda cumplir las funciones para lo que fueron elegidos y me gustaría creer que ese es el fin supremo de sus intención, pero esta vez se extralimitó en su proceder. Ingresar de esa manera al estadio solo es una muestra de desesperación por el poder que estarían a punto de perder. Hay un rumor terrible que indica que tratan de imponer un modelo de gestión que conduzca al club a convertirse en sociedad anónima y que cuando eso suceda, entrarían socios con poder económico para comprar Alianza. “Intuyo que serían Augusto Claux y Salomón Lerner”, me dijo Tito Ordóñez esta mañana.
Y no sé si esto será cierto, pero suena lógico bajo el punto de vista de que ya hubo intención de otros socios como Mario Manzur en hacer negocios de ese tipo, cuando estuvo a punto de comprar Cristal.
Pero tampoco creo que Alarcón tenga como único propósito lograr el crecimiento de Alianza. Que me disculpe, pero sospecho que administrar un presupuesto fuerte como el blanquiazul es demasiada tentación para alguien que económicamente está en rojo y cuyas cuentas en Infocorp no dejan mentir. Solo que le asiste el derecho a gobernar por la elección de los socios, pero siempre y cuando sea en democracia. La súplica es que dejen de vivir de Alianza. O mejor, que dejen de joderlo.