Actualmente, la obesidad es considerada por el campo de la salud como una epidemia silenciosa, ya que además es un factor de riesgo de múltiples afecciones no transmisibles, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares, entre otras. Como informa la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1975, esta patología se ha triplicado a nivel mundial, mientras que el World Obesity Federation predice que, a partir del año 2030, mil millones de personas en todo el mundo, incluyendo 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 7 hombres, vivirán con obesidad.
Sin duda, es tal el impacto de esta enfermedad que, a lo largo de los años se han llevado a cabo diversos estudios, los cuales han demostrado que la obesidad está vinculada a cambios en el cerebro relacionados con la enfermedad de Alzheimer, como el daño cerebrovascular y la acumulación de beta-amiloide. En un articulo publicado en la International Journal of Molecular Sciences, se destaca que las personas obesas tienen un mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo relacionado con la edad, demencia vascular, deterioro cognitivo leve, Alzheimer y otras patologías, como el Parkinson y la enfermedad de Huntington, ya que las investigaciones apuntan a una función cognitiva alterada al mantener una dieta poco saludable, pues se presenta un déficit tanto en la memoria como en el aprendizaje.
¿Cuál es la relación entre la obesidad y el Alzheimer?
Un estudio realizado por Montreal Neurological Institute-Hospital de la Universidad McGill y publicado en la revista Journal of Alzheimer’s Disease, ha encontrado una correlación entre la neurodegeneración en personas obesas y pacientes con la enfermedad de Alzheimer. Para ello, emplearon una muestra de más de 1300 personas, lo que les permitió comparar los patrones de atrofia de la materia gris en el caso de ambas enfermedades.
Por consiguiente, descubrieron que la obesidad y el Alzheimer afectan al adelgazamiento cortical de la materia gris de forma similar, lo que representa un evidente signo de neurodegeneración. Desde luego, este estudio ayuda a reforzar los hallazgos previamente encontrados en otros trabajos de investigación, motivo por el cual, se puede catalogar a la obesidad como un factor significativo para el desarrollo del Alzheimer y otros tipos de demencia.
¿Qué podemos hacer para evitar un deterioro cognitivo o demencia?
Como destaca Jean Carper en su libro “Memoria en Forma”, una alimentación rica en grasas, azúcar y colesterol destrozan el cuerpo y la mente, ya que se genera una acumulación de placas de beta- amiloide y la formación de ovillos neurofibrilares de proteína tau, lo que ocasiona un mal funcionamiento de las redes neuronales, por ende, su degeneración o incluso la muerte.
Ante ello, es fundamental tomar mejores decisiones en torno a nuestra alimentación y priorizar la ingesta de alimentos naturales y que contengan altos niveles de macro y micronutrientes. Adicionalmente, es clave leer el etiquetado nutricional, especialmente, hay que evaluar los índices de grasas, sodio y azúcar añadido.
Si bien es importante mantener un índice de masa corporal entre 18,5 y 24,9 y un peso total saludable, es aún más relevante estar alertas a la grasa abdominal, la cual es determinada por la circunferencia o diámetro de la cintura, pues como sugiere Carper los hombres y mujeres con más cintura y grasa visceral en la mediana edad triplican su riesgo de padecer demencia. Por este motivo, para liberarnos de esta grasa es necesario realizar un ejercicio aeróbico más vigoroso, es decir, una hora tres veces a la semana como mínimo. Por ejemplo, la autora sugiere caminar, puesto que es un gran estímulo cerebral que mejora la memoria, la capacidad para tomar decisiones, la atención y aumenta la sustancia gris del cerebro, al igual que nos permite estar en forma.
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Milenka Duarte es periodista y psicóloga por la Universidad Peruana Cayetano Heredia.