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Aniversario de Lima: el insólito caso del ‘Restaurante del Zoológico’, que fue demolido en 1934 para ampliar el Paseo de la República
No solo fue una demolición en aras del progreso de la ciudad, como se dijo en su momento, sino que significó el fin del último bastión del ‘Perú Aristocrático’ (1895-1919). El solemne, único y majestuoso restaurante del viejo zoológico de Lima, a un lado del Palacio de la Exposición, fue derrumbado en agosto de 1934.
Luego de 24 años de funcionamiento ininterrumpido -fue inaugurado en 1910, un año después del propio zoológico, durante el primer gobierno de Augusto B. Leguía (1908-1912)-, el restaurante del famoso ‘Parque Zoológico’ vio cómo sus columnas, cornisas, paredes y pisos se hacían polvo. El zoológico de Lima vivió momentos críticos, por supuesto, como aquel que ocurrió un año luego de su apertura, cuando en diciembre de 1910 se escapó un león causando angustia entre los vecinos; o lo ocurrido el 28 de agosto de 1912, cuando un elefante poco sociable escapó de su jaula y embistió mortalmente con sus colmillos a un guardián que dormía apaciblemente en una banca.
Pero, el caso del restaurante era especial. No era que su derrumbe hubiera generado una situación crítica o trágica como las citadas anteriormente, sino que el lujoso edificio era el espacio favorito para un sector de limeños que allí se reunían, hacían sus fiestas, tenían sus citas nacionales e internacionales. En pocas palabras, era el local que representaba su propio estatus social.
La demolición sistemática empezó un miércoles, el 1 de agosto de 1934, y se esperaba que para fines de ese mismo mes todo concluyera. Los que visitaron el inmueble en sus buenos tiempos, hablaron y escribieron maravillas de ese mítico espacio, y además entendieron que su desaparición era cosa del progreso y del “embellecimiento de la ciudad”, especialmente a poco de cumplirse el 400 aniversario de Lima, a celebrarse algunos meses después, el 18 de enero de 1935. (EC, 04/08/1934)
No hay duda de que 24 años de vida institucional era poco tiempo. Sin embargo, el ‘Restaurante del Zoológico’ tuvo su propia y magnífica historia. ElComercio dio cuenta, en una emotiva crónica, de esos eventos sociales, culturales, políticos y diplomáticos que solo los memoriosos historiadores y archiveros han conocido.
Es cierto que los almuerzos y las cenas en ese local eran para los que podían costearlo; pero si uno podía ir una sola vez en su vida, ya era motivo para tener más de una historia o anécdota que contar. Con una fachada bien iluminada, dando su frente al centro de Lima, el ‘Restaurante del Zoológico’ inició su vida totalmente enrejado; una reja que lo apartó del movimiento en el antiguo zoológico. Su vida glamurosa era, pues, ajena a las gracias de los monos, a la pesadez de los elefantes, al temor de las cebras, al misterio de los leopardos, a la rudeza de los osos y a la majestad de los cóndores que vivían cerca de él.
Así lo describía el diario decano: “El Restaurante estaba enrejado. Sobre sendos muros, uno a cada lado, dos enormes águilas de bronce desafiaban desde la altura a los hermosos y majestuosos leones de mármol que aparecían a la entrada del Paseo Colón”. (EC, 04/07/1934)
Pero esas rejas desaparecieron con los años y las águilas de bronce volaron para adornar el propio viejo zoológico, primero, y después, cuando este fue clausurado en 1946, permanecer en el hermoso Parque de la Exposición algunos años más.
El comedor principal del restaurante estaba adornado con finos cristales (’Salón de los Cristales’) que relucían de día; y en la noche, se enseñoreaba con una intensa iluminación. Había más de un comedor y su cocina era gigante; un escenario, un teatro para actos protocolares la hizo también inolvidable, así como un surtido e inacabable bar.
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Para tener una idea exacta del lugar, del espacio físico que ocupaba el afamado restaurante del ‘Parque Zoológico’, debemos hacer un esfuerzo para imaginarnos a una Lima distinta a la que conocemos hoy. Sobre todo en ese sector que hoy es el Museo de Arte de Lima, la plaza Grau y el Parque de la Exposición.
El viejo zoológico estaba a un lado del parque, y el restaurante abarcaba lo que hoy es el museo y algo más de terreno hacia lo que sería la continuación de la avenida De la República (llamada luego Paseo de la República, que entonces solo llegaba hasta el Paseo Colón).
Aun no existía la plaza Grau, que aparecería en la vida de la ciudad recién en 1946, tras la decisión de trasladar la efigie del héroe de Angamos, hecha por el escultor español Victorio Macho, desde la plaza De la República (frente al Palacio de Justicia y la avenida España) hasta la nueva plaza, en ese punto central de Lima.
En ese tiempo de la demolición del ‘Restaurante del Zoológico’ -agosto de 1934- ya había dejado de pasar cerca el tren de Chorrillos; pero desde abril de ese mismo año estaban circulando los tranvías eléctricos en la futura avenida Paseo de la República, a través de la naciente Compañía Nacional de Tranvías S.A.
En ese lugar, se habían dado los mejores banquetes y bailes de Lima durante dos décadas y media (1910-1934). Eran las fiestas más suntuosas, como las de carnavales, fiestas patrias, Navidad y Año Nuevo, siempre animadas por el mítico “piano de cola” del zoológico. Como contaba el cronista de la época, “se llenaba de gente, y se bailaba, se bebía, se flirteaba. Todo era alegría y diversión…”. (EC, 04/08/1934)
Los ojos del cronista de El Comercio vieron en esos días de demolición cómo resaltaban en la pared de cal del escenario teatral, las inscripciones de los artistas que pasaron por allí. Estas frases y parabienes le sirvieron para tener una idea del movimiento artístico que animó por seis años ese espacio artístico, que se había inaugurado en 1928, con la ‘Troupé Ibérica’ de España.
“Lola la Gitana-Manolo Fernández”, decía una dedicatoria escrita a lápiz; “Trío Méjico-Los Lop-Zar-Conchita López Esther”, se leía dentro de una figura geométrica; y “Antonio López, cubano, rey de rumba”, una frase escrita “con muy perfecta letra inglesa”, entre otras citas. (EC, 04/08/1934)
Actuaron allí, en el teatro del ‘Restaurante del Zoológico’, además de intérpretes y dúos famosos en esos años (las hermanas Toledo, las hermanas Bárcena y el Troupé Olimpia), nada menos que “la primera orquesta de negros cubanos que vino a Lima”, de hecho, un suceso en sí mismo; así como “el transformista Duharte, María Capilla y Renato Tignani”. (EC, 04/07/1934)
El barman principal, el mago de los licores y sus combinaciones, llamado simplemente ‘Don Pedro’, quedaría como uno de esos personajes de fantasía. Los que no eran de fantasía eran los dueños del restaurante, José Visconti y Manuel Velásquez.
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El primer gran banquete político, según su propio dueño, el señor Visconti, sucedió el 19 de junio de 1910 “en homenaje al General de nuestro ejército, don Pedro E. Muñiz”. ¿Y el último banquete? Ocurrió el 11 de setiembre de 1930, “en honor del entonces Comandante don Luis M. Sánchez Cerro, a raíz de su llegada a Lima, después del triunfo de la Revolución de Arequipa”. (EC, 04/07/1934)
El recordado ‘Restaurante del Zoológico’ era, sin duda, el lugar de encuentro de las élites políticas, sociales y económicas. Las celebraciones de los centenarios de la Independencia del Perú y de la batalla de Ayacucho se dieron en su alucinante ‘Salón de Cristales’, donde también se presentó, en uno de sus primeros bailes sociales y aristocráticos, el entonces presidente de la República, Augusto B. Leguía (primer gobierno) y el Cuerpo Diplomático. Fue la noche en que se lució la colonia inglesa, “con motivo de la coronación del Rey Jorge V de Inglaterra, efectuada el 22 de junio de 1911″, dijo El Comercio.
Pero, si hubo un banquete histórico allí, este fue sin duda el que aconteció días después del final de la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones de la rendición con el Armisticio de Compiegne, que entró en vigencia seis horas después de su firma.
La alegría fue mundial y en Lima todos quisieron celebrarlo y darles un gran banquete a los “representantes de los países aliados en la contienda”. (EC, 04/07/1934). Así se unieron los poderes del Estado, los empresarios, el Cuerpo Diplomático, los banqueros, los periodistas, los alcaldes, los ministros y, por supuesto a la cabeza de todos, el presidente de la República, José Pardo.
El Comercio lo detalló de esta forma: “Mozos de frac rojo y guante blanco servían a la mesa; varias orquestas, una de ellas la de la compañía de ópera en ese entonces en Lima, dirigida por el maestro Alfredo Padovani, ejecutaron los himnos del Perú y de los países triunfantes”. Pero también cantaron la soprano Gabriela Bezanzoni y Ofelia Nieto, y toda la ciudad de Lima vivió al ritmo de esa fiesta que marcó época, y que era finalmente una celebración por la paz.
También en 1918 se hicieron reuniones de profundo altruismo en ese restaurante. Los almuerzos para niños huérfanos, con reparto de juguetes y golosinas, eran continuos, pero se concentraban en las fiestas de fin de año.
La última vez que funcionó este maravilloso restaurante en el antiguo zoológico, el calendario marcaba la fecha del 30 de julio de 1934, solo un día antes de que empezaran la demolición oficialmente. El zoológico, propiamente dicho, le sobrevivió más de una década, hasta que en 1946 lo cerraron para abrir otro en Barranco, el nuevo entonces, y que hoy también es historia.
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