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Mujeres en el Perú: la huelga de telefonistas que logró mejorar los derechos de las trabajadoras de la Compañía Peruana de Teléfonos en 1931
Un 26 de agosto de 1931 Lima despertó sin servicio telefónico. Un grupo de trabajadoras de la Compañía Peruana de Teléfonos se había declarado en huelga.
Las telefonistas pedían que se resuelva de inmediato el pliego de reclamos presentado un día antes, pues sus condiciones laborales eran insostenibles. Aquella mañana fue histórica, ya que esta sería una de las primeras huelgas de mujeres en el Perú. Mientras algunas jóvenes lograron ingresar a las oficinas de la Compañía Peruana de Teléfonos, las dirigentes arengaban a favor de la huelga.
La Compañía Peruana de Teléfonos solicitó la intervención de las empleadas del Callao y balnearios para reemplazar a las huelguistas. Por eso el servicio telefónico fue caótico.
En un comunicado enviado a nuestra redacción, la compañía informó que darían preferencia a las comunicaciones oficiales y se esforzarían para restablecer el servicio. El gerente de la empresa Fernando Carbajal manifestó que la huelga se debía a que al inaugurarse la nueva planta automática de teléfonos, ocho puestos serían cerrados. A estas personas ya les había llegado la comunicación de que su cese ocurriría en tres meses.
Por la noche un grupo de señoritas se acercó a nuestra redacción para explicar el porqué estaban en huelga. Consideraban que el sueldo de 45 soles por el turno diurno y nocturno no estaba en relación con el excesivo trabajo que realizaban. Además cuando enfermaban no les daban permiso para descansar y si por el contrario faltaban no les pagaban.
Feminismo Peruano
Las telefonistas no estaban solas, pues contaban con el apoyo del movimiento Feminismo Peruano. Su lideresa, la escritora y periodista, Zoila Aurora Cáceres presentó un recurso a la Junta de Gobierno, encabezada por Luis Sanchez Cerro.
Zoila Cáceres hacía hincapié en que la Ley 2851, sobre trabajo de mujeres y niños, era bastante limitada y por ello la Compañía Peruana de Teléfonos abusaba de sus trabajadoras de la siguiente manera:
Las telefonistas trabajaban más de 45 horas semanales sin respetar horario de refrigerio. Además no tenían sillas con respaldo y no se desinfectaban los auriculares ni las bocinas. A esto se sumaba que el descanso médico era solo de cinco días y si la trabajadora aún estaba enferma debía presentarse a laborar. Suprimieron las gratificaciones y las empleadas nuevas ganaban menos que las antiguas.
En el pliego de reclamos se pedía que se homologuen los sueldos, se respete el horario de 5 horas diarias, dar desayuno al terminar el turno nocturno, restablecer las gratificaciones, pagar horas extras, entre otras medidas. Asimismo retirar las cartas notariales a las trabajadoras despedidas injustificadamente y se denunciaba a la empresa por infringir la ley en lo que se refiere al empleo de menores.
Los días pasaban sin que las partes llegaran a una solución. La noche del 29 de agosto un centenar de telefonistas se reunieron por invitación de Ernesto Cortez, secretario del Sindicato Nacional de Empleados, en su local para organizar las siguientes acciones que debían tomar.
Entre los acuerdos figuraban solicitar la intervención del Sindicato Nacional de Empleados y de todas las instituciones afiliadas y femeninas. Insistir en una reunión con el gerente de la compañía y contratar los servicios de un abogado.
Además denunciaron que en el local de la Compañía Peruana de Teléfonos, un grupo de telefonistas estaban secuestradas, pues no se les permitía ir a sus casas. La policía comprobó este hecho y procedió a liberarlas.
La intervención del alcalde de Lima
El 12 de setiembre de ese año el gremio de operarios y empleados de la Compañía Peruana de Teléfonos emitió un comunicado indicando que si en tres días no se resolvía el pliego de reclamos de sus compañeras, ellos también paralizarían sus labores. Cuando la huelga iba a cumplir un mes, se pidió la intervención del entonces alcalde de Lima, José de la Riva Agüero y Osma.
Para encontrar una solución al pliego de reclamos se escucharon los alegatos de representantes y abogados de ambas partes; así como, el informe de la comisión investigadora nombrada por el Concejo Provincial.
Asimismo se evaluó el costo de vida en Lima llegando a la conclusión que el sueldo mínimo de 45 soles mensuales, incluyendo horas extras y feriados, eran insuficientes y míseros.
Con toda esta información, Riva Agüero y Osma llegó a la conclusión que la empresa había infringido las disposiciones que rigen el trabajo femenino y el descanso obligatorio. Además no existía crisis económica en la empresa, pues había duplicado las tarifas sin mejorar el servicio.
Del pliego de reclamos se resolvió lo siguiente: aumentarles el sueldo a 80 soles y tener una jornada laboral diurna de 6 horas y nocturna de 5 horas. Además la compañía estaría obligada a atender con cena y desayuno a las señoritas que desempeñen trabajo nocturno; darles asientos cómodos con respaldo y descanso médico respetando sus beneficios. Asimismo se les pagaría los sueldos devengados el tiempo que duró la huelga.
El comité de las telefonistas en huelga emitió un boletín donde anunciaban que el 28 de setiembre volverían a sus funciones. Además agradecieron el apoyo de Zoila Cáceres, sus colegas, diversas instituciones y público quienes se solidarizaron con su causa.
“Hoy que un fallo municipal ha puesto fin a nuestro conflicto con la Compañía Peruana de Teléfonos, lo aceptamos gustosas y regresamos al trabajo con el firme propósito de cumplir nuestro deber”. Firmaba el boletín Elvira Taboada, secretaria del comité.
La igualdad salarial entre mujeres y hombres fue puesta en debate gracias a esta prolongada huelga, que sería la llama que inspiró a otras mujeres para seguir luchando por sus derechos laborales.
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