Antes de que la imagen del Señor de los Milagros hiciera su habitual recorrido procesional por las calles de Lima, un heroico acto evitó una tragedia en una zona céntrica de la ciudad. El 27 de octubre de 1965, Jesús Quintana Balbi manejó un camión cisterna en llamas que dejaron abandonado en un grifo de la avenida Wilson, en el Cercado de Lima.
El incendio había empezado mientras el vehículo descargaba combustible. El valiente chofer dejó el furgón en una zona solitaria del Campo de Marte, en Jesús María. Días después, el audaz conductor fue nombrado “Concejal Honorario” por la Municipalidad de Lima.
VALIOSA ACCIÓN PARA SALVAR VIDAS
Eran las tres de la tarde del miércoles 27 de octubre de 1965, cuando un camión cisterna, cargado con mil galones de gasolina, se detuvo en un grifo de la cadena Esso, ubicado en la cuadra 19 de la avenida Wilson, en pleno corazón limeño. Mientras descargaba combustible, el fuego se apoderó del tanque de carga, que en pocos segundos se extendió hasta la manguera del surtidor. Esto hizo que el piloto huyera aterrado, dejando el imponente transporte en una zona altamente explosiva. Sin medir, además, que debajo de la máquina de este líquido inflamable había un tanque subterráneo que podía causar un desastre.
Ante el inminente peligro, los transeúntes y taxistas que estaban en la zona empezaron a huir en diferentes direcciones. El grifero de turno trató de apagar desesperadamente el fuego con baldes de agua. La situación era de extrema peligrosidad. En medio del temor y la confusión, casi nadie trataba de ayudar para impedir una posible explosión. En ese instante, apareció el joven Jesús Quintana Balbi, de 27 años. Él subió al furgón en llamas y lo condujo tocando la bocina para apartar a los numerosos autos que estaban en la pista. Fueron minutos de terror. Luego se dirigió hasta unos jardines del Campo de Marte, donde abandonó la camioneta en una zona abierta e intransitable.
Allí permaneció el transporte de combustible prendido en llamas hasta que llegó la compañía de bomberos de Lima y apagó el siniestro. Después se constató que en el grifo ya había pasado el peligro. Quintana terminó ileso. Solo el grifero tuvo quemaduras leves en el rostro. Sin embargo, no se supo de dónde provino exactamente el fuego.
DECLARACIONES DEL VALIENTE PERSONAJE
Luego del atrevido acto, Jesús Quintana fue rodeado por un mar de gente que vio boquiabierto cómo les había salvado la vida. Entre aplausos, el joven le dijo al reportero de El Comercio qué lo motivó a realizar semejante hazaña: “Cuando me di cuenta de que el tanque ardía y a mi alrededor los rostros de centenares de personas reflejaban a la vez miedo y angustia, no lo pensé más. Tomé el volante del camión, encendí el motor y emprendí una veloz carrera pensando solo en llegar a un lugar más o menos despoblado, antes de que la gasolina explotara. Detuve el tanque en el Campo de Marte. Allí no causaría daño”.
Después explicó lo que sintió tras su valiente gesto. “Me bajé de él (vehículo) y entonces se apoderó de mí el miedo. Temblaba como un niño. Estaba aterrorizado, pero mientras sentía a mis espaldas el ardor de las llamas que abrazaban el camión, mi corazón parecía latir normalmente, como si nada especial ocurriera”, contó Quintana.
Tras la dramática confesión, el valeroso muchacho contó que era un modesto piloto que estaba a prueba en el Ministerio de Fomento. Hace unas semanas había entrado a trabajar para la Jefatura de la Sección Obras de dicha entidad. En un acto de humildad, Quintana se quitó méritos por su accionar. “De que se preocupan, esto no es nada. Cualquiera lo hubiese hecho”, dijo sonriente. Finalmente, el padre de tres hijos reveló lo que pensaba al conducir el vehículo en llamas: “Cuando vi tanta gente alrededor del camión y muchos niños, imaginé que uno de mis niños podría haber estado allí. Eso me dio coraje”.
MERECIDOS RECONOCIMIENTOS
La mañana del 28 de octubre de 1965, Jesús Quintana recibió un homenaje en el Despacho del Ministerio de Fomento y Obras Públicas. En el lugar, el joven fue recibido por el ministro Sixto Gutiérrez. Luego fue felicitado por varios funcionarios que trabajaban con él. En la ceremonia, la máxima autoridad de la institución le entregó un premio de 5 mil Soles de Oro y lo incorporó al personal de planilla como trabajador destacado.
Al día siguiente, al mediodía del 29 de octubre, el valeroso héroe recibió una distinción especial en la Municipalidad de Lima. En una gran ceremonia, el alcalde de la ciudad, Luis Bedoya, le entregó la insignia de “Concejal Honorario” y un objeto de plata en “Reconocimiento al valor cívico”. Además, el burgomaestre capitalino se comprometió a entregarle una casa a través de la Junta Nacional de Vivienda. Horas después, el presidente de la Asociación Automotriz del Perú, Santiago F. Castellano, le entregó un cheque por 10 mil Soles de Oro. En su discurso comparó el heroísmo de Quintana con el del aviador peruano Alfredo Salazar Southwell.
Esa noche también se conoció que El Comercio Gráfico había iniciado una colecta para premiar tal hazaña. La meta era recaudar más de 50 mil Soles de Oro para entregárselos en nombre del pueblo limeño. Instituciones como la Escuela Normal “Toribio Rodríguez de Mendoza” donó 5 mil. Hicieron lo mismo otras empresas como Castellano S.A. y Meva Importa S.A. Más adelante, la colecta fue entregada al hombre que salvó a la ciudad de una terrible catástrofe.