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| Crónica
Años 80: las colas eternas que nunca olvidaremos los peruanos | FOTOS
Durante los años 70, 80 y 90, y aún antes, los peruanos ya parecíamos unos seres vivientes con tendencia a estar uno junto al otro en la vía pública. Es que hemos hecho colas para todo ante la escasez o el desabastecimiento.
Las crisis de las colas en el Perú vienen de muchísimos años atrás, pero empezaron a hacerse agudas desde la década de 1970, con los militares en el poder. No obstante, debemos reconocer que el asunto colapsó durante los años 80: en los gobiernos de Fernando Belaunde (Acción Popular) y especialmente con Alan García (PAP), en este último vivimos la peor crisis económica del siglo XX.
Uno de los primeros antecedentes de la crisis severa que vivimos en los años 80, y que produjo muchas colas y horas perdidas, aconteció el 30 noviembre de 1980, cuando el entonces ministro de Energías y Minas, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), advertía de la necesidad de promulgar nuevas normas legales para estimular la (re)inversión en petróleo.
En 1983, PPK preveía que la producción petrolera sería escasa. Se intentó desde el gobierno de Belaunde incentivar la “exploración petrolera”. Era sería la solución en un largo plazo. Pero el déficit de combustible llevó a los trabajadores en Talara a una huelga ante la “falta de producción”, y como consecuencia, a un grave desabastecimiento del producto.
Las primeras colas de autos y camiones en los grifos del país ocurrieron en el verano de 1983. Las autoridades responsabilizaban del hecho a los efectos del Fenómeno de El Niño de ese año, que habría causado la escasez de combustibles. Pero, pocos les creyeron. Las colas por conseguir servicios elementales como el agua, también fueron pan de cada en todo el país, y en Lima no hubo distrito que no lo sufriera de una manera constante.
Los años inolvidables 1985-1990
El gobierno de García, elegido con un 52% de los votos, empezó como una luna de miel. García gozó de mucha popularidad en los dos primeros años de su gestión; sin embargo, al poco tiempo vino la debacle económica y social que se prolongó hasta bien entrado la década de 1990.
La inflación se desbocó a raíz de decisiones equivocadas del gobierno aprista, y así el pueblo, como siempre ha ocurrido, pagó las consecuencias. Los precios subían, el terrorismo arreciaba, el trabajo era escaso y las colas iban en aumento. No alcanzaba para la leche, el arroz, el azúcar, el aceite y tampoco para los tubérculos y verduras. La burocracia hacia todo aún más lento. Vivíamos como en cámara lenta.
La gente ganaba menos y lo que tenía en el bolsillo valía aún menos en los mercados. La inversión se contrajo, y entonces para 1986 el Perú debió aplicar a préstamos extranjeros que nos condujeron a un callejón sin salida. Mientras tanto, en las calles, sobre todo cuando el Perú limitó el pago de su deuda externa al 10% y fuimos declarados un “país no elegible” por el Fondo Monetario Internacional (FMI), se cosa ardía tanto como las colas interminables para cualquier servicio público o para obtener algún producto de primera necesidad.
La crisis de las reservas, la caída de la recaudación, el aislamiento económico y financiero y la amenaza a la banca privada desde 1987, acabaron por darnos un panorama triste, desesperanzador, agónico a finales de la década de 1980. Como ejemplo para dimensionar el grave problema económico en que estaba metido el país, la devaluación de la moneda de esos años, el inti, era catastrófica. Hacía solo unos años, el dólar costaba un inti; a finales de los años 80, un dólar eran 175.000 intis. Ni más ni menos.
Los dólares MUC campeaban, el precio de las cosas subían y los salarios se hundían. Es cierto que el terrorismo de Sendero Luminoso, primero, y luego del MRTA hacían retroceder aún más al país, pero la brújula en la economía se había perdido en paralelo a la destrucción que generaban estos grupos terroristas.
Ya en los estertores del gobierno aprista, en enero de 1990 (en plena campaña electoral), la crisis del combustible volvió como una sombra amenazante. El 30 de ese mes, se agudizó el desabastecimiento de combustible en Lima. Más de un centenar de vehículos cisternas no pudieron proveerse de gasolina, petróleo diesel y kerosene doméstico en la refinería de ‘La Pampilla’.
Otra vez, más colas. En febrero de 1990, hubo más desabastecimiento de gasolina y kerosene doméstico en los grifos, que no tenían reservas ya que los camiones cisternas no llegaban con los carburantes desde hacía días. Las colas por la gasolina y el querosene regresarían pasadas las elecciones presidenciales (primera y segunda vueltas). A fines de junio de 1990, no hubo combustible en Piura y en Lima tampoco hubo gas.
Actualmente, en el 2020, las colas se trasladaron a losbancos ante la masiva entrega de bonos por parte del Gobierno en plena pandemia. Y en el 2021, el anuncio de un nuevo bono que llegaría a 13 millones de peruanos enciende nuevamente las alertas.