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| Crónica
Marchas en Lima: ¿cómo era una huelga de tranvía durante el ‘oncenio’ de Leguía?
Lima se paralizó en ese octubre de 1924. Hacía pocos años que se había celebrado el centenario de la independencia del Perú, todo era fiesta y glamour entonces; pero también, en ese escenario, se escondían profundas desigualdades.
En la década de 1920, durante el ‘oncenio’ de Augusto B. Leguía (1919-1930), el Perú vivió un verdadero avance en su proceso de modernización, pero este solo llegaría a Lima y a algunas ciudades de la costa peruana. Con una industrialización aún incipiente y con la llegada al país de capitales extranjeros, Lima especialmente cambiaría mucho y más gente andaría por sus calles.
Fueron varias las formas en que esa modernización se materializaba a través de productos y servicios; todo ello, por supuesto, antes de la crisis económica del crack de 1929. La urbe recibió desde entonces olas migratorias fuertes desde las provincias del país, y otra vez Lima se convirtió en el centro de ese proceso migratorio. Con ello, los servicios públicos debieron multiplicarse.
Pero antes, en febrero de 1904, en tiempos del presidente Manuel Candamo, había empezado a funcionar el primer ferrocarril eléctrico transurbano del Perú, que en su ruta inicial unió en línea doble Lima, Barranco y Chorrillos. El 27 de julio de ese mismo año, entró en circulación la nueva línea del llamado “ferrocarril eléctrico”, que enlazaría Lima y Callao.
No tardó en aparecer en la capital una nueva modalidad de transporte urbano: el tranvía eléctrico, cuyo servicio se inició en mayo de 1906, en el primer gobierno de José Pardo (1904-1908). Tres meses después de la inauguración de tal servicio, se fundó en agosto de 1906 las Empresas Eléctricas Asociadas (lo que después sería ElectroLima). La capital, al menos la de esos años, estaba ya conectada moderna y eléctricamente de extremo a extremo.
Y es que, hasta ese entonces solo había existido el popular “tranvía de sangre”, que era jalado por mulas y funcionó desde marzo de 1878 hasta fines del siglo XIX. En las décadas de 1910 y 1920, el servicio de tranvías se dividió en cuatro líneas: la línea urbana de Lima, la línea interurbana del Callao, la línea de Chorrillos y la línea de Magdalena. Para 1923, ya en pleno ‘oncenio’ de Leguía, el conjunto de estas rutas hacía un total de 166 km.
La mayor huelga de tranvías en los años 20
Leguía potenciaría esa modernización limeña, teniendo como punto de partida las celebraciones por el centenario de 1921. Por eso, la cobertura y el servicio de los tranvías en Lima y el Callao mejoró notoriamente y, en 1924, llegaría a un punto de máxima exigencia.
Sin embargo, a la par que el gobierno imprimía mayor velocidad y calidad al servicio, los trabajadores tranviarios empezaron a organizarse en sindicatos como lo hacían -al menos desde hacía dos décadas- la masa laboral de los distintos sectores productivos del país.Casi estaba cantado que las medidas de lucha obrera como las huelgas vendrían en cualquier momento a paralizarlos tranvías capitalinos.
Y eso ocurrió el miércoles 22 de octubre de 1924. Ese día se inició la primera huelga tranviaria de gran impacto en Lima. Tanta fue la necesidad de mantener el servicio, que ante la ausencia de los conductores oficiales, las autoridades determinaron que en las líneas principales dirigieran los tranvías “los alumnos de la Escuela de la Guardia Civil y Policía”, informaba El Comercio ese mismo día.
Esa crisis del transporte urbano de Lima fue aliviada en algo por el apoyo de los inspectores de las Empresas Eléctricas Asociadas (EEA), aunque estos debieron enfrentar una situación difícil. Y es que la huelga de motoristas y conductores fue respaldada por los gremios adheridos a la entonces poderosa Federación Obrera Local de Lima.
Estos gremios y los tranviarios acudieron ese primer día de huelga a negociar una solución con sus jefes en las EEA. Tras una corta deliberación, no llegaron a ningún entendimiento. La huelga debió continuar.El Comercio dio cuenta en detalle de estos hechos que convirtieron a la ciudad en un caos, con gente arremolinada en los diversos paraderos de Lima, Chorrillos y el Callao.
Los dirigentes huelguistas, al ver el rechazo a sus pedidos por parte de las EEA, formaron una comisión para acudir al Ministerio de Gobierno y explicarles los problemas que tenían con los ejecutivos de las EEA. El diario decano siguió paso a paso el accionar sindical; por eso pudo informar de esta manera: “En la noche siguió sesionando la Federación Obrera Local de Lima hasta horas avanzadas sin haber logrado ponerse de acuerdo ni encontrar una fórmula que solucione el conflicto”.
La policía acabó apresando a los dirigentes tranviarios
Al día siguiente, el jueves 23 de octubre de 1924, a las 11 y 30 de la mañana, los dirigentes de los motoristas y conductores, en el propio local de los primeros, se reunieron con numerosos delegados y miembros de la directiva gremial para tomar medidas de fuerza ante la negativa empresarial. Entonces, allí mismo, fueron sorprendidos en plena sesión por un piquete policial que de inmediato optó por detener “a los que ocupaban el local, el que quedó en seguida clausurado”, indicó El Comercio de la tarde.
El “diario de La Rifa”, como era conocido entonces el diario decano, recibió en su imprenta hacia el mediodía a una comisión de los delegados que llegaron para expresar su protesta por el cierre de su local gremial en plena reunión de los motoristas y conductores en huelga.
Mientras tanto, ese jueves 23 de octubre, con una ciudad sin tranvías, solo se pudo ver circular “ómnibus que han prestado un positivo servicio al público, toda vez que los automóviles de plaza tampoco salieron hoy al servicio”, sentenció El Comercio.
El caos y las persecuciones a los dirigentes sindicales por parte del gobierno de Augusto B. Leguía seguirían varios días aún; por lo menos hasta que la huelga no pudo sostener más. Una década después, en 1934, se lograría formalizar en una sola institución el servicio tranviario en la capital, con la creación de la Compañía Nacional de Tranvías, la cual se mantuvo activa durante tres décadas.
El público de Lima, desde mediados de los años 30, pasando por los años 40, 50 y la primera parte de los 60 compartiría aquella modalidad de transporte moderno. Pero en 1965, ya solo había 24 tranvías deambulando por las calles capitalinas y la antigua Compañía Nacional de Tranvías estaba agonizando.
Una última huelga general de operarios y empleados, el 18 de setiembre de 1965, terminó por cerrar el ciclo de vida de aquel sistema tan popular de locomoción en Lima. Las deudas abundaban en la institución y las máquinas terminaron en los talleres como chatarras.
La declaración oficial del cierre definitivo de la Compañía Nacional de Tranvías fue el 19 de octubre de 1965. El Comercio daría la noticia con una frase lapidaria: “No volverán a circular más los tranvías en Lima”. Los rieles pasaron a ser historia después de 61 años de actividad.
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