La tierra del té
A los Sri Lanqueses les gusta decir que su tierra es al arbusto del té lo que la región de Champaña es para el viñedo. La altitud, temperatura y clima de las colinas de Sri Lanka parecen ser el lugar idóneo para cultivar té de excelente calidad. Aunque la isla haya cambiado su nombre oficial de Ceylán a Sri Lanka en 1972, continúan denominando té de Ceylán a su té para aprovechar de su buena reputación. El té de Ceylán se cultiva en las colinas del centrales del sur de la Isla y visitar las plantaciones de té es uno de los principales atractivos de un viaje a Sri Lanka.
Partimos del pueblo hiper-turístico de Ella, donde centenares de turistas extranjeros van para disfrutar del paisaje y para observar a otros turistas extranjeros. La estación de tren de Ella parece recién importada de la Inglaterra de hace un siglo.
El tren serpentea entre verdes colinas a una velocidad promedio de 20 km por hora, pero el paisaje es absolutamente magnífico.
Desembarcamos en la estación de Haputale después de un trayecto de unas dos horas y media.
Haputale me pareció mucho más bonito que Ella. Hace varios años era Haputale quien recibía a todos los turistas, pero poco a poco fue perdiendo el favor de los turistas extranjeros.
Basta caminar algunos kilómetros en dirección del monasterio Benedictino para ver las plantaciones de té.
Pero, para tener las mejores vistas, es necesario tomar una mototaxi por unas horas hasta Lipton’s Seat, literalmente “El Trono de Lipton”.
Thomas Lipton fue el hombre de negocios escocés que impulsó el consumo del té entre las clases obreras y media de Gran Bretaña. Desde este mirador, Lipton observaba la extensión de su imperio.
Todas las colinas alrededor del mirador están cubiertas de arbustos de té.
Todas las mañanas un ejército de mujeres tamiles vestidas en coloridos saris salen a recoger hojas de té.
Si bien, Sri Lanka cuenta con una minoría tamil desde tiempos inmemoriales, los tamiles que trabajan en las plantaciones de té fueron traídos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Nuestra presencia parecía ser una distracción bienvenida por las mujeres quienes nos recibieron con muchas sonrisas.
Algunas se divertían enseñándonos a recoger las hojas. Para hacer esto se requiere de bastante práctica.
Finalmente, terminamos el día tomando una buena taza de té.
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