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Eran las tres de la tarde del miércoles 4 de abril de 1962, cuando un grupo de avezados delincuentes entraron sigilosamente en una joyería de la cuadra tres del jirón Camaná, en el centro de Lima, y sorprendieron a la propietaria, una mujer de origen alemán, nacionalizada peruana. Robaron joyas de su almacén por un valor de “un millón doscientos mil soles” de esos años. Las investigaciones policiales se volvieron complejas, pero finalmente se descubrió que los rateros integraban una banda de extranjeros que había planificado al milímetro el silencioso y espectacular asalto.
ROBO DE JOYAS EN LIMA: LOS APARENTES HECHOS DELICTIVOS
Agnes Novak de Negrete fue sorprendida por uno de los asaltantes en el momento en que reabría su joyería llamada “Berg van Damme”, ubicada en el jirón Camaná 391 (antiguamente calle Plumereros). La señora Novak fue encerrada en el baño del local, y solo pudo escuchar cómo los delincuentes buscaban y rebuscaban todas las gavetas de la tienda; incluso sintió que forzaban el armario con cerrojos y candados donde guardaba las alhajas más costosas. Se llevaron casi todo.
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Según sus cálculos, hechos con el personal de su joyería, el costo de lo robado ascendía -al menos en una primera impresión- a cerca de un millón 200 mil soles (450 mil dólares hoy). Era, a todas vistas, un grave asalto, un “robo millonario”, como se decía entonces en la prensa de policiales. Agnes Novak de Negrete estaba en shock. Rehuía a la prensa, solo quería hablar con los policías de investigaciones (PIP) que andaban revisando el local para ver si hallaban alguna evidencia o pista que los llevara a los delincuentes. (EC, 05/04/1962)
La propietaria reiteraba que un delincuente la había amenazado con un revólver, y los agentes de la Primera Comisaría y de la División de Investigación Criminal de la PIP lo anotaban como un dato interesante. Le preguntaron cómo fue su rutina del día, y la dueña contó que, como siempre, cerró su negocio a las 12 y 50 de la tarde y se fue a almorzar.
“Al retornar a las 3 y 20 de la tarde, después de abrir la portezuela de la reja, me dirigí al segundo cuarto de la tienda, admirándome de encontrar abierta la caja de fierro. En ese instante, detrás de la cortina que separa ambas piezas, surgió un individuo delgado”, dijo Novak de Negrete. El ratero medía aproximadamente 1.58 de estatura, y fue quien la encañó con un revólver y la llevó al baño. Cerró la aldaba de la puerta y se retiró con total tranquilidad. (EC, 05/04/1962)
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Transcurrieron unos cinco minutos, dijo Agnes Novak, y entonces llegó su empleada, quien se dio cuando de todo el estropicio y acudió al llamado de auxilio de su jefa encerrada en el baño. Entre ambas comprobaron la magnitud del robo. Un dato importante que dio la nerviosa dueña de la joyería fue que las alhajas “son de fácil identificación en su mayor parte, porque se trata de modelos exclusivos de sortijas, collares y prendedores”, las cuales diseñaba la propia señora Novak de Negrete. Ella los mandaba a trabajar en diferentes talleres. (EC, 05/04/1962)
Pero lo curioso del caso fue que la dueña no llamó primero a la Policía, como uno imaginaría, sino que se comunicó con la empresa aseguradora. Los representantes de la Compañía de Seguros Franco Peruana recibieron el aviso del asalto de la propia Agnes Novak a las 3 y 30 de la tarde, es decir, a los pocos minutos de haberse producido el atraco. Ellos fueron los que le dijeron que llamara de inmediato a la Policía para que dejara constancia de todo lo sucedido. Novak negó ese hecho, y dijo que primero había llamado a la Policía “en defensa de sus derechos”.
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Otro detalle interesante era que, según afirmaron los empleados de la aseguradora, hacía “pocos meses que la póliza de seguro de la tienda afectada había sido aumentada de 800.000 soles a un millón quinientos mil soles”. (EC, 05/04/1962)
No solo llegaron los agentes de la PIP sino también de la Guardia Civil. No era la primera vez ni la última que un caso criminal era abordado coordinadamente por ambas instituciones policiales. El primer punto era saber, ¿cómo ingresaron a la joyería los delincuentes? Los agentes vieron que el vidrio de la pequeña ventana del cuarto del baño estaba roto.
Es más, percibieron que los dos barrotes horizontales de la ventana estaban separados. Por allí cabía justamente una persona delgada. Los investigadores policiales certificaron que el baño de la joyería “Berg van Damme” daba a un pequeño espacio que, a su vez, comunicaba con el baño de la cafetería de al lado, con puerta de entrada en el mismo jirón Camaná, en el Cercado de Lima. (EC, 05/04/1962)
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Interrogados por la Policía, los mozos de la cafetería indicaron que llegaron a ver a uno de los delincuentes, a quien describieron como “de baja estatura, de regular edad, y que usa anteojos, habiendo advertido que, al irse, portaba una maleta donde seguramente llevaba parte del producto del robo”. Incluso estos mozos fueron trasladados a la sede de la PIP para que pudieran identificar a los sospechosos capturados hasta ese momento. (EC, 05/04/1962)
La parte externa de la puerta del baño, dentro del establecimiento, estaba forzada, dañada; sin embargo, la parte interna, la que se ve desde dentro del baño, no mostraba ningún daño, lo cual contradecía cualquier ingreso forzado por esa ventana que daba al baño.
Hubo, también, algo de negligencia por parte de la dueña de la joyería. Por ejemplo, la caja de fierro, que estaba en un segundo cuarto, y que contenía las joyas más costosas, no estaba cerrada con sus dos combinaciones (según la propia Novak de Negrete), “sino simplemente por medio de la llave, la misma que era dejada en lugar visible al frente de la caja”. (EC, 05/04/1962)
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La Policía comprobó que la dueña estaba autorizada por la propia compañía de seguros a dejar en la vitrina exterior una serie de joyas valiosas que solamente guardaba en la caja de fierro por las noches. Durante el día estaban a la vista de todos. En el ambiente principal, el salón de exhibición y atención a los clientes, “casi todas las vitrinas había sido saqueadas”. El ladrón o los ladrones sabían lo que querían. Conocían bien el valor de cada joya. Así, se llevaron las más costosas.
ROBO DE JOYAS EN LIMA: LA INTRINCADA INVESTIGACIÓN POLICIAL
Una de las primeras hipótesis de la Policía fue algo que dejó perpleja a la ciudadanía: el “robo millonario” podía haber sido una simulación, buscando el cobro del seguro, que recientemente la joyería había renovado a un precio mayor. Luego de 72 horas del asalto, las autoridades policiales se dieron cuenta de que varias piezas no encajaban. Era un escenario complejo y contradictorio.
La investigación en la escena del robo y otras revisiones complementarias dieron un panorama complicado. Si bien aún existía la idea de un robo con elementos extranjeros o adiestrados especialmente en este tipo de delitos, es decir, una banda altamente especializada, la opción de estar frente a un “robo dudoso” también era real. (EC, 07/04/1962)
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Uno de los elementos que iba en el sentido del segundo caso, el de un supuesto “robo simulado”, era que ese día, 4 de abril de 1962, no hubo ningún tipo de vigilancia policial en la zona. Los guardias civiles más cercanos, que estaban en servicio, se ubicaron a dos cuadras de la joyería asaltada. Todo eso permitió un asalto sin “contratiempos” ni “nerviosismos”. Los delincuentes actuaron con impunidad, tuvieron todo el tiempo que quisieron para seleccionar, empaquetar y llevarse las mejores joyas de la tienda.
Otra situación curiosa fue escuchar a la dueña, Agnes Novak de Negrete, decir que fue tanta su impresión del delincuente con revólver en mano que no atinó a decir nada, no habló y menos gritó o pidió auxilio. En silencio ingresó al cuarto de baño para ser encerrada. Y también en silencio, el o los delincuentes salieron por la puerta principal como si fueran unos clientes, cargando una maleta de cuero de color rojo, repleta de alhajas robadas. (EC, 07/04/1962)
El Comercio informó que la Policía hacía denodados esfuerzos por identificar al asaltante o a los asaltantes; para ello pidieron a Ricardo Chirota, un ciudadano japonés, administrador del Salón de Té “Súper Cream”, y a Agnes Novak de Negrete, revisar muchos álbumes fotográficos de los archivos de la PIP para ver si identificaban al asaltante de la joyería. Tras varias horas de revisión, no se llegó a nada; aunque, al menos Chirota indicó haber conversado con un sujeto, con un acento en el habla que no le parecía peruano, quien le pidió una cremolada “momentos antes de ingresar al baño del establecimiento”. Era una pista interesante.
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Tampoco dio buenos resultados para los detectives de la PIP el cotejo de las huellas dactilares halladas sobre el marco de la ventana del baño de la joyería. Los investigadores persistieron entonces con su tarea de revisar e interrogar en los inmuebles vecinos, esto es, en el terreno de los hechos.
“Por segunda vez un equipo de detectives en horas de la mañana de ayer, se constituyó con sus implementos de trabajo en el edificio “Peikard”, situado en el jirón Camaná Nº 385, donde después de solicitarle al Administrador, Segundo Juan Lescano Sánchez, que abriera la puerta que corresponde al mezzanine del inmueble, atravesaron una cobertura y descendieron a la azotea, donde está la claraboya que corresponde a la ventana del baño de la joyería”, decía el diario decano. (EC, 07/04/1962)
En esa etapa de las pesquisas policiales tomó aún más fuerza el engorroso asunto del “robo simulado”. Este punto tomó vuelo para los detectives cuando comprobaron que era casi imposible o muy difícil que los asaltantes hayan usado algún tipo de escalamiento con sogas hacia la claraboya que llevaba a la ventana del local asaltado. Y esto, debido a que el acceso a la azotea del local vecino estaba clausurado, según el administrador Lescano. Este confirmó que ese día el acceso estaba además con llave y no había señas de haber sido forzado.
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Además, dijeron los detectives, esa zona daba también a una ventana del taller de otra joyería, la de Luis Arteaga, cuyos operarios estaban hasta las dos de la tarde enfrente de la ventana. Pero este era un punto más débil, porque se suponía que el asalto había ocurrido a las tres de la tarde, y los delincuentes pudieron haber esperado la salida de los operarios y actuar con rapidez.
Durante esos primeros días tras el asalto, el esclarecimiento de los hechos iba entre avances y retrocesos. Ante las preguntas de la prensa, los agentes de la PIP, como pocas veces, o las evadían o, si las afrontaban, revelaban más dudas que certezas; o solo llegaban a decir que no podían fundamentar sus sospechas, hasta que las investigaciones no dieran más luces al caso. La sociedad peruana estaba en ascuas.
ROBO DE JOYAS EN LIMA: LA POLICÍA EMPEZÓ A HALLAR PISTAS MÁS CONFIABLES
Eran los agentes de la División de Delitos Comunes de la PIP los encargados principales de las pesquisas. Antes de cercar y atrapar a los delincuentes, estos debían ser certeramente identificados. Lo que empezó como el “enigmático robo” de la joyería “Berg van Damme” estaba cambiando, mutando a otra condición, y entonces ya no era tan enigmático, aunque nunca dejó de ser un robo.
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Pero la PIP eligió el hermetismo. No dar a los delincuentes la información de lo que hacían a través de los medios. De esta forma, el Inspector General de la PIP, José Reyes Alva, solo llegó a afirmar que iban ahora sí en buen camino, con evidencias más concretas. Una “esclava de oro” sería el objeto de lujo robado, el cual permitió ese relativo optimismo policial. (EC, 09/04/1962)
La propietaria Agnes Novak era requerida constantemente por la PIP, incluso cuatro días después del asalto, para que entregara la “relación exacta de las joyas robadas”. Esa demora era para no creerlo, puesto que la más interesada en recuperar las joyas no hacía el esfuerzo necesario para entregar esa lista, clave en las investigaciones.
Los investigadores de la PIP, junto con la Guardia Civil, realizaban “batidas nocturnas” en las zonas rojas de Lima, dominadas por la delincuencia. Los detenidos eran severamente interrogados; incluso se dio la alerta a la “policía del extranjero” (Interpol), pues a partir del testimonio del administrador de “Súper Cream”, Ricardo Chirota, quedó la descripción de un sospechoso con señas de identidad y forma de hablar extranjera.
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Se armó una red de captura. Los delincuentes podían ser del hampa local, pero la PIP tenía alguna evidencia para pensar que eran extranjeros o, al menos, que había gente de afuera en la banda. Las fronteras del país estaban advertidas: nadie podía o debía salir del Perú con esas joyas. En las carreteras, en los puertos y aeropuertos hubo un severo control de pasajeros y su cargamento. La sospecha venía del análisis que se hizo del atraco: sin excesiva violencia, silencioso y práctico; todas formas no habituales en el hampa peruana, la cual estaba habituada más el forado para asaltar un local. (EC, 09/04/1962)
Para la PIP, el “golpe” a la joyería del jirón Camaná revelaba una ejecución planificada, detallista, profesional. Hubo un plan de asalto único, con determinación del lugar y la hora del robo, del entorno de los otros negocios, del tránsito de la zona y de las costumbres de la propietaria. Ningún detalle se les había escapado.
El Centro de Lima sufrió por esos días de abril del ‘62 una verdadera ola de robos a las tiendas comerciales de sus calles principales. El 9 de abril de 1962, cuando toda la PIP estaba embarcada en descubrir y atrapar a los asaltantes de la joyería “Berg van Damme”, en la cuadra tres del jirón Ica, se produjo otro robo: de una tienda se sustrajo mercadería por un valor de “200 mil soles”. Un forado debajo de una escalera permitió la incursión de los hampones, lo que revelaba para la PIP la acción típica del hampa criolla peruana, a diferencia de lo que había ocurrido en la joyería de la señora Agnes Novak de Negrete. (EC, 10/04/1962)
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ROBO DE JOYAS EN LIMA: LAS INVESTIGACIONES AVANZABAN, PERO LA RUTA ERA COMPLICADA
El 10 de abril de 1962, justamente, la Policía de Investigaciones soltó un dato sensacional: las últimas pesquisas determinaron que, por lo menos, habían intervenido en la banda cuatro delincuentes: y, en efecto, era de carácter internacional. Había dos peruanos, un hombre y una mujer; y un chileno y un boliviano. Según se trascendió en los medios de prensa, los agentes de la PIP llegaron a esos datos por un soplo. Los tenían identificados, pero no capturados. Eso era lo que se sabía, y así se publicó la nota al día siguiente. (EC, 11/04/1962)
El soplo -o la confesión de un detenido- provino de los numerosos interrogatorios al mundo del hampa limeña. Se supo luego que los datos lo dieron otros criminales sueltos en plaza, detenidos en el mismo centro de la ciudad o alrededores. La Guardia Civil se centró en esos testimonios, dados por un tal Cabrera Payet, alias ‘Boxer de la muerte’, quien vio a un tipo salir de la joyería en el momento del robo; por Juan Rodríguez More, alias ‘Chupete’, testigo también cerca de la joyería ese día; y, finalmente, por un delincuente solo conocido como ‘Pistolita’.
La PIP y la Guardia Civil anunciaron que la búsqueda de la banda era a nivel nacional. Los nombres se dieron finalmente con el objetivo de colaborar con sus capturas lo más pronto posible, aunque estas no se concretarían fácilmente.
Se trataba de Roberto Valdés Estivades, de 54 años, el cabecilla de la banda y autor intelectual del robo a la joyería “Berg van Damme”, descrito como “un hombre canoso de pelo lacio, peinado hacia atrás, cara ovalada, nariz poco aguileña, color mestizo pero claro, y apodado ‘El Chileno’”. Valdés, de nacionalidad chilena, tenía varios ingresos a la cárcel por robo y asalto. (EC, 11/04/1962)
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Otro miembro de la temible banda era José Laguna Rivera, alias ‘Pepe’, de 24 años, cuya esposa Estela María de Laguna era la única mujer entre los delincuentes. Se señaló que Laguna era sobrino de Valdés. El cuarto sujeto identificado era José Torres Contreras, alias ‘Boliviano’, y fue quien ingresó sigilosamente a la tienda de Agnes Novak de Negrete, la encañonó con un revólver y la encerró en el cuarto de baño.
El ‘Boliviano’ y sus cómplices cargaron con las joyas en un maletín de cuero rojo, perteneciente a la propia joyería, y se subieron a un auto negro, marca Ford, que los esperaba afuera de la joyería y que era conducido por “un tipo mestizo de pelo lacio”. La PIP también logró tener la descripción de quien había recibido el maletín millonario: era un sujeto rubio, de ojos pardos, conocido sencillamente como “Gringo”.
Valdés, ‘El Chileno’ fue investigado por la Policía de Arequipa, pues residía en esa ciudad, junto con sus hijos, en la calle San Juan de Dios. Este delincuente ya era un viejo conocido de la Policía limeña, puesto que había sido fichado en abril de 1951, por robo y asalto. Se le achacaba también otros atentados contra imprentas de Lima.
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La Policía estaba en el afán de acorralar a los asaltantes en Lima. Pero solo tenían -hasta cierto momento- el retrato del fichado Valdés, de los otros no, ya que no habían sido fichados anteriormente; sin embargo, la PIP contó con la colaboración de dos retratistas argentinos que, coincidentemente, habían estado hospedados en el mismo sitio donde los hampones planearon el asalto: el “Hotel Moderno”, ubicado en la avenida Manco Cápac, en La Victoria.
Los dibujos de los rostros de Laguna Rivera y Torres Contreras fueron revelándose para los investigadores policiales. No se dio estos a los periodistas para no entorpecer la búsqueda policial. De esta forma, el 12 de abril de 1962, a las seis de la tarde, fue capturado por la PIP Roberto Valdés Estivades, ‘El Chileno’. Este delincuente fue atrapado en una casa del jirón Francia, en La Victoria, por detectives de la Sección Delitos contra la Vida de la PIP.
En el momento de su detención, Valdés poseía una pistola de pequeño calibre con la que intentó repeler la captura de los agentes, pero estos controlaron rápidamente la situación. Valdés estaba atrapado y cayó en la red policial. (EC, 13/04/1962)
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ROBO MILLONARIO: DESCONCIERTO EN LA INVESTIGACIÓN Y EL HILO SUELTO QUE LLEVÓ A LA VERDAD
Pero el caso sufrió un retraso cuando el delincuente Valdés Estivades negó las acusaciones. El más riguroso interrogatorio no dejo nada claro. Es más, se supo que ‘El Chileno’ rechazó ser uno de los delincuentes que había robado la joyería “Berg van Damme”, en el jirón Camaná, llevándose un monto de joyas por el valor de un millón 200 mil soles.
Valdés sí admitió, más bien, haber robado en dos tiendas mercaderías que ascendían a poco más de medio millón de soles. Ese mismo 12 de abril de 1962, en la madrugada, fueron capturados los delincuentes José Laguna Rivera (‘Arequipeño’) y su pareja Estela María de Laguna. Ella fue también interrogada a profundidad por los investigadores, quienes, como en el caso de Valdés, no se atrevieron a acusarla sin ninguna duda por el robo de la joyería. Había que seguir investigando.
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El conviviente de Estela, José Laguna, tampoco dio señales claras de su culpabilidad. Admitió otros delitos que ejecutó al lado de ‘El Chileno’ Valdés, pero negó lo del robo millonario en la joyería. Parecía que todos habían acordado negar su participación en ese asalto del 4 de abril de 1962. Los otros delincuentes: José Torres Contreras (‘Boliviano’), y uno que parecía clave, solo conocido por su apelativo de “Gringo”, quien habría recibido las joyas robadas, estaban aún libres. (EC, 14/04/1962)
La PIP siguió con las investigaciones y recuperó gran parte de la mercancía robada por Valdés, como casimires, radios, artefactos eléctricos e incluso alhajas, pero no las de la joyería “Berg van Damme”. Lo que se comprobó fue que este sujeto delinquía en el Centro de Lima junto a una red de “criminales extranjeros que contaban con lujosos automóviles”. (EC, 16/04/1962)
Siempre usaban la modalidad del forado para cometer sus crímenes. La banda de ‘El Chileno’ tenía numerosas entradas a la Cárcel Departamental de Varones (al costado de El Panóptico) por diferentes robos. Respecto a la joyería “Berg van Damme”, los detectives de la PIP y los agentes de la GC no informaron nada. Solo se limitaron a decir que hasta ese momento Valdés no tenía nada que ver con el robo, y que ellos seguían con sus investigaciones.
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El más puro hermetismo se impuso en el caso. Pero, silenciosamente, los detectives avanzaban en sus pesquisas. Sí estaba claro que el delincuente José Torres Contreras (‘Boliviano’) fue quien había encañonado a la propietaria de la joyería, Agnes Novak de Negrete.
Y ese fue el hilo suelto que dejaron los malhechores y que se siguió la Policía, hasta que la banda de Valdés Estivades, ‘El Chileno’ no pudo sostener su inocencia en el caso ni halló la forma de defenderse de las evidencias. Así, una larga pena les esperaría en la cárcel.
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