Nuestro río Rímac ha obligado a los gobernantes de Lima, a través de la historia, a levantar estas vitales vías de comunicación, algunas de piedra y otras de madera o fierro, para permitir un tránsito fluido entre los habitantes situados a ambos lados del “Río hablador”.
A la una de la tarde del 18 de enero de 1962, con la presencia del alcalde capitalino Héctor García Ribeyro, fue inaugurado el puente Ricardo Palma -este sí construido con cemento-, que permitió unir la avenida Abancay en el Centro de Lima con el jirón Hualgayoc en el distrito del Rímac.
Justo en la mitad del puente se reunieron las principales autoridades e invitados, quienes participaron de la bendición de la flamante obra, realizada por el arzobispo de Lima Juan Landázuri Ricketts. También fue colocada una cinta con los colores de la bandera peruana, la cual fue cortada posteriormente por García Ribeyro como símbolo de la apertura oficial de esta nueva vía. Hubo emoción y aplausos.
El nuevo puente cuenta con dos pistas de nueve metros separadas por un sardinel y está preparado para resistir una carga de hasta 36 toneladas en cada línea de tránsito. Fue terminado en diciembre de 1961 y estuvo a cargo del ingeniero Eduardo Gallo Deza.
El alcalde de Lima recordó que durante su gestión edilicia este era el segundo puente incorporado al sistema de vías de la capital. El primero de ellos fue el de Santa Rosa. Asimismo, sostuvo que esto ha permitido conectar el Centro de Lima con el área “bajopontina” y, al mismo tiempo, se ha hecho justicia en darle el nombre del ilustre tradicionista peruano al puente recién estrenado.
El burgomaestre puso énfasis en que la obra fue realizada con planos elaborados por ingenieros peruanos y que la construcción de la misma estuvo a cargo de obreros nacionales y fue ejecutada con material peruano.
Tras cortar la cinta bicolor, Héctor García Ribeyro escuchó las palabras del alcalde del Rímac, quien agradeció la entrega de la obra, que significaba una parte importante del plan de rehabilitación del distrito.
El tradicional distrito del Rímac, que vio la luz oficialmente en 1920, celebró con algarabía, quema de fuegos artificiales, desfile de antorchas y otras actividades, la apertura del flamante puente Santa Rosa, un 30 de agosto de 1960.
Ligado a las recordadas fiestas en las Pampas de Amancaes, el Rímac amaneció embanderado de extremo a extremo y en horas de la noche mostró una imponente iluminación en sus principales calles y avenidas.
El inicio de los festejos se produjo a las 7 de la noche, cuando los gallardos estudiantes de la Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín y del colegio Manuel Pardo, ataviados con sus llamativos uniformes color caqui, realizaron un desfile de antorchas, ante un público entusiasta que los aplaudía y vitoreaba.
La vía recién inaugurada estableció una conexión entre dos sectores importantes de Lima, permitiendo un transporte más fluido sobre el cauce del río Rímac. Los discursos del alcalde de Lima, Héctor García Ribeyro, y del presidente de la República, Manuel Prado, se cerraron con el tradicional corte de cinta.
De inmediato, el público se desplazó sobre el sector del nuevo puente, donde se habían colocado vistosos grupos de vivanderas y numerosos juegos mecánicos, así como puestos de venta de cerámica y otros objetos típicos. “El trajín de los concurrentes fue intenso, particularmente en las tómbolas”, contó El Comercio en su nota informativa.
En la inauguración del puente Santa Rosa, que enlaza la avenida Tacna y el jirón Virú, participaron también el Obispo Auxiliar de Lima, José Dammert Bellido y el Arzobispo de Lima Juan Landázuri. Culminada la ceremonia, el jefe de Estado y su comitiva oficial recorrieron en automóvil de un extremo al otro del puente.
“Primera piedra del nuevo puente”, así tituló El Comercio la nota publicada el 20 de marzo de 1869, dando cuenta que un día antes se había efectuado la ceremonia de colocación del llamado “nuevo puente de Lima”, que en el futuro conoceríamos como Puente Balta.
Eran los años del gobierno del presidente José Balta y la construcción de esta nueva vía de la ciudad capital se había iniciado por el mandato de un decreto supremo del día 2 de marzo de aquel año.
“Desde las doce y media del día muchas personas comenzaron a ocupar los alrededores de la plazuela de Colón. Las que habían sido invitadas expresamente tomaban asiento en el lugar donde debía colocarse la primera piedra”, decía la nota del decano.
Un pequeño puente improvisado que partía de la citada plazuela, servía de paso a la parte del río en donde se realizó la ceremonia. Allí se había colocado un pescante (como el brazo de una grúa) para alzar la piedra y ubicarla en el hoyo que se había hecho en el suelo.
Una guardia de celadores cuidaba el orden y una banda de música apostada en la plazuela amenizaba el acto tocando piezas escogidas. A la 1 de la tarde arribó el presidente José Balta acompañado de sus ministros. Luego de unas palabras el obispo Tordoya procedió a la bendición de la piedra.
En su discurso el presidente Balta manifestó: “El monumento que va a levantarse sobre la piedra que acabo de colocar no solo es útil, no solo es necesario y aun urgente, sino que él es también un homenaje rendido al progreso y a la civilización de la capital de la República”.
“Si toda vía de comunicación es un vínculo de amor y fraternidad, de industria y de riqueza, y por consiguiente de libertad, de orden y de igualdad entre los pueblos, ella es, entre dos partes de una misma ciudad, una condición de vida”, agregó.
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