La Policía informó a los medios de prensa que el agresor actuaba entre las 7 y 9 de la noche. Solo lo pudieron capturar gracias al apoyo de los propios vecinos. (Retrato: GEC Archivo El Comercio)
La Policía informó a los medios de prensa que el agresor actuaba entre las 7 y 9 de la noche. Solo lo pudieron capturar gracias al apoyo de los propios vecinos. (Retrato: GEC Archivo El Comercio)
Carlos Batalla

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La mayoría de diarios limeños lo llamó el ‘Destripador del Rímac’ o el ‘Misterioso loco asesino’. El sujeto usaba un cuchillo con el que asestaba cortes mortales a sus víctimas. La primera fue una menor atacada el miércoles 23 de mayo de 1962, en una calle rimense. Ella solo recibió una herida superficial, pero no fue el caso de la segunda víctima de ese mismo día.

La señora Luisa Saavedra esperaba a las 7 de la noche en un paradero de buses de la avenida Tarapacá, junto a otra mujer, Gloria Garay, cuando el agresor la atacó con un artefacto “punzo-penetrante”. Esta segunda víctima fue herida en el lado izquierdo del abdomen, aunque sin consecuencias fatales. Un dibujante de El Comercio hizo un retrato del sospechoso en base a la versión de los testigos, en una especie de “identikit” que ayudaría luego a los sabuesos de la Policía.

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A las 7 y 30 de la noche, una chica de 15 años, María Rojas, caminaba con otra menor en la sexta cuadra de la avenida Francisco Pizarro, cuando al parecer el mismo sujeto de los casos anteriores les hizo una señal de alto y, de inmediato, atacó a María con un estilete filudo, hiriéndole el lado izquierdo del abdomen. La joven cayó a la vereda y el agresor huyó velozmente.

Dibujo de El Comercio que fue muy útil en la captura del criminal del Rímac. (Retrato: GEC Archivo Histórico)
Dibujo de El Comercio que fue muy útil en la captura del criminal del Rímac. (Retrato: GEC Archivo Histórico)

La tercera víctima fue Guillermo Vargas, un adolescente de 15 años, quien el jueves 24 de mayo de 1962 cruzaba la quinta cuadra de la avenida Francisco Pizarro y fue sorprendido allí por el llamado de un misterioso hombre. El jovencito se acercó y, sin mediar palabra, aquel le clavó el puñal también en el lado izquierdo abdominal.

La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y la Guardia Civil (GC) empezaron a realizar algunas redadas en los recovecos del distrito bajopontino. Sin embargo, no pudieron evitar la verdadera tragedia del viernes 25 de mayo de 1962. La cuarta víctima fue mortal. Los investigadores acentuaron cada vez más la búsqueda del escurridizo sujeto que logró escapar del cerco policial dirigiéndose a las más profundas zonas de Amancaes.

Por esos días, los policías detuvieron a varios sospechosos, la mayoría personas desequilibradas mentales que se hacían pasar por el ‘Destripador del Rímac’.

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UN NUEVO HOMICIDIO

El sábado 26 de mayo de 1962 el clímax asesino llegó otra vez a un punto trágico. El homicida eligió como su quinta víctima a Alejandro Canchari, un menor de 14 años que jugaba con otros niños en la plazuela de La Cabeza, al frente de la iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza. Había venido hacía unos días de Jauja para vivir con una tía en el Rímac, la cual le había mandado a comprar a la farmacia, pero el menor se quedó jugando, distraído.

De pronto, un hombre lo llamó y, ya cerca a él, le hundió el arma blanca en el abdomen. Mal herido fue llevado a la Asistencia Pública de Grau y luego al hospital Dos de Mayo. Moriría a la una de la madrugada del domingo 27 de mayo. El asesino escapó hacia la avenida Francisco Pizarro. Era un fantasma que parecía desvanecerse en el aire.

La sexta persona agredida no murió, pero permaneció durante varios días en una sala de emergencias. Se trató de Toribia López, de 50 años. La víctima y su sobrina de 17 años estaban cruzando la sexta cuadra de Francisco Pizarro (otra vez en la misma zona), cuando el delincuente que huía de la escena del parque de La Cabeza sintió que estas interrumpían su escape. El sujeto pasó entre las dos, pero enfurecido hundió su estilete en el estómago de Toribia.

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La mujer pensó que solo la había golpeado, pero no fue así. Sintió que su ropa se teñía de rojo y confirmó así que estaba herida. Sus ropas gruesas le salvaron la vida, ya que la puñalada no fue tan profunda pese a que se concentró en una zona mortal. La agresión con arma blanca casi le había perforado los intestinos.

El pueblo del Rímac exigió con energía  la captura del asesino de la noche. (Foto: GEC Archivo Histórico)
El pueblo del Rímac exigió con energía la captura del asesino de la noche. (Foto: GEC Archivo Histórico)

¿QUIÉN ERA ESTE AGRESOR?

En 48 horas el asesino había cometió seis agresiones, dos de las cuales fueron mortales. Estaba en una carrera psicótica desenfrenada. Los testigos dieron más detalles a las fuerzas del orden: era un tipo de mediana estatura, contextura gruesa, cabellos lacios y cortos, ojos abultados, nariz ancha y labios regulares.

El Comercio completó esa información con la última vestimenta: camisa color caqui, saco y pantalón azules. Los testigos detallaron que el tipo tenía un andar nervioso, actitud compulsiva y manejaba un estilete con el que atacaba a sus víctimas. Los del Rímac y prácticamente toda la capital limeña vivieron horas de incertidumbre.

Ese domingo 27 de mayo de 1962, el distrito rimense estaba desolado en el día y en la noche era un páramo completo. Ese fin de semana, los niños fueron encerrados en sus casas y la gente exigió mayor vigilancia policial y la captura inmediata del criminal. Los investigadores señalaban que era un solo delincuente, un “psicópata asesino de gran peligrosidad”.

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Los jefes policiales aseguraron que lo capturarían: “Vivo o muerto”. La psicosis colectiva, decía El Comercio, cundió en el Rímac donde varios vecinos se armaron “de palos, fierros y piedras” para hacer un “peinado” por las casas y quintas. Se suspendieron finalmente las clases en tres colegios de mujeres: el Colegio María Parado de Bellido (jirón Chiclayo), el Colegio Nacional de Mujeres del Rímac (jirón Trujillo) y el Colegio Calle Nueva (jirón Libertad).

Los vecinos llamaban a la comisaria indicando que habían visto al asesino en uno y otro sitio. Era un ser ubicuo. Se estaba construyendo una leyenda peligrosa en torno al psicópata. Decían de él que saltaba los techos como un canguro, que corría tan veloz que sus pies parecían suspenderse en el aire, que lo tenían capturado, pero que no lo decían para que la gente no lo linchara. Lima estaba amedrentada y enardecida a la vez.

El 'Destripador del Rímac' fue capturado por agentes de la Guardia Civil.  (Foto: GEC Archivo Histórico)
El 'Destripador del Rímac' fue capturado por agentes de la Guardia Civil. (Foto: GEC Archivo Histórico)

LA CAPTURA DEL ASESINO

La Policía aseguraba que, por el uso diestro del cuchillo, podría ser un zapatero o hasta quizás un enfermero. La figura del principal sospechoso se concretó en el dibujo que El Comercio había publicado como primicia el 28 de mayo de 1962. El asesino era Amadeo Mattos Yangali y fue apresado la noche del miércoles 30 de mayo de 1962, curiosamente el mismo día en que había empezado el Mundial de Fútbol Chile 1962.

Mattos comió la noche de su captura en una cantina del jirón Amazonas, en el Cercado de Lima. A las 8 de la noche, salió de ese local y atacó por última vez a una adolescente de 15 años, Lidia Berróspide, quien recibió un corte en la cara. En su fuga hacia la calle Cruces (hoy Huanta), se encontró con la joven Lilia Matta, de 19 años, quien lo identificó y acusó de ser el “asesino del Rímac”. Encolerizado, Mattos atacó a la joven a quien llegó a herir levemente. Matta esquivó otro ataque y pidió auxilio. Los vecinos cercanos salieron a ayudar a la muchacha y otros, más de una decena, persiguieron al agresor.

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El ‘Destripador del Rímac’ cayó en la calle Penitencia, cerca de los jirones Amazonas y Cruces (hoy Huanta). Por algunos segundos estuvo a manos de la gente que empezaba a golpearlo con palos y piedras, cuando el técnico de investigaciones Joaquín Rosales y el suboficial de la Guardia Civil, Jorge Rodríguez, lo rescataron de la multitud enardecida. Mattos lucía con el rostro ensangrentado.

El 'Destripador del Rímac' fue interrogado por la Policía que mostró el cuchillo con el que asesinó e hirió a varias personas. (Foto: GEC Archivo Histórico)
El 'Destripador del Rímac' fue interrogado por la Policía que mostró el cuchillo con el que asesinó e hirió a varias personas. (Foto: GEC Archivo Histórico)

LA PRIMICIA DE EL COMERCIO

Los cronistas del diario decano pudieron conversar en exclusiva con el sujeto en la comisaría. En un principio, el asesino solo reconoció el homicidio de María Rojas, en la avenida Francisco Pizarro y dijo que, cuando la “estaba enamorando”, esta lo insultó al decirle que era un “cobarde y homosexual”. Por eso la atacó con una cuchilla automática, que poseía desde hacía unos 15 días como regalo de un amigo chileno. Negó haber matado al menor Alejandro Canchari y herido a las otras personas.

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Soy de Huancavelica, tengo 37 años y vivo en la barriada ‘Leoncio Prado’ con mis hermanos. Soy peluquero y barbero”, fueron sus primeras palabras. Divorciado y con dos hijos en Huaral, Mattos contó que había estudiado hasta primero de secundaria y que en su trabajo, en una peluquería, un amigo chileno le había regalado el cuchillo para que “me haga respetar cada vez que alguien me llame homosexual”, confesó.

Paradójicamente, Amadeo Mattos, un ser resentido y agresivo, era un interesado en la práctica del yoga. La Policía halló en su casa libros sobre ese tema y otros de magia negra y pornografía. Los agentes descubrieron también en su cuarto una libreta con apuntes en clave con todo lo que había hecho durante esas últimas semanas de sangre y locura homicida. Así, la Policía cerraba el círculo del ‘Destripador del Rímac’.

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