Eran inicios de la década de 1920 y el Perú celebraba el centenario de la llegada de la expedición libertadora comandada por don José de San Martín. Sin embargo, estos homenajes se vieron mermados por un extraño fenómeno que causó el pánico en todos los limeños. Un inexplicable “sacudón” remeció las casas e hizo explotar los vidrios de las ventanas. Algunos techos se vinieron abajo y un fuerte sonido ensordeció toda la ciudad. Nadie sabía qué estaba pasando. Todo era un misterio.
El hecho sucedió la mañana del 10 de setiembre de 1920. Ese día, todos los limeños salieron a las calles despavoridos por el terrible movimiento telúrico que sacudió varios puntos del centro de la ciudad. Algunos pensaron que se trataba de un petardo. Otros, creyeron que explotó una bomba. Horas después, se conoció que la explosión se produjo cuando tres lanchas cargadas con miles de dinamitas chocaron en el terminal marítimo del Callao. Una tragedia que dejó decenas de muertos y heridos; así como cientos de desaparecidos.
Eran las 8 y 44 de la mañana de ese 10 de setiembre de 1920, cuando toda la capital fue sacudida por la aterradora explosición. El estallido hizo que algunas casas limeñas sufrieran daños irreparables. Los vidrios de las puertas y ventanas se hicieron añicos. Varias paredes y techos se desplomaron. La terrible escena tuvo la fuerza de un enorme cataclismo producido por la naturaleza.
Esto hizo que gran parte de población saliera aterrada de sus hogares. Las calles eran un pandemonio. Se escuchaban gritos y llantos de mujeres y niños. Mientras que trozos de vidrios y pedazos de paredes se caían al suelo con el pasar de los minutos. En medio de la confusión, las personas corrían de un lado a otro. Nadie sabía qué hacer. Tampoco imaginaban lo que pasaba. Los teléfonos habían quedado dañados. La incomunicación creó un fuerte pánico en toda la capital limeña.
Horas después, se conoció la increíble noticia: una lancha con miles de cajones de dinamita explotó cerca de una salinera, ubicada en la parte norte del terminal marítimo del Callao. La fuerte detonación creó un gran arco de fuego que se elevó hasta el cielo. Era como si hubiera explotado una bomba atómica. Esto sacudió todo el puerto del Callao; así como La Punta, Bellavista, Chucuito y Carmen de la Legua. La terrible descarga se sintió en casi todos los distritos de la capital.
Cerca de la 10 de la mañana, un reportero de El Comercio recorrió las calles de la ciudad en busca de información. Es así como logró ver las puertas destrozadas del Salón Olimpo. El impacto de la explosión también dañó las instalaciones de los cines “Carpa de Moda” y “Gloria”. Este último se había convertido en un comedor escolar donde miles de niños tomaban su desayuno a diario. Los menores habían logrado salir antes derrumbe.
En el Callao, miles de casas de las calles Puno, América, Zepita, Colón y La Constitución, se cayeron. La factoría de Guadalupe quedó destrozada. El petróleo de los tanques inundó el suelo del terminal marítimo. Innumerables fincas y enormes establecimientos quedaron destrozados. Las familias chalacas abandonaron sus casas corriendo despavoridas en diferentes direcciones. Al mismo tiempo, la policía alertó de otra probable explosión. Esto llevó a que varias personas salieran de la ciudad con destino a Bellavista.
Según los testigos, la explosión se produjo cuando más de 50 hombres descargaban varios cajones de dinamita de tres lanchas en el muelle, cerca de la salinera. Estas embarcaciones le pertenecían a la empresa estadounidense W. R. Grace y Compañía. Los testigos indicaron que en las lanchas había cerca de 6 mil cajones del material explosivo. Días antes, un cargamento con 13 mil cajas del explosivo habían sido traídas por el vapor “Santa Rita”.
También declararon que todo empezó cuando una de las embarcaciones terminaba su descarga, mientras las otras dos esperaban su turno muy cerca de ella. Es así, como un leve choque produjo la detonación. Esta se originó porque entre las cajas de dinamita había un fuerte cargamento de fulminantes. Unos golpes en los baúles con este material ocasionó la tragedia.
Un hecho que no pudo ser corroborado por los sobrevivientes de la detonación, quienes no podían explicarse cómo se originó todo el accidente. Solo expresaron que la magnitud del estallido fue ocasionado por la carga explosiva que llevaban. Algunas embarcaciones cercanas como el remolcador “Isabela” también habían desaparecido. Esta también pertenecía a la compañía de químicos estadounidense. Esa tarde, la empresa norteamericana sacó un comunicado afirmando que sus lanchas las habían alquilado a la empresa de explosivos de San Lorenzo.
Una de las zonas que más daños sufrió fue la calle Manco Cápac, ubicada cerca del puerto chalaco. En el lugar, ninguna casa quedó de pie en más de 500 metros. En esa misma avenida, el edificio del desinfectorio municipal resultó completamente dañado. Gran parte de los techos y de las paredes se cayeron. Asimismo, en el Hospital de Guadalupe, varias secciones quedaron inhabitables. Solo se salvó íntegramente capilla.
No corrió la misma suerte el camal ubicado cerca del lugar de la catástrofe. Los templos de la Matriz, Santa Rosa y la Concepción también quedaron destrozados. En la Matriz, se desplomó el altar de la Virgen del Perpetuo Socorro. Algo parecido sucedió en el Colegio de Guadalupe. Allí los vidrios de la gran farola se vinieron abajo cuando los alumnos recién iniciaban sus clases. Los locales de los clubs Regatas, Unión y Cannottieri Italia también sufrieron graves desperfectos.
En Chucuito y La Punta los daños fueron de consideración. Los vidrios de las casas quedaron destrozados; así como todos los objetos de cristal. Algunos hoteles tuvieron que cerrar y la mayoría de las paredes de los mobiliarios se cuartearon.
En Lima, sobre todo en las partes altas, los vidrios de las ventanas y claraboyas de las casas se vinieron abajo. La mayoría de personas abandonaron sus hogares presos del pánico. En los jirones centrales, los daños no fueron de mucha importancia. Solo se rompieron los vidrios de las ventanas y balcones. La estación de los Desamparados sufrió daños en su salón de espera. Y las farolas y claraboyas del colegio y de la iglesia de San Agustín se desplomaron.
La iglesia de los Desamparados también sufrió daños. El pánico en los todos los colegios limeños fue intenso. La mayoría de los niños había llegado a sus aulas en el momento de la explosión. En los balnearios del sur de la capital se sintió mucho el fuerte estallido. En Miraflores y Barranco, los vidrios de las casas se hicieron pedazos. Mientras que, en Chorrillos, hubo daños leves durante la explosión.
Hasta esa noche, todos los hombres que estaban en las lanchas y el remolcador habían desaparecido. Los cuerpos encontrados con vida fueron llevados al Hospital de Guadalupe, en el Callao. Los heridos con lesiones menos graves se medicaron en sus casas. Solo se pudo confirmar la muerte de siete personas. Los cadáveres fueron trasladados a la Morgue para ser identificados por la policía.
La catástrofe también había dejado más de 60 personas desaparecidas. Otras 39 quedaron heridas. Pero no todo era desgracia: uno de los trabajadores sobrevivió porque segundos antes de la explosión saltó de una lancha a otra. Tras volar más de 20 metros, su cuerpo cayó al mar. El sujeto solo presentaba una herida profunda en el brazo.
Horas antes, la policía, los bomberos y los empleados de la Asistencia pública organizaron un operativo para recoger a los heridos del mar y buscar más sobrevivientes. Además, varias lanchas de la capitanía, buques de guerra, de resguardo y de las compañías de vapores y varias personas, se ofrecieron a ayudar en la zona de la catástrofe. Todos se unieron ante la desgracia.
Ante el suceso, el presidente Augusto B. Leguía manifestó que su gobierno daría un subsidio para reparar el Hospital de Guadalupe. Además, envió un telegrama lamentando profundamente el suceso y ordenó investigar este hecho. Asimismo, alcalde del Callao se comprometió a apoyar a los familiares de las víctimas. También se creó un comité para recolectar fondos en favor de los damnificados por este desastre.
Al día siguiente, el sábado 11 de setiembre, el comité de ayuda sacó un comunicado en el que pedía a las empresas privadas y al público en general que ayuden a las víctimas. “El comité encargado de arbitrar fondos para atender a las víctimas de la explosión de dinamita ocurrida en la mañana de ayer invita a las casas comerciales de Lima y el Callao y a todas las personas que deseen contribuir a esa buena obra se sirvan remitir su óbolo al Tesorero del Comité señor Talavera, Banco del Perú y Londres, Oficina del Callao”, rezaba la misiva.
Más adelante, el diputado Juan Torres Balcázar planteó un proyecto de ley ante el Congreso de la República para ayudar a todos los damnificados por la catástrofe: “El poder ejecutivo invertirá la cantidad que sea necesaria para la inmediata reparación de las salas de enfermos del hospital de Guadalupe del Callao y de la escuela anexa, y en subvencionar al concejo provincial de ese puerto para la reparación de sus inmuebles, averiados por la catástrofe del 10 de setiembre”. Un plan que pasó a debate en el parlamento.
INFORME FINAL DE LA TRAGICA EXPLOSIÓN
El jueves 16 de setiembre de 1920, el gerente de los almacenes fiscales envió un informe final sobre la explosión ocurrida en el puerto del Callao. Ahí lamentó lo sucedido y explicó que la mañana del 10 de setiembre, las embarcaciones estuvieron cargadas con 1500 cajones de dinamita. Este cargamento formaba parte de los 17,750 compartimientos que llevó el vapor “Santa Rita” al terminal marítimo.
También explicó que dentro de ese cargamento había 184 cajones de fulminantes. Sin embargo, la hipótesis de que estos hubieran ocasionado la explosión quedaba descartada ya que este material explosivo se hallaba almacenado “en los depósitos de la isla”. Este hecho y algunas medidas tomadas preventivamente demostraban que la compañía que realizó la descarga no había omitido ninguna diligencia. Tampoco pudo evitar la catástrofe.
Por último, el gerente manifestó que creían que la explosión se produjo al intentar abrir “clandestinamente” alguno de los cajones, ya que los golpes habrían producido la impactante detonación. Además, la compañía explicó que ellos oportunamente avisaron de los peligros de mantener mucho tiempo estos explosivos en las lanchas. Una actividad que se realizaba muy seguido en el terminal marítimo.
Es así como esta explosión fue uno de los mayores desastres ocurridos en el puerto chalaco. Un accidente que terminó con la vida de varias personas y que “sacudió” toda la capital limeña a principios del siglo pasado.
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