El 14 de noviembre de 1952, el príncipe Bernardo de los Países Bajos llegó a Lima. Nacido en Alemania, el esposo de la entonces reina Juliana de Holanda recibió la bienvenida protocolar, y devolvió agradecido las muestras de cariño de peruanos y holandeses, agolpados en los balcones del aeropuerto de Limatambo.
Tras entonarse los dos himnos nacionales, su alteza real –protestante y abogado de profesión-, expresó al redactor de El Comercio, en un correcto español, su complacencia por estar en el Perú. Bernardo de Lippe-Biesterfeld se había casado en 1937 con la princesa Juliana, a quien conoció durante los Juegos Olímpicos de Invierno, en Alemania.
Del aeropuerto se trasladó al Country Club y luego a Palacio de Gobierno en una carroza de gala por las avenidas Arequipa, Javier Prado y Wilson, para tomar Colmena y el jirón de la Unión, donde “se bañó” del fervor popular. Acompañaba al príncipe de 41 años el ministro de Relaciones Exteriores Ricardo Rivera Schreiber, su comitiva y una caravana de autos.
El chalán de la ‘naranja mecánica’
De los siete días que estuvo en nuestra capital, el carismático monarca se dio un tiempo para visitar el Club Hípico Peruano, observar una exhibición de caballos de paso y admirar los bailes típicos costeños. Ataviado con poncho, pañuelo al cuello y sombrero, montó un caballo haciendo gala de sus habilidades como jinete, recibiendo el aplauso del público. Luego, el príncipe disfrutó la actuación de conocidos artistas criollos, entre ellos una joven Chabuca Granda.
Su primer día en Lima tuvo la acostumbrada cita con el presidente del país anfitrión. En un diálogo totalmente en español, de media hora de duración, el mandatario del Perú, Manuel Odría, y el ilustre visitante intercambiaron expresiones de admiración en el Salón de Embajadores. Durante su estadía, el príncipe consorte también rindió homenaje a Miguel Grau y Francisco Bolognesi, colocando sendos arreglos florales en sus monumentos.
Dos días después Bernardo impuso la Orden de la Gran Cruz del León Neerlandés al presidente Odría, en el Salón Dorado del Palacio de Gobierno. “Al entregaros las insignias de esta Orden permitidme hacerme el intérprete de los sentimientos de amistad que los neerlandeses abrigamos para los ciudadanos de esta gran República”, expresó el príncipe. Luego, en el Hipódromo de San Felipe presenció el Derby Nacional, y horas después Odría y la primera dama le ofrecieron un banquete, donde se le entregó la Orden del Sol.
En la mañana del 20 de noviembre Bernardo de Holanda se pegó un susto. Se había dirigido a la Hacienda Huando acompañado de su comitiva, invitado por los señores Graña, propietarios del fundo. En ese lugar participó en una ‘tienta de becerras de casa’, animándose el príncipe a coger el capote para dar algunos pases. Fue en ese momento que una de las becerras derribó al consorte, “felizmente sin consecuencias”, según señala la nota de El Comercio.
También fue agasajado en la Municipalidad de Lima, que lo declaró huésped ilustre y el alcalde encargado José Antonio García Miró le hizo entrega de la Llave de la Ciudad. Luego fue el invitado especial en un almuerzo ofrecido por la Escuela de Oficiales de Aeronáutica, donde le fue impuesta las Alas de Piloto Honoris Causa, reconociendo su valerosa participación en varias misiones durante la Segunda Guerra Mundial como integrante de la Real Fuerza Aérea de Inglaterra.
Asistió además al Museo de Antropología de Magdalena, en donde presenció con asombro la apertura de un fardo funerario de la Cultura Paracas. También visitó las ruinas de Pachacamac y hasta se animó a visitar uno de los centros nocturnos más famosos por aquellos años: el Club Embassy.
Adiós al Perú
En entrevista exclusiva a El Comercio contó que de joven empezó a trabajar en la sede en París de la empresa de químicos I. G. Farben. No como abogado, sino como un simple secretario, pues “quise empezar desde abajo”. Aunque durante la Segunda Guerra Mundial la I. G. Farben produciría los gases utilizados para asesinar a los judíos en los campos de concentración, para esa época el príncipe ya combatía como piloto en la aviación inglesa contra el nazismo.
El monarca holandés partió hacia México el 20 de noviembre, no sin antes llevar consigo un ejemplar de El Comercio, entregado por uno de nuestros redactores. “Dejo con pena esta magnífica ciudad, donde he pasado momentos inolvidables, pero espero volver pronto”, fueron sus últimas palabras antes de abordar el avión.
Bernardo falleció en el 2004, pero no fue hasta el 2021 que se supo detalles de su testamento. El documento escandalizó a muchos, pues confirmó sus voceadas relaciones extramatrimoniales. Uno de sus deseos fue la entrega de medallas y collares a Helene Grinda, madre de su hija Alicia. También tuvo otra hija, Alexia, con una mujer francesa, según reveló antes de morir. Con la reina Juliana el príncipe tuvo cuatro hijas: Irene, Margarita, Cristina y Beatriz, quien fue reina entre 1980 y 2013.
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