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Avenida Larco en Miraflores: de calle modesta a vía emblemática de Lima, inaugurada un 30 de julio
Hace 83 años, Lima crecía a pasos agigantados. La ciudad ya no era la capital que solo ocupaba el Centro Histórico, se proyectaba hacia el sur y sus balnearios como Miraflores no paraban de modernizarse. La nueva avenida Larco fue un claro ejemplo de ello desde el 30 de julio de 1941.
Una semana antes de la inauguración de la avenida Larco, el 22 de julio de 1941, el Perú hizo frente a un nuevo y grave conflicto fronterizo. Ya no era al sur con Chile, sino ahora las malas noticias provenían del norte con Ecuador. A raíz de esa franca guerra, el 23 de julio fallecería el aviador y héroe nacional José Abelardo Quiñones. En ese ambiente bélico y patriótico, un suceso en Lima llamó la atención de los ciudadanos. Miraflores acabó las obras de ampliación de la “calle Larco”, y dejó todo listo para inaugurar su nueva avenida. La avenida “José Alberto Larco” nació un 30 de julio de 1941. Se cumplen 83 años de ese acontecimiento.
José Alberto Larco era un italiano que había llegado al Perú a los ocho años, en 1838 (un año antes de la aparición de El Comercio); lo hizo para trabajar con un tío suyo, Francisco Larco. Con los años, ese niño se hizo hombre y fue muy activo y trabajador: fue el promotor del Hospital Italiano de Lima, fundó el Banco Italiano y, por supuesto, llegó a ser alcalde de Miraflores, entre 1891 y 1893.
Los días previos a la esperada apertura de la avenida “José A. Larco” en Miraflores fueron de algarabía patriótica por los festejos del 120 aniversario de la independencia del Perú. Al mensaje de 28 de julio del presidente Manuel Prado (primer gobierno), se sumó la espectacular ceremonia en homenaje al Libertador José de San Martín, que por esos años se realizaba los 30 de julio en la plaza que llevaba su nombre.
La del “Protector del Perú” era una fiesta que la Municipalidad de Lima organizaba cada año desde que el monumento al Libertador se inauguró en 1921, junto con la plaza. Era, pues, una tradición que convocaba a cuerpos diplomáticos y militares, siendo los invitados especiales siempre la embajada y los militares argentinos. El embajador nunca dejaban de citar esta conocida frase sanmartiniana: “Serás lo que debes ser y si no, no serás nada”, refiriéndose al Perú y los peruanos.
LA HORA DE LA AVENIDA LARCO EN MIRAFLORES
El presidente Manuel Prado estuvo en el asiento de honor en todos los eventos protocolares de Fiestas Patrias durante ese julio de 1941: el 28 en el Te Deum y el Congreso, el 29 en la Parada Militar y el 30 en la Plaza San Martín. Pero ese miércoles 30 de julio de 1941 hubo otro evento en donde Prado deseó estar. Se trató de la inauguración de la avenida Larco.
De la Plaza San Martín, la comitiva presidencial tomó la avenida Arequipa y se dirigió directamente al corazón del “balneario de Miraflores”. Era inauguración y bendición de la nueva avenida, según constaba en las tarjetas de invitación que llegaron a los diarios como El Comercio. (EC, 31/07/1941)
Larco fue un alcalde muy recordado por sus obras y mejoras del balneario miraflorino, a fines el siglo XIX; por ello los vecinos de las primeras décadas del XX lo homenajearon colocando su nombre en una calle importante del distrito y que, desde ese 30 de julio, pasaba a ser una moderna avenida.
Pero todo empezó ese día muy temprano. Mientras en Lima, por la mañana, la Plaza San Martín hervía de gente, el Parque Central de Miraflores empezaba a llenarse con numerosos grupos de colegiales de la localidad, que ya estaban allí antes de las 10 de la mañana, y se fueron ubicando a lo largo del costado izquierdo de la nueva avenida “José Alberto Larco”.
Eran escolares de centros educativos fiscales (estatales) y particulares (privados), todos correctamente uniformados y con escoltas que llevaban sus respectivos estandartes. Para acompasar el paso gallardo de los menores en ese inolvidable desfile estuvo a la orden, entre otras, la banda de músicos del Colegio de los Salesianos de Lima. (EC, 31/07/1941)
El municipio miraflorino y los propios colegios coordinaron la presencia del general del Ejército, señor Pérez Alvarado, quien tenía el cargo de director de “Instrucción Pre-Militar”. El general Pérez estuvo pendiente del desarrollo de los preparativos; pero los que estuvieron a cargo de la organización y dirección del desfile cívico-escolar eran otros oficiales.
Se trataban del comandante Guillermo Garabito, director de la Segunda Región, y el capitán Miguel García Alcalde. Ya para las 10 de la mañana, los preparativos estaban cumplidos. Solo restaba esperar el inicio del evento. La reluciente avenida Larco espera su momento.
CON EL PRESIDENTE PRADO LA CEREMONIA EMPEZÓ
La tribuna oficial había sido colocada en el lado derecho de la avenida Larco, y en lugar destacado estaba ubicado el alcalde de Miraflores Daniel Ruzo. Aparecieron también en el estrado los ministros de Estado, las autoridades políticas de Lima, y los alcaldes vecinos de los “balnearios” de Barranco y Chorrillos.
Pululaban también generales del Ejército y otros oficiales de la misma Arma; asimismo, el Nuncio Apostólico, Monseñor Fernando Cento; el Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro Pascual Farfán; y el Monseñor Eloy Chiriboga, quien era el “Canciller del Arzobispado”.
No podían faltar varios diputados y senadores y los elementos del mundo diplomático y social, además de sacerdotes e invitados especiales. La tribuna atiborrada de gente lucía adornada con guirnaldas de flores y una cantidad impresionante de banderitas peruanas. (EC, 31/07/1941)
Antes del mediodía, se anunció la llegada del presidente de la República, Manuel Prado; este se atrevió a llegar en carro descubierto, acompañado del general de Aeronáutica y jefe de su Casa Militar, Fernando Melgar, así como los edecanes de servicio.
Cuando el primer mandatario apareció, las bandas de músicos allí presentes tocaron la “Marcha de Banderas”, mientras los alumnos saludaban como dictaba el protocolo. El presidente Prado fue recibido por el alcalde Ruzo y los regidores miraflorinos y, en realidad, por toda la tribuna. Había que ser ciego para no darse cuenta de la popularidad de Prado, al menos en ese momento.
Tras los aplausos y las vivas, el primer mandatario se sentó en la silla de honor, y a su lado derecho el alcalde de Miraflores. Pero antes de empezar la ceremonia, tomó la palabra un representante de “obrerismo miraflorino”, Flavio Barrantes, quien saludó, agradeció y felicitó al presidente. Lo llamó “gran patriota”. Barrantes era, sin duda, el representante de los que habían hecho con sus manos y brazos la avenida Larco. (EC, 31/07/1941)
Sin duda, la decisión y el apoyo del gobierno central en la construcción de la obra vial por inaugurarse fueron vitales, por eso el agradecimiento obrero, al presidente y al alcalde Ruzo, quien, como dijo Barrantes, siendo un funcionario “dinámico y honrado”, supo “convertir en realidad las directivas” del señor presidente. (EC, 31/07/1941)
Más fuentes de trabajo y una Caja Nacional de Seguro Social para los obreros, eran los motivos reales por los que Barrantes agradeció tanto al presidente Prado como al alcalde Ruzo. El inesperado y largo discurso del representante de los trabajadores hizo apurar luego la ceremonia.
Ya bordeaban los primeros minutos de una tarde miraflorina inusual, debido a la cantidad de personas en la vía pública, entre vecinos y autoridades. Hasta que, al fin, sonaron los acordes del Himno Nacional del Perú.
Fue la banda del Regimiento Guardia Republicana el que se encargó de darle vuelo musical a las “sagradas letras” del himno. “¡Viva el Perú!”, se escuchó por todos lados. La gente estaba entusiasmada. Luego, vino otro largo discurso, muchos más largo, de parte del alcalde Daniel Ruzo. Era el “discurso de orden”, y estaba, por supuesto, dirigido al presidente Prado. (EC, 31/07/1941)
Miraflores era llamada entonces por sus obreros “pueblo” y, por sus propias autoridades, “ciudad”; lo cierto es que vivía ese trance entre uno y otro nivel poblacional. No había dudas de que el progreso arquitectónico lo estaba convirtiendo en una ciudad.
Ruzo expresó, además, la solidaridad de los miraflorinos con el gobierno de Prado en esa hora de guerra en el norte del país; recordó al antiguo alcalde que prestaba su nombre a la nueva avenida. “Don José A. Larco, el alcalde que hace medio siglo regía los destinos de Miraflores”, dijo.
Describió que, en su distrito, no había muros como en la antigua Lima, y anotó que allí la gente no se unía detrás de un muro sino que lo hacía en los paisajes. Ruzo llevaba “18 meses” en el cargo, los mismos que Prado en el gobierno nacional. Por eso esa empatía con el mandatario.
En un pasaje de su discurso, el alcalde Ruzo dijo: “La labor municipal no es fácil. Estamos asistiendo al tránsito del balneario aldeano a la urbe moderna, que en los últimos seis años, ha duplicado su población y la duplicará nuevamente en plazo más breve todavía”. (EC, 31/07/1941)
Y el doctor Ruzo dio datos claves. Señaló, por ejemplo, que “en 1907 Miraflores ocupaba cuarenta hectáreas de superficie útil; tenía 14 hectáreas de espacios libres, mil 258 habitantes y 49 mil soles de presupuesto”. Y aseguró que “en los últimos 34 años se han ido agregando constantemente zonas urbanizadas que han aumentado la población, disminuido el porcentaje de área libre y dejando caer sobre las vías de tráfico el peso enorme de sus 50 mil habitantes”. (EC, 31/07/1941)
El paso de calle a avenida se logró, dijo el alcalde Ruzo, no solo por la ayuda del gobierno central, ya que los recursos del municipio no les permitían ejecutar una obra de esa magnitud, sino también “por las donaciones de los particulares”.
Luego del discurso del alcalde de Miraflores, se declaró inaugurada la avenida José A. Larco, que era considerada entonces como una prolongación de la avenida Arequipa. Manuel Prado dijo algunas palabras. Él sí fue breve. Recordó que Miraflores no solo inauguraba la nueva avenida sino también dos obras más, esto es, el “cuartel para la Comisaría de Surquillo” y el “edificio para el Centro Municipal de Deportes”.
Para el presidente Prado, la nueva vía Larco era una “hermosa avenida que complementa el más feliz esfuerzo urbano que podemos ostentar después de la capital”, además vaticinó que la avenida (antes calle), “será la gran arteria por donde circulará la vida común de los tres balnearios del sur, cuyas áreas, en su continuo ensanche, se eslabonarán bien pronto con la de la capital, surgiendo así la gran urbe llamada a rivalizar, en población y belleza, con las de primer orden de Sudamérica”. (EC, 31/07/1941)
Entre aplausos que interrumpían su alocución, el presidente de la República acabó agradeciendo a todos, a obreros, a alcaldes, a vecinos y estos últimos respondieron con más efusivos aplausos y vivas. El Himno Nacional acalló las últimas palmadas, y Monseñor Pedro Pascual Farfán bendijo el asfalto de la avenida Larco. Prado cortó la cinta rojiblanca y declaró oficialmente inaugurada la nueva vía.
DESFILE CÍVICO-ESCOLAR EN LA NUEVA AVENIDA MIRAFLORINA
Con la venía presidencial, el Comandante Garabito ordenó el inicio del desfile cívico-escolar, que prometía muchas emociones. A la cabeza de los numerosos grupos venía la banda de músicos del Regimiento Guardia Republicana, y detrás de ellos, los colegios estatales de niñas, y enseguida las menores de los centros educativos privados.
Fueron marchando a un paso muy marcial. Para acompañar a los varones, tocó otra banda, esta vez del Regimiento de Infantería Nº 7. Y fue en igual orden: primero los jóvenes de los colegios fiscales, y a continuación, los muchachos de los colegios particulares.
Continuó la banda del Colegio de los Salesianos, la brigada de exploradores y, finalmente, la Compañía de Bomberos ‘Miraflores Nº 1′, con su comandante, Juan M. Bravo de Rueda; estos exhibieron su traje de parada militar, tanto en su sección antigases como de ambulancia. EC, 31/07/1941)
La gente de Miraflores reconoció a estos “hombres de rojo” y los aplaudieron con fervor y reconocimiento. Desfilaron después las corporaciones e instituciones establecidas en el distrito-balneario; y, finalmente, lo hicieron los miembros de los centros deportivos.
Tras el cierre del desfile cívico-escolar, el presidente Manuel Prado intentó retirarse, pero no pudo hacerlo, porque el alcalde Ruzo lo invitó a hacer un recorrido breve por el “Malecón 28 de Julio” y el de “Reserva”, pues había que estudiar algunas obras para la mayor seguridad de los vecinos en esos “paseos públicos”. Si estaba el presidente de la República tan cerca, ¿cómo no comprometerlo con más ayuda para la comuna?
En este episodio de Cuenta la Historia, se narran detalles de la construcción de uno de los íconos arquitectónicos de Lima, el edificio del Diario El Comercio.
Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.
En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.
Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.