El señor de la izquierda se acomoda en la superficie de su balanza Toledo después de ganar la reñida competencia.
Sabemos que ha triunfado porque la aguja marca unos gramos de diferencia a su favor, y porque el otro competidor, orondo, con los brazos en jarra, parece escuchar el resultado con incómodo escepticismo, como reclamando una segunda opinión.
Hay un tercer hombre en la imagen, no me refiero al que está semioculto por una de las balanzas, con la cadera ladeada y las manos detrás, sino al que asoma por la izquierda y lleva una camisa a cuadros remangada. Deducimos, por su vestimenta, que no se trata del clásico notario que acredita la legalidad de los concursos; quizá sea uno de los conductores de El Muñoz de Baratta Show, programa que se transmitió, en vivo, en horario estelar, primero en Canal 4, luego en Canal 2, entre 1959 y 1962, y cuyo número de fondo era el famoso Su peso en soles, en el que dos participantes ponían en juego toda su voluminosa humanidad.
Esta imagen corresponde al sábado 2 de enero de 1960 y muestra solo la segunda parte del enfrentamiento. En la primera, los concursantes debían sentarse en una mesa pantagruélica y tragar hasta saciarse. Existe una foto donde estos mismos señores aparecen sentados, con una servilleta al cuello, rodeados de panes, papas fritas y botellas de Cinzano, dando cuenta de unas carnes que bien podrían ser de cerdo o de conejo. A diferencia de los boxeadores, que primero se pesan y luego se fajan en el cuadrilátero, para los contrincantes de Su peso en soles el ring era la balanza: trepaban a la báscula solo después de medir su apetito.
Es imposible ver esta imagen y no pensar en las huellas de los años sesenta: la austeridad del decorado del estudio, los muebles del salón, el tamaño de los instrumentos, los bigotes, camisas y zapatos.
Aunque muy popular en su momento, hoy sería imposible reproducir este mismo juego en la televisión nacional. No solo porque la obesidad lleva años siendo un problema de salud pública en el Perú (según el Minsa, la mitad de la población sufre se sobrepeso), sino porque premiar la gordura implica necesariamente burlarse de ella y, si bien la tele peruana acredita una sólida tradición al respecto, reírse de la gente ya no le causa gracia a nadie.