El 11 de enero de 1989, fallece el expresidente del Perú José Luis Bustamante y Rivero, preclaro arequipeño que coronó su carrera como político y diplomático restaurando las relaciones entre salvadoreños y hondureños.
Un hombre que llega a ser presidente de su país, alcanza a dirigir la mayor corte de justicia del mundo y posee la virtud de restablecer la paz entre dos naciones es, sin duda, un personaje singular. Todas esas cualidades forman parte de la ilustre biografía de José Luis Bustamante y Rivero.
Arequipeño de nacimiento, Bustamante y Rivero obtuvo el grado de doctor en Letras en la Universidad San Antonio Abad de Cusco en 1918 y se graduó como abogado un año después. Cultivó la poesía, aunque fue el entorno de la justicia y las leyes en donde encontró su hábitat profesional.
En la Universidad San Agustín dictó cátedra en Filosofía moderna y Derecho Procesal, pero decidió renunciar cuando el gobierno de Augusto B. Leguía quebró la autonomía universitaria. Un episodio puntual lo embarcó en el mundo de la política: se sumó al movimiento de Luis Sánchez Cerro que puso fin al régimen de once años de Leguía.
Su incursión en la vida diplomática empezó en 1934, cuando asumió como ministro plenipotenciario en Bolivia. En 1945 se erigió como alternativa de gobierno y salió elegido presidente del Perú por el Frente Democrático Nacional.
Durante su gestión afrontó las presiones del aprismo, que desestabilizaron su administración. Sin embargo, impulsó la tesis de las 200 millas de mar territorial. Su régimen se vio interrumpido por el levantamiento del general Manuel Odría en 1948.
Tras viajar a Buenos Aires, retornó en 1959 para formar parte de la Academia Peruana de la Lengua. Un año después se convirtió en decano del Colegio de Abogados de Lima y fue miembro del Tribunal Internacional de Justicia de la Haya entre 1960 y 1969.
A finales de los años setenta, se encargó de las negociaciones entre Honduras y El Salvador y logró un exitoso Acuerdo de Paz. Fue designado senador vitalicio en 1980, cuando la democracia retornó al Perú. Y al año siguiente fue galardonado con las Palmas Magisteriales.
Artífice de la Paz
Fue una ceremonia que hizo historia. Dos países declarándose la paz en Lima. En Palacio de Gobierno, El Salvador y Honduras se estrecharon las manos y suscribieron el Tratado General de Paz, que finiquitó los conflictos bélicos iniciados en 1969.
A las 8:43 de la noche, los cancilleres Fidel Chávez Mena y César Elvir Sierra, cancilleres de El Salvador y Honduras, respectivamente, firmaron el documento en presencia del presidente Fernando Belaunde Terry y del gestor del acuerdo y exitoso mediador José Luis Bustamante y Rivero.
La firma se coronó con una ovación que duró tres minutos, los mismos que sirvieron para medir la dimensión del esfuerzo invertido en las prolongadas negociaciones y el agradecimiento de ambas naciones a su hábil facilitador.
Bustamante y Rivero afirmó emocionado: “El país es testigo de un acontecimiento de diáfana grandeza: el abrazo de paz entre dos pueblos hermanos que estuvieron alejados por un infortunado conflicto”, publicó El Comercio en su portada.
El experimentado diplomático, que asumió en abril de 1978 su tarea de mediador a solicitud de ambos países centroamericanos, hizo votos porque “este ejemplo de valor incalculable sea recogido por otras latitudes del mundo”.
El canciller Chávez Mena afirmó que Bustamante y Rivero “condujo con prudencia” las negociaciones. En tanto, Elvir Sierra rindió homenaje a la labor negociadora del peruano y calificó como “justa y digna” la solución dada al diferendo. Sostuvo que el ex presidente constitucional puso de manifiesto “su talento preclaro, paciencia de maestro y noble calidad humana”.
Elegido presidente del Tribunal de la Haya
La sorpresiva noticia, que el decano publicó en su primera plana, informaba que el ex presidente de la República y destacado jurista, había sido elegido presidente de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, el más alto tribunal de justicia del mundo. Esto sucedió el 5 de abril de 1967, durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry.
Bustamante y Rivero había viajado a Holanda para asistir a la ceremonia de apertura de las sesiones del Tribunal. En esas circunstancias se produjo su elección. El ilustre abogado había sido nombrado magistrado de este importante tribunal en 1960, cuando ejercía el cargo de decano del Colegio de Abogados de Lima.
Su designación significó para nuestro país un reconocimiento a sus innegables méritos, siendo aquella la primera vez que un jurisconsulto llegaba a presidir la corte más importante del orbe. Al día siguiente de su elección El Comercio se puso en contacto con él y le realizó una breve entrevista:
—¿Cuál es el programa que va a desarrollar en la presidencia?
El problema que vamos a resolver estos meses es el de la Barcelona Traction Company, un juicio entre España y Bélgica.
—¿Han emitido algún pronunciamiento sobre el límite del mar territorial?
No nos ha sido solicitado y solamente actuamos a pedido de parte. Más bien, en 1968 contemplaremos un juicio pendiente entre Alemania por una parte y Holanda y Dinamarca por la otra. En rigor, son dos causas diferentes, pero sobre la misma materia: el zócalo continental, una cuestión que ha llegado a la Corte por común acuerdo de estos tres países.
—¿Algún mensaje para sus compatriotas?
La discreción que guía el criterio de los jueces me impide enviar mensajes. Pero sí le puedo decir que esta elección significa para el Perú una distinción internacional y que ese es el verdadero motivo por el cual yo estoy muy satisfecho.
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