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Los policías que frustraron el asalto a un banco y detuvieron a dos delincuentes que intentaron disfrazarse de mujeres
A fines de 1967, dos policías impidieron que asaltantes se llevaran más de 210 mil soles en efectivo de la caja fuerte del Banco Comercial del Perú. Su valiente accionar hizo que un malhechor terminara muerto en la entrada de la entidad financiera.
Días antes que el actor estadounidense Bob Hope, ganador del Oscar en 1945 y 1953, invitara a la peruana Madeleine Hartog Bell, quien había sido elegida Miss Mundo pocos días antes, a ir a Vietnam para grabar un programa por Navidad, una audaz acción policiaca sorprendió a todos los peruanos. El 21 de noviembre de 1967, dos policías frustraron el asalto a una agencia del Banco Comercial del Perú, ubicada en Pueblo Libre. El hecho sucedió en el momento en que los delincuentes despojaban de sus pertenencias a los trabajadores. Días después, los agentes fueron ascendidos y premiados por su valerosa maniobra en el atraco.
Eran las ocho de la mañana del martes 21 de noviembre de 1967, cuando Jorge Ramírez y su primo, Jorge Joya, se reunieron en una casa de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores. Allí revisaron los últimos detalles de un minucioso plan para asaltar una agencia bancaria de Lima. Tras varias horas repasando la idea, ambos tomaron un taxi y se dirigieron a La Victoria. Luego, se enrumbaron hacia Villa El Salvador, donde se detuvieron en un lugar descampado.
Cuando el auto se estacionó para dejarlos en la zona, los dos jóvenes criminales aprovecharon para amenazar al chofer, Agripino Rubio Peralta, con un revólver. Al ver que este ponía resistencia, rompieron el parabrisas del vehículo de un disparo para intimidarlo. Solo así el conductor atinó a colaborar. Con el auto y el chófer en su poder, los delincuentes se trasladaron hasta la agencia del Banco Comercial del Perú, ubicada en la esquina de las avenidas Cayetano Heredia y Mariátegui, en Pueblo Libre.
Dentro del automóvil, los dos malhechores se pintaron “el rostro con lápiz labial y se pusieron mallas de mujer como pantalones”. Parecía que se intentaban disfrazar de mujeres. Los delincuentes alistaron las armas y varios costalillos. Ya estaban preparados para realizar el atraco de su vida. Su plan estaba saliendo como lo habían imaginado. Solo era cuestión de minutos para ejecutarlo.
Cerca de las 2 de la tarde, los bandidos salieron del vehículo junto al chofer, a quien apuntaban con una pistola por la espalda. Uno llevaba otra arma oculta en un costalillo. Es así como se acercaron cuidadosamente a la agencia bancaria e hicieron que el taxista tocara la puerta insistentemente. En ese momento, el administrador del local les negó la entrada; ya que, habían cerrado dos horas antes. No pudo poner resistencia cuando fue amenazado con una pistola en la cabeza.
Ya en el interior de las oficinas, los asaltantes redujeron al administrador y a una empleada. Uno de ellos llevó al gerente ante la caja fuerte del banco. De ahí extrajo 216 mil soles en efectivo y los colocó en dos costales. Luego, lo trasladó al baño y le quitó su reloj, una sortija de oro y mil soles. Después, lo amarró de manos y pies. La empleada fue colocada delante del mostrador de atención tras ser amenazada de muerte.
Mientras esto ocurría dentro del banco, Ramón Rojo Navarro, un agente policial que estaba de descanso, pasó por el lugar y observó algo sospechoso a través de las ventanas de vidrio. Para salir de la duda, buscó al agente de la policía más cercano. Allí apareció el guardia civil Hugo Guillén Jurado, quien ingresó a la entidad bancaria y le preguntó a la empleada si ocurría algo. Ella lo negó, muy nerviosa. Esto acrecentó las sospechas del oficial que insistió en sus preguntas. Algo andaba mal.
En ese instante, uno de los delincuentes, Jorge Ramírez, salió del baño y se encontró con el policía. “Ahora nos la jugamos”, gritó el sujeto a su cómplice y disparó sin misericordia. Tras fallar sus tiros, el guardia respondió de inmediato. Su disparo hirió al malhechor en el ojo izquierdo. El hampón caminó tres metros y se desplomó. Perdió la vida fuera de la agencia. Al presenciar la sangrienta escena, su compañero de atraco, Jorge Joya, empezó a llorar y rindiéndose pidió clemencia: “No disparen, me entrego. No tiren por favor”, suplicó.
Minutos después, el comisario de Pueblo Libre llegó al lugar acompañado por un numeroso grupo de policías. Allí detuvo al delincuente e hizo que cubrieran el cuerpo inerte del otro. Luego, el Juez Instructor de Turno ordenó el traslado del cadáver a la morgue. Minutos después, Guillén dio sus primeras impresiones al reportero de El Comercio: “Yo solo he cumplido con mi deber de Guardia Civil para evitar la consumación del atraco; pero, al verme amenazado y en peligro de muerte, tuve que disparar contra el asaltante”.
Al día siguiente, el miércoles 22 de noviembre de 1967, Joya y Rubio fueron interrogados por los investigadores del caso. Allí, el asaltante reveló que todo lo planeó su primo. “Yo lo respetaba y le tenía miedo. Tenía que obedecerlo por eso acepté cuando me dijo que tenía que acompañarlo en el asalto. Me dijo que en caso de fallar el golpe, debía decir a la policía que él me había obligado”, señaló. También confirmó que se pintaron las caras y se pusieron las mallas de mujer para disfrazarse: “No sé de qué, pero estábamos disfrazados”.
Minutos después, el chofer del auto confesó que era inocente y afirmó que estuvo con los delincuentes porque le “dijeron que me iban a llenar de plomo si me negaba”. Además, indicó que quiso chocar su auto con un microbús antes de llegar al banco. Sin embargo, Ramírez volvió a amenazarlo con quitarle la vida. Horas después, en conferencia de prensa, la GC indicó que el malhechor asesinado tenía antecedentes por robo y estuvo preso en el penal El Frontón. Joya y Rubio no tenían historial delincuencial. Ambos fueron puestos a disposición del Juez Instructor de Turno y encerrados en una carceleta.
Al mediodía del jueves 23 de noviembre de 1967, la Policía de Pueblo Libre terminó el atestado que corroboró todo lo sucedido en el frustrado asalto. Horas después, el jefe de la Novena Región de la Policía, general Marroquín Cueto, rindió homenaje a los guardias en un local de la 29° Comandancia de Radio Patrulla. En el lugar, Hugo Guillén Jurado y Ramón Rojo Navarro recibieron su ascenso al grado de Cabos de la Guardia Civil en presencia de jefes, oficiales y personal subalterno de la institución.
Luego, recibieron las felicitaciones del director general de la GC. Ambos policías fueron finalmente premiados en una ceremonia realizada por el directorio del Banco Comercial del Perú. Es así como se cerró este increíble caso policial de los años 60. Un hecho que terminó con dos policías como héroes, un delincuente muerto y otro detenido hace más de 50 años.
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