En setiembre de 1926 apareció Amauta, fundada y dirigida por José Carlos Mariátegui, que se convirtió en la publicación más importante del Perú y del continente. Las más grandes inteligencias, las más altas sensibilidades artísticas publicaron en Amauta, César Miró entre ellas, a la sazón con veinte años. A los 90 sigue escribiendo poesía, sigue creyendo en el Perú y en los sueños, tal como nos dice en esta conversación, con emotivas revelaciones de lo que su vals produjo y produce en los marginales de todo el mundo.
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A los veinte años me llevaron a conocer a Mariátegui, y yo que pensaba conocer a un hombre demasiado severo, me encontré con un hombre encantador, con una gran capacidad de transmitir simpatía. Conocer a Mariátegui fue una revelación. Mi vinculación con él me ayudó a afianzar mi amor al Perú. Pero no sólo me ayudó, me inició más bien en el amor al Perú. José Carlos es uno de los peruanos más importantes del siglo.
Yo escribí "Todos vuelven" en Hollywood, y no puedo olvidar cuando una vez en el "Larco Herrera" me recibieron los internos con carteles donde habían escrito la canción, y uno de ellos me dijo que ellos iban a volver a la vida, pero que, efectivamente, el tiempo del amor no vuelve más.
-Esta semana se han cumplido 71 años de la fundación de la histórica revista “Amauta” por parte de José Carlos Mariátegui. ¿Cómo recuerdas tu primer encuentro con José Carlos?
Lo conocí en 1927. Ese año yo cumplía veinte años. Dos pintores me llevaron a su casa de Washington, Juan Devéscovi y Carlos Bullen Pardo. Yo estudiaba contabilidad en San Marcos. Ese primer encuentro fue una sorpresa.
-¿Por qué fue una sorpresa?
Porque yo pensaba encontrar a un hombre demasiado severo, demasiado serio, y me encontré con un hombre encantador, con una gran capacidad de transmitir simpatía y transmitir ideas. Esa primera vez hablamos mucho, de todo, de Picasso, de Stravinsky. Yo nunca le escuché hacer proselitismo.
-Cuénteme más de él...
Yo me sorprendí mucho al escucharlo hablar. Era un hombre que tenía una cultura muy equilibrada, muy completa, y me sorprendí porque él fue un autodidacta. Él no fue al colegio, salvo hasta el segundo, tercer año. Entonces era un hombre extraordinario que se había hecho de una gran cultura, que llegó a alcanzar todos los aspectos de la cultura. Y no solamente de la cultura literaria, artística, filosófica. José Carlos sabía de pintura, de música. Estaba al día en todo.
-A los veinte años tú conociste a un hombre de inmensa gravitación en la cultura, en las ideas del Perú. ¿Qué te produjo eso?
Fue como una revelación. Mi vinculación con él me ayudó a afianzar mi amor por el Perú. Pero no solamente me ayudó, me inició en el amor por el Perú, porque yo era un muchacho de diecinueve, veinte años, sin ninguna idea precisa, sin ninguna idea clara. Mi relación con él me inició, pues, en mi intenso amor por mi país. Cuando lo conocí, José Carlos ya tenía una inmensa gravitación en la cultura del Perú. Él era un enamorado del problema social, por la necesidad de mejorar la condición de nuestro pueblo.
-¿Qué publicaste en Amauta?
José Carlos me invitó a publicar poemas en la revista. Recuerdo que lo primero que publiqué fue "Las tres canciones de Almanguará". El manguaré es un instrumento musical de la selva. Es un tronco que se golpea para producir mensajes más que para producir música. A mí me gustó la palabra manguaré, y la cambié por "almanguaré", porque sonaba mucho más poético, y así se publicó el poema.
-¿Cómo era él contigo?
Era muy cordial, con un gran sentido del humor, con una especial disposición humanista. Lo primero que relaciono cuando recuerdo a José Carlos, es su gran respeto por los demás, el que me haya invitado a escribir poesía es una demostración de eso.
-Y te hablaba del Perú.
La única preocupación de José Carlos era el Perú. Él sabía del Perú más que nadie. Decía que el Perú era un país que necesitaba un equilibrio social y económico porque predominaba la injusticia social. Tenía mucha compasión por el pueblo, este pueblo que todavía no se ha integrado.
-¿Qué tiempo escribiste en Amauta?
Escribí hasta poco antes de irme desterrado a Buenos Aires, luego de haber estado preso en la isla San Lorenzo. Recuerdo que Jorge Basadre me recibió en la isla. Él, en su último libro, “La vida y la historia”, dice: “Hasta ahora no sé por qué estábamos presos César y yo”.
¿Y por qué estaban presos?
Porque el gobierno de Leguía inventó un complot que no existía. Y es que esa dictadura, como todas, estaba siempre inventando cosas.
-Gran revista, Amauta...
"Amauta" es la primera publicación peruana de acento universalista y de auténtica integración. José Carlos escribió en su primera editorial que la revista no representaba un grupo sino, más bien, un momento de espíritu. En ese sentido, la revista tradujo muy bien, interpretó muy bien el tiempo que le correspondió.
-A los noventa años, César, ¿cómo evalúas esa experiencia que fue "Amauta"?...
Ha sido considerada por la crítica internacional como la más alta voz de nuestros pueblos. En sus números encontramos la noticia de realidades lejanas y apenas conocidas: la lectura serena del gran libro del agro, la primicia del psicoanalista en artículos de Sigmund Freud y Honorio Delgado.
-Que fue su discípulo.
Sí, y que acababa de llegar de Viena. Encontramos también ahí la crítica del nuevo arte dramático, los poemas de Pablo Neruda, de Magda Portal, de Martín Adán, de José María Arguedas, de Alberto Hidalgo. En sus páginas se exhibieron las pinturas de Sabogal, se publicaron las colaboraciones de Jorge Basadre, de María Wiesse, Angela Ramos y Carmen Saco.
-José Carlos Mariátegui solía recibir a partir de las seis de la tarde, quisiera que reconstruyeras esas charlas.
Él recibía a las seis de la tarde, pero a nosotros nos permitía llegar a la una de la tarde. Enseñanzas muy ricas me han quedado de lo que escuchaba en las charlas. Mi memoria conserva los primeros temas de esas gratas tertulias. Hablábamos de las novelas de guerra, "El fuego" de Barbusse, y de pintura también, como de "Los Arlequines" de Picasso, y del cubismo que compartió con Georges Braque y Juan Gris, y de música, hablábamos de Stravinsky, de "La consagración de la primavera". Estos eran temas gratos a José Carlos, que dominaba muy bien.
-Te deportaron y no lo volviste a ver...
No lo vi más. De Buenos Aires me fui a Europa, el 28, y me quedé hasta el 30. Cuando regresé ya había muerto. Yo creo que José Carlos Mariátegui fue uno de los peruanos más importantes del siglo. Como él no hay otro que para mí tenga una significación en su momento. Aunque hay otros importantes, sin embargo, como Riva Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, que fueron hombres notables de esa época.
-Suerte aciaga la del Perú con sus figuras, ahora emblemáticas, y que sin embargo, murieron prematuramente: Mariátegui a los 36 años, Vallejo a los 33. Arguedas se mató. País trunco de inteligencias truncas...
Y ha sido gente de vida tan breve y tan dramática. Sucede que el Perú no se ha integrado, no se ha organizado como país. Cuando decimos democracia, no nos damos cuenta que la democracia es un hábil sistema para hacer que se entiendan personas desiguales como somos nosotros. A mí lo que más me ha desvelado ha sido la injusticia. ¿Cómo he podido vivir en un país donde hay injusticia social, donde persiste la injusticia social, y no solamente cuando hay dictadura, sino siempre? ¿Cómo se puede evitar esto?: a través de la educación, a través de la cultura, a través de la acción del Estado. No somos iguales, pues, y esto es un dolor que me llevo. Si tenemos una población tan abultada de analfabetos, no se puede pretender que seamos iguales.
-Tú escribiste un hermosísimo vals, "Todos vuelven", que se ha convertido en una suerte de himno universal de marginales, de gente que está lejos de su hogar, de su patria. Los peruanos lo cantan en el extranjero y lloran abrazados. ¿Qué recuerdo conservas de lo que tu canción ha producido en la gente?
No puedo olvidar la reunión que hace años hubo en el "Larco Herrera". Max Arnillas me invitó y lo que vi me sacudió el alma hondamente. En un pabellón, al centro de una hilera de camas, un grupo de internos me recibió con carteles en los que habían escrito pasajes de mi canción.
-Te hacían un homenaje.
Un homenaje conmovedor, porque ellos levantaban carteles donde habían pintado: "Bajo el árbol solitario del silencio", y otro más: "Cuántas veces nos ponemos a llorar" y seguía otro con: "Todos vuelven por las rutas del recuerdo", y finalmente: "Pero el tiempo del amor no vuelve más".
-Tremendo: ... "pero el tiempo del amor no vuelve más".
No puedo olvidar lo que, después de ello, un enfermo me dijo en nombre de los demás internos: "Señor Miró, un honor tenerlo aquí. Sólo queríamos decirle que tiene razón: todos vuelven, y nosotros vamos a volver a la vida, vamos a volver a nuestras casas, vamos a sanar. Queríamos decirle que tiene razón en todo eso, pero especialmente tiene razón en que el tiempo del amor no vuelve más, señor Miró. Nunca más."
-¿Quién lo cantó por primera vez?
Hace más de cincuenta años se lo enseñé a Jesús Vásquez en Radio Nacional. Ella fue la primera en cantarlo, y al hacerlo lo fundó con su estilo tan entrañable.
-¿Y cómo escribiste "Todos vuelven"?
Yo escribí "Todos vuelven", en letra y música en Hollywood, para una película que nunca se hizo. Yo era periodista, corresponsal de varios periódicos, preparé un argumento para una película cuyo título provisional era "Gitanos en Hollywood".
-La vida había empezado para ti a los veinte años, al lado de Mariátegui, cuando tomaste sentido a tantas cosas. ¿Qué hacías en Estados Unidos?
Me ayudaba cantando como "latin song", y trovador sudamericano en teatros y night clubs de Hollywood. Yo nací en Miraflores, donde ahora funciona la Tiendecita Blanca.
-Tu canción la ha interpretado Celio González con la Sonora Matancera, y Rubén Blades, que no sólo la grabó con "Los cinco del Solar", sino que la cantó con Vicente Martí en la película "Crossover dreams". Es un himno, pues, de marginales.
Y fíjate que yo creía que era un vals muy literario. Cuando escribí: "El aire que trae en sus manos, la flor del pasado, su aroma de ayer", no creí que la gente fuera a entender eso de "las manos del aire". Pero la gente entiende, claro que sí. Entiende muchísimo más de lo que nosotros, pretenciosamente, imaginamos.
-¿Y cómo te brotó?
Me moría, pues, de nostalgia. Yo nunca supe de música y me salió con una guitarra, haciendo anotaciones en un papel.
-Te escucho y recuerdo que el hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Eso es, pues, "Todos Vuelven", por eso se fue de mano en mano.
A los noventa años, soy un ser sumamente preocupado por el tiempo que vivimos, y recuerdo estas palabras de un norteamericano: "Nuestra vida está llena de estruendos y de fama, y carece de significado".
-Pero cuando uno ha escrito una canción que sirve para que la gente se abrace, la vida tiene significado, César...
Bueno, tal vez, pero a mí me parece que es una buena definición de nuestro tiempo. Yo soy un ser sumamente preocupado por este tiempo. A mí me produce angustia el desequilibrio, tengo un sentido estético de la vida, y de la relación entre los hombres.
-¿Y lo ético? A mí me parece que el parecido de las palabras ético y estético, no es inocente.
Claro, cómo no. Yo tengo una tremenda angustia por lo que pueda suceder entre nosotros, pero una angustia, como ya te dije, en sentido existencial. Se ha explicado a la angustia como una consecuencia. Yo la entiendo como algo que puede venir, lo que es distinto.
-¿Qué se siente cumplir noventa años en un país que sigue siendo adolescente?
Muchas cosas, pero yo he vivido mi época, y no me ha asaltado la nostalgia por lo que desapareció, por lo que por alguna razón desapareció, porque no tenía consistencia, no tenía raíces. ¿Y el futuro? pues, no lo puedo predecir. Mejor dicho: yo soy presentista. Yo estoy viviendo mi tiempo, mi época.
-De acuerdo, pero como poeta, amas la nostalgia.
No siempre, a veces la nostalgia me ama a mí.
*[Entrevista publicada en El Comercio, el 9 de junio de 1997]