El asombroso episodio de los teléfonos automáticos en la Lima de 1930
La primera central automática del servicio telefónico del país empezó a funcionar en diciembre de 1930, en medio del caos político, la incertidumbre económica, pero también de los deseos de los limeños por disfrutar del progreso.
¿Recuerdas a la Compañía Peruana de Teléfonos? Pues era la empresa estatal que gestionaba el servicio telefónico en el país, y lo hizo de 1920 a 1994. En los años 20 del siglo pasado, esta se fusionó con la Peruvian Telephone Company, que tenía una buena cantidad de acciones de la empresa peruana. Eran los inicios del “oncenio” de Augusto B. Leguía (1919-1930) y el Perú tenía un servicio telefónico con un poco más de 4 mil teléfonos en funcionamiento. Todos ellos de carácter manual.
Pero la historia había empezado en 1888, es decir, 14 años después del anuncio del invento de Alexander Graham Bell (Boston, 1876). Cinco años después de la funesta Guerra con Chile (1879-1883), la firma GG. Cohen & Company había instalado los primeros teléfonos en el Perú. Los artefactos fueron ubicados en la cuadra 1 y 3 del jirón De la Unión, en el centro de Lima. Luego se activó el servicio entre Lima y Callao, Chorrillos, Barranco y Miraflores. En setiembre de 1888, las acciones de la Cohen pasaron a la Peruvian Telephone Company. Ya entonces Lima tenía unos 20 teléfonos y 30 mil metros de cable.
En 1890, el Estado peruano contrató el servicio telefónico para los ministerios de Relaciones Exteriores, Guerra y Justicia. Y recién, 20 años después, en 1910 se otorgó permiso para la instalación de teléfonos entre Lima y Chosica. Entonces, el 25 de junio de 1920 se creó la Compañía Peruana de Teléfonos Ltda. (CPT) y su gestión solo abarcaba -en un inicio- las 4 mil líneas mencionadas líneas arriba.
UNA NUEVA ERA PARA EL USO TELEFÓNICO
La inversión extranjera siempre ha sido constante en el sector telecomunicaciones. De esta manera, no fue extraño que en 1930, la compañía International Telephone and Telegraph Corporation (ITT) buscara y obtuviera el 60% de las acciones de la CPT.
La consecuencia de esa inversión fue el avance tecnológico del servicio en provecho de los usuarios limeños, en un comienzo, y luego a nivel de todo el país. Así ocurrió en 1930, pese a las dificultades del país debido al golpe de Estado contra Leguía que había dado el militar piurano Luis M. Sánchez Cerro en agosto de ese año.
Contra todo, la entonces nueva Compañía Peruana de Teléfonos sacó adelante, en diciembre, el difícil proyecto de su primera central automática de telefonía en el Perú. Esta central funcionó en el edificio que ya tenían en la avenida Washington, en el Cercado de Lima. Esa primera central automatizada tenía una capacidad para unas 2 mil líneas. Un avance gigante para su tiempo.
El invento de Bell obtuvo un progreso inmenso en la década de 1920 en todo el mundo. Ese antiguo aparato hecho de madera y metal se convirtió en el servicio de comunicación más popular de la gente, y por ello mismo el que más dolores de cabeza provocaba a sus gestores. Y es que nadie, ningún de los primeros usuarios limeños o de cualquier parte del mundo dejaba de exigir la más alta calidad a sus servicios.
Ya pocos recordaban en el Perú de 1930 que las primeras palabras dichas en un teléfono fueron: “Venga, señor Watson. Lo necesito”, dichas por Bell a su asistente. Lo que les interesaba a todos era el nuevo servicio automatizado que prometía la CPT.
EL INICIO DE LA MODERNIZACIÓN TELEFÓNICA EN LIMA
El sábado 13 de diciembre de 1930, en una de esas tardes limeñas de fin de año calurosas y algo húmedas, la CPT inició desde su local del jirón Washington, en Lima, el servicio de teléfonos automáticos. Se empezó abarcando el sector sur de Lima y luego se pensaba incluir a La Victoria.
A falta del presidente Luis M. Sánchez Cerro, estuvo como invitado estrella el presidente del Consejo de Ministros y ministro de Gobierno, el comandante Antonio Beingolea Balarezo, quien había asumido el puesto una semanas antes, en reemplazo de otro militar, Gustavo A. Jiménez, conocido como el “zorro Jiménez”. A Beingolea, considerado un civilista por su cercanía con la familia Pardo, lo acompañó esa tarde en el estrado Alfredo Álvarez Calderón, presidente del directorio de la Compañía Peruana de Teléfonos, así como autoridades ediles y numerosos periodistas.
Beingolea fue justamente el invitado a “cerrar” el circuito que pondría en contacto de inmediato las comunicaciones del nuevo servicio. De esta forma, se permitió el ensanchamiento y mejoramiento del sistema telefónico en Lima y sus alrededores. Los inversionistas de la empresa nacional apostaron su capital con el objetivo de ampliar la cobertura telefónica de la ciudad.
Pero estos avances de modernización, al tener carácter local y nacional a la vez, no daban resultados en pocos meses: en verdad, requerían de un tiempo para diseñar los planes, construir la infraestructura necesaria, y luego probar y rectificar de ser el caso; allí recién se pensaba en la posibilidad de generar el servicio con alguna eficiencia técnica.
Los equipos automáticos irían en aumento con el trabajo de toda la planta y poco a poco se esperaba que el servicio se ampliara a más zonas de Lima. El modesto objetivo para el presidente de la CTP era que “el servicio telefónico de Lima pueda ser considerado como uno de los mejores del mundo”.
Al decir de Álvarez Calderón, las obras “las ejecutamos sin cobrar por ellas a nuestros suscriptores, siendo nuestro deseo de dar al público toda clase de facilidades, hasta hemos ofrecido a los nuevos clientes instalaciones gratuitas”. No hay duda que era un negocio con futuro.
Para entonces, el servicio telefónico era considerado por los empresarios y el Estado como uno de los servicios públicos más difíciles de concretar y más complicados para satisfacer a sus usuarios. La de 1930 no solo fue la “primera central automática” del país, en un proceso de inevitable automatización telefónica, sino que en ese momento fue considerada una de las mejores de Sudamérica.
EL AVANCE TECNOLÓGICO SIEMPRE TIENE AL LADO EL RECLAMO DEL USUARIO
En esa misma ceremonia, la CPT se comprometió a poner en funcionamiento una central para Miraflores, hacia el final del verano de 1931, y los servicios se extenderían rápidamente a las poblaciones de Chorrillos y Barranco. Era un proceso paulatino que buscaba integrar el sistema actual del momento (manual) con el nuevo sistema automático.
Se advertía, además, las dificultades técnicas comprensibles dentro del nuevo sistema. Este sufriría de continuas rectificaciones, estaban avisados los usuarios. Por ello, los funcionarios de la CPT pedían durante ese “periodo de transición” un poco de paciencia al público, ya que pronto serían testigos del mejoramiento de su servicio. Como se entenderá, esa situación de promesa del paraíso telefónico se mantendría a lo largo del siglo XX y en lo que va del siglo XXI.
Luego de las palabras del representante de la empresa, el ministro Beingolea se acercó a un aparato para, desde allí, levantar una llave y conectar el renovado circuito. Luego, hizo la primera llamada telefónica automática. Para ello eligió comunicarse con la Comandancia General de Armas. El paseo por las modernas instalaciones y el brindis al final cerró ese día de avance para la telefonía en el Perú.
A partir de esa fecha, la demanda creció inconteniblemente. En 1933 se registraron 21 mil abonados, y años después, en 1969, las cifras llegaron hasta las 60 mil líneas. El gobierno militar (1968-1980) le dio impulso al aumento de líneas y para fines de la década de 1970, se llegó a las cien mil líneas para Lima y Callao.
En 1994, las acciones del Estado en la Compañía Peruana de Teléfonos terminaron en manos privadas, y junto con otra estatal, Entel Perú, pasó a ser parte de la empresa española Telefónica S.A. Pero esa ya es otra historia.