Thomas Alva Edison dijo: “...no he fracasado, he encontrado 10,000 soluciones que no funcionan” en 1876, un año antes de inventar el fonógrafo, precursor del reproductor de discos de vinilo. Un paso más en la historia de la humanidad, como miles, que se escribe a partir del fracaso.
La palabra fracaso, del latín frangere (romper algo en pedazos o estrellarse), alude a la frustración que sentimos por un resultado adverso. Sin embargo, en la práctica, es más complejo. Socialmente se le entiende como opuesto al éxito. Emocionalmente puede conducirnos a percibir que no tiene remedio. Por ello, lo que llama la atención es que ninguna definición contempla el entorno o el contexto; como si no tuviesen relación alguna, cuando en realidad sabemos que sí la hay.
Esto explica la forma en la que, hemos aceptado que la vida, de alguna u otra forma, se mida en base a nuestros éxitos o fracasos; teniendo en cuenta, por supuesto, que cada quien expresa su deseo de competitividad en mayor o menor medida. La historia de la humanidad se ha escrito así: en base a éxitos y fracasos que han delimitado fronteras, fortalecido biotipos, establecido normas y permitido que nuestra existencia sea expresada como la conocemos hoy.
Ahora bien, nuestro propósito como especie humana no consiste en conseguir metas; sino en trascender. Solo que para lograrlo muchas veces es necesario asimilar aprendizajes y llevar a cabo actividades, desde nuestro libre albedrío, que expresen lo que somos. La vida es un cúmulo de experiencias que despiertan en nosotros el poder de nuestra propia energía.
Somos uno en un mundo de casi 8 millones de almas, ninguna más ni menos importante que la otra. Sin embargo, suele pasar que asumimos que nuestra razón está por sobre la del resto, como si fuese la más valiosa. Solemos ser egocéntricos al creernos dueños de la verdad. De esa manera, solo perdemos la oportunidad de ampliar nuestro limitado y obtuso marco de referencia, y la capacidad de ver el mundo desde una óptica más integral.
Los “fracasos” o momentos de autodestrucción, son etapas necesarias para nuestra reconstrucción. Es imposible construir un edificio sobre una casa vieja.
- El fracaso permite la restauración, es decir, retornar a un estado de fuerza, salud u origen. Importante para percibir paz.
- Nos impulsa hacia un estado potente que da vida a la sabiduría.
- Y permite nuestra adaptación integral, la mente se ajusta para que esta información encaje y así pueda darse la evolución.
Las metas son solo un índice de medición respecto del fracaso y su definición es muy subjetiva por ello debemos establecer patrones sanos que nos conduzcan a percibir la vida como una sumatoria de experiencias; y no de fracasos y logros.